¿Alguna vez haz experimentado esa sensación en la que un camino se te antoja mil veces más largo de lo que realmente es? ¿Alguna vez haz sentido tanta ansiedad yendo en un auto que pateas el suelo como si de tu lado estuviera el pedal para acelerar? Justo así me sentía después de recibir esa llamada de Ian, por mi cabeza pasaban los peores escenarios posibles pero cuando llegué al hospital la realidad era mil veces peor que cualquier cosa que hubiera imaginado. El pasillo entero estaba custodiado por guardias e Ian daba vueltas de un sitio a otro cuando me acerqué con Riven, no sé porqué pero ya imaginaba que lo que fuera que él quisiera mostrarme iba a estar detrás de la puerta más custodiada, esa tendencia humana de ponerse siempre en lo peor pero que luego nunca se equivoca.
Igualmente, ni en mil vidas hubiera estado preparada para lo que vi cuando atravesé el umbral de aquella habitación.
Se trataba de Kira, pero no en cualquier estado, sino que estaba tan golpeada que apenas y podrías saber que se trataba de ella, tenía los pómulos llenos de magulladuras e hinchados, pero no solo eso, su ojo izquierdo estaba tan hinchado que era imposible abrirlo, aunque tuviera la bata del hospital sabía que su torso no estaba mucho mejor que su rostro, Ian había dicho que tenía hematomas, contusiones y una costilla fracturada, también que había perdido al bebé que esperaba, claro que todo eso no era la peor situación, sino las esposas de cobre que mantenían una de sus muñecas sujeta a las barandas de la cama y que todos los guardias en el pasillo no eran guardaespaldas del viejo decrépito, eran oficiales de emigración que aseguraban llevar años buscando a mi madre para deportarla a su país.
Solo que Kira era ciudadana americana.
Los cinco minutos que se me permitió estar en la habitación con ella fueron suficientes como para saber que esos golpes solo podían haber quedado así si la persona que la golpeó estaba usando un anillo, y no cualquier tipo de anillo, sabía muy bien que clase de anillo y lo había visto mil veces. La forma en la que todo el escenario se dibujó en mi cabeza dio miedo, pero sabía exactamente que era lo que había pasado y apostaría mi vida a que no estaba equivocada.
El responsable de esto tenía nombre y apellido, unos que conocía muy bien, un nombre con el suficiente poder como para que en lugar de estar esposado él, fuera Kira quien tuviera esposas y cargos para abandonar el país: Roger Ryder.
El sentimiento de asco que siempre tuve hacía él nunca fue tan profundo como cuando la certeza de que él era el responsable de que Kira estuviera así.
— Fue él —aseguré a Riven—, estoy segura de ello.
— No puedes saber eso, Kay.
— ¿Y quién más pudo ser? ¿tienes idea del sistema de seguridad que tiene mi casa? Ni en sueños un asaltante pudiera cruzar la verja antes de que diez francotiradores lo apuntaran.
— Es bastante grave eso, Kaylee —se metió Leslie— ¿que motivos tendría papá para hacer algo así?
— ¿Te parece el hecho de que Kira pretendía chantajearlo con su matrimonio y carrera política para que me dejara en paz a mi?
— El chantaje es delito —aseguró Nate.
— No uno lo suficientemente grave como para que expulsen del país a una ciudadana y según tengo entendido la violencia domestica es peor.
— Kiki... —Ian iba a hablar, sin embargo no le di tiempo cuando un grito salió de mis labios pues había recordado lo único que podría hacer que ellos me creyeran: las cámaras.
•°•°•°•
Llegar a mi casa fue un golpe de certidumbre, no había mentido cuando le dije a Riven que esta casa tenía un sistema de seguridad inviolable, y es que era cierto, al menos hasta hace unas horas porque todos los guardias y francotiradores que custodiaban el perímetro habían desaparecido, así de simple, no quedaba una sola prueba de que hubieran estado ahí, entonces ¿si Roger no había tenido nada que ver por qué los había retirado? Eso fue algo que estoy segura también pasó por la cabeza de Leslie porque sus ojos azules se cristalizaron.
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El Diario de Kaylee (Libro #1: Los Hermanos Ryder) ©
Novela Juvenil«No se puede huir de lo que te acelera el corazón y te detiene el tiempo» - Danns Vega