9. N U E V E

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Se supone que nuestra cena sería algo similar a un cardo con crema de jamón y champiñones o un magret de pato con puré de patatas, en su lugar terminó siendo una hamburguesa doble de McDonald's y un smoothie de fresa y banana, el ketchup y la mostaza de la hamburguesa me mancharon el vestido y Riven me hizo reír mientras bebía de mi smoothie por lo que acabé escupiendolo en él y también en mi pobre vestido, pero definitivamente no cambiaría nuestra comida rápida en el McDonald's por una cena de Estrella Michelin, porque fue algo sencillamente perfecto.

— Ahora debo llevarte a tu casa para que te cambies antes de llevarte a otro sitio —negó con la cabeza, la verdad sabía que toda la situación le resultaba divertida.

— ¿A dónde vamos? —pregunté.

— A tu casa —se burló.

— Digo después.

— Sorpresa, sorpresa.

Puse los ojos en blanco y bajé corriendo del auto cuando él estacionó en la puerta de mi casa, marqué el código para que se abriera la verja y subí corriendo a mi habitación en cuanto abrí la puerta, Riven me había dicho que me pusiera un vestido suelto y corto y eso fue lo que hice; dejé uno de mis vestidos favoritos tirados en una esquina de mi habitación con manchas marrones y rosadas y lo cambié por uno azul rey suelto y de vuelos, me quedé con los mismo tacones y lo que hice fue recoger mi cabello en una coleta en el centro de mi cabeza, luego volví a bajar y a entrar al auto en el que él aún me esperaba.

Se permitió un minuto para examinarme, subiendo los ojos por mis piernas hasta llegar a mi rostro, se inclinó sobre mi y dejó un beso en mi descubierto cuello, uno que hizo que los vellos de mi cuerpo se erizaran.

— Aún hueles a hamburguesa y fresas.

Lo empujé y él se rió, su risa resultó bastante contagiosa porque yo también acabé por reír. Luego puso el auto en marcha sin decir palabra, hasta que se estacionó frente a un local con luces de Neón llamado «A lo Cubano» y bajó del auto sin dar ninguna explicación, cuando yo bajé él activó la alarma del auto y luego tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos para adentrarnos en el local.

Dentro sonaba una música muy movida que hablaba sobre una bailarina y varias personas bailaban en la pista. Salsa.

— ¿Sabes bailar, verdad? —cuestionó.

— Ya lo descubrirás —sonreí.

— Esto se pone interesante —comentó— vamos por algo de beber, sin alcohol; yo conduzco y tú eres menor de edad, así que... ¿Piña colada sin alcohol?

— Eso estaría bien.

— Por favor no te la tires encima ni a mi tampoco.

Sonreí y él tiró de mi hasta la barra para pedir nuestras piñas colada, asegurándose de que no tuvieran alcohol. Yo comencé a mover mis hombros al ritmo de la música, de verdad que se colaba en tu sistema, mucho más viendo a las personas bailar y disfrutar en la pista. Tomé de mi piña colada cuando Riven me la pasó y tiré de él hacia la pista de baile cuando la canción cambió.

Una de sus manos se ubicó en mi cintura y la otra tomó la mía, mientras que yo mi mano libre la posé en su hombro y comenzamos a bailar al ritmo de la música.

Mírame, es la última vez que te creo
Y esta vez, ya no pienso caer en tu juego
Es que haces con mi corazón lo que quieres,
Lo que te parece, lo que te conviene
Derrochando amor por dónde vas y vienes
Te lo he dado todo y ya no sé qué quieres.
Como llegas y después te vas así como si nada
Dejando una duda clavada,
Paseándote por el silencio de mi soledad.
¿Por qué será que sigo cayendo perdido en tu mirada?
Si se que no me lleva a nada,
Y es que nada hace sentido si tú no estás.

Después de esa vino otra canción y luego otra y otra más, acabamos sudados y con el corazón latiendonos a mil, pero también muy sedientos. Volvimos a la mesaz bebimos lo que quedaba de la piña colada que ya estaba caliente y luego nos bebimos otra. El ritmo cambió de salsa a merengue, nuevamente salimos a bailar y así estuvimos hasta que fueron las tres de la mañana y, después de otra piña colada, Riven me dejó en la puerta de mi casa.

— Supongo que ahora me toca preguntar si eres de las que besa en la primera cita —comentó él, pensativo—, pero como ya accediste a ser mi novia me salto esa parte y te beso directamente.

Inclinándose en su asiento sus labios alcanzaron los míos, primero dejando cortos besos sobre mi boca, hasta que aparentemente se cansa de tanto juego y muerde mi labio inferior con fuerzas, luego lo succiona, calmando el ardor y finalmente lo acaricia con su lengua en una inderecta bastante clara. Separo mis labios y su lengua no pierde tiempo a la hora de adentrarse en mi boca y acaricia la mía, creo que suspiró. Una de sus manos se posa en mi muslo y él ladea la cabeza profundizando el beso, solo para separarse segundos después haciendo que mis labios formen un puchero porque quería seguir besándole.

— Estoy incómodo así —murmuró y dejó caer la cabeza contra el asiento.

No se qué espíritu seductor se apoderó de mi cuando desabroché mi cinturón y me pasé a su asiento sentándome a horcajadas encima suyo. Nótese: no es tan fácil como lo pintan en las películas; toqué la bocina y creo que también activé el limpia parabrisas, pero el rostro de Riven valió la pena.

Sus facciones denotaban sospresa y esos ojos azules oceánicos tenían las pupilas tan dilatadas que casi parecían negros. Dejé caer mi cadera contra él y gemí al sentir la erección debajo de mi intimidad.

— Ahora no será incómodo —comenté y esta vez fui yo quien le besó.

Siento sus manos en mis mejillas mientras me corresponde el beso, luego descienden hasta mis hombros, bajan por mis costados y finalmente acaban en mi trasero, Riven me aprieta contra él haciéndome gemir en su boca. Muerdo su labio superior serandonos segundos antes de volvernos a besar, esta vez mis manos se vuelven codiciosas tocando su pecho hasta llegar a sus abdominales y bajar un poco más.

— No me toques ahí —pidió él, su respiración era errática, la mía estaba mucho peor.

— ¿Por qué? —pregunté.

— Si lo haces, nada garantiza que pueda detenerme.

Asentí, pero volví a besarle, también comencé a moverme en círculos encima de él haciéndonos a ambos gemir.

— Eso no ayuda mucho, Kay.

Riven levantó su cadera y embistió, yo gemí y enterré la cara en su cuello, sus manos me apretaron los muslos por debajo del vestido mientras nos movíamos en sincronía. Lamidas, mordiscos, besos y gemidos que fueron disfrazados por el sonido de la lluvia afuera del auto. Mi cuerpo poco a poco se fue electrificado hasta que me sentí explotar, segundos después Riven gruñó y me besó antes de dejar de moverse y apoyar su frente en la mía.

Poco a poco nuestras respiraciones se fueron calmando hasta normalizarse, Riven me abrazó.

— Esto no estaba en mis planes de hoy —comentó, yo sonreí y acaricié su cabello aprovechado que su cabeza estaba recostada en mis pechos.

— Fue una manera distinta de mojarme cuando llueve —bromeé.

— Aún falta una.

— ¿Cuál?

Sus ojos azules conectaron con los míos unos segundos antes de pedirme que volviera a mi asiento y luego abrir la puerta y salir bajo la lluvia, lo seguí. Riven entrelazó nuestras manos y tiró de mi abrazándome nuevamente, la lluvia nos empapó en cuention de segundos.

— Sigamos bailando.

— No hay música.

Él sonrió y entonces hizo lo que menos me esperaba: empezó a cantar Locked out of heaven de Bruno Mars. Saltamos, bailamos, corrimos y al final nos besamos.

— Te quiero, hermosa —susurró sobre mis labios.

Y no tuve dudas en el momento de responderle.

— Yo también te quiero.

El Diario de Kaylee (Libro #1: Los Hermanos Ryder) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora