20. V E I N T E (+18)

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18 de noviembre de 2020

— No quiero casarme —me quejé por enésima vez en lo que iba de día.

— No te cases —fue la respuesta de Riven.

Giré la cabeza y le miré mal, aunque el enfado de sus palabras me duró los dos segundos en los que detalle la manera en que la sábana blanca se enrollaba al rededor de sus caderas y su pecho y abdomen desnudo.

A ver, puede que últimamente haya desarrollado una especie de ninfomanía porque en lo que va de día lo hemos hecho seis veces y como que solo con verle así tengo ganas de volver a hacerlo, de hecho, hace media hora debería haberme encontrado con mis hermanas para que me ayudarán a arreglarme para la boda, pero creo que van a tener que esperarme un poco mas.

— Ojalá fuera tan fácil —respondí, sin embargo giré completamente el cuerpo y comencé a gatear sobre el colchón hasta llegar a donde él estaba y acomodarme a horcajadas encima de su cuerpo.

Inmediatamente Riven llevó sus manos a mi cintura desnuda y me pegó más a él, creo que no fui la única que lamentó que me hubiera puesto el sujetador porque sus manos enseguida deshicieron el broche y lanzaron la prenda lejos de los dos, permitiéndome disfrutar del contacto piel contra piel de mis pechos contra la dureza del suyo.

¿Alguna vez he mencionado que este hombre está duro por todas partes y que eso es algo que me encanta?

— No quiero compartirte con absolutamente nadie, Kaylee Elizabeth Ryder Davies.

— ¿Y quien dice que me vas a compartir? —decidí picarle bromeando un poco— después de que me case esto no volverá a pasar, voy a jurarle fidelidad a mi marido frente a un altar y Dios lo ve todo, no puedo faltar a mi promesa.

Bien, quizás no está mal que le enfade así, pero es que cuando Riven se enfada me trata de una manera en el sexo que... enloquecería a cualquiera, o quizás es que soy un poco masoquista.

— ¿Ah sí? Pues quizás deberías probar empezar con la fidelidad desde ahora —dijo él y la broma dejó de parecerme divertida cuando me apartó de su cuerpo y se levantó de la cama.

La sábana blanca rodó por su cuerpo permitiéndome apreciar su gloriosa desnudez, una de la que jamás me cansaría. Riven se giró para quedar frente a mi y cruzó sus brazos, estaba duro lo que le quitaba credibilidad a su enfado, aunque... pensándolo bien podría aprovechar su supuesto enfado para "seducirle" y hacer algo que descubrí hace unos días y que me encantó.

Bajé yo también de la cama, Riven retrocedió unos cuantos pasos pero eso no me hizo flaquear, me deshice de mis bragas mandandolas a algún lugar de la habitación y caminé hasta él, estoy segura de que, en su mente, él pensaba que iba a ir a por su boca —algo de lo que no me quejo en lo absoluto porque los besos de Riven son capaces de dejarme sin raciocinio—, sin embargo, mis intensiones eran otras. Doblé las rodillas y me dejé caer frente a él para pasar mi lengua dos veces a lo largo de su longitud antes de apretarlo con mi mano y llevármelo a la boca.

— Oh, fuck! —exclamó.

Sonreí para mis adentros y puse todo mi empeño en hacerlo como había descubierto que le gustaba, muy despacio en principio, solo en la punta y mis ojos fijos en él, volví a lamer y repetí la misma acción por al menos tres veces antes de intentar llevármelo hasta la garganta, la arcada que tuve me frenó un poco, aunque no por eso paré. Volví a lamer y me enfoqué únicamente en la punta, lamiendo, besando y rodeándolo con la lengua. Fue para el momento en que llevé la mano que no lo sostenía al medio de mis piernas cuando él pareció perder el control, una de sus manos se fue a mi cabello y comenzó a mover mi cabeza a su antojo, con la otra sostenía su miembro haciéndolo entrar y salir de mi boca una y otra vez. La humedad se acumulaba fácilmente entre mis piernas por lo que mis dedos resbalaban con facilidad en mi interior.

El Diario de Kaylee (Libro #1: Los Hermanos Ryder) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora