XI

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Advertencias: Fluff (leve), PTSD (trastorno de estrés postraumático), sumisión (leve).

Nightmares

Vergil Sparda y yo nos habíamos enfrascado en una relación hacía unos meses. Le había conocido en una librería, y, si era sincera, ni siquiera entendía cómo fue que lo nuestro se dio, sobre todo si teníamos en cuenta que él era una persona que siempre mantenía una expresión neutra, siempre con cara de póker, imposible de descifrar.

Aun así, y sin saber muy bien cómo, se interesó por mí, y poco a poco fui traspasando sus barreras y él se abrió a mí. Me reveló que él en realidad era un semi demonio, y que, por muchos años, había estado atrapado en el inframundo.

Dante, su hermano gemelo, era totalmente opuesto a Vergil: extrovertido, jocoso, bromista, y por supuesto nada serio durante la mayor parte del día. Incluso cuando tenía que enfrentarse a demonios de cinco metros de alto se reía de ellos. Ese tipo no conocía lo que era el miedo.

Y es que los gemelos habían pasado por mucho, sufriendo cada uno por separado, nunca estando para apoyarse. Además, siempre que se habían encontrado en el pasado, habían peleado.

No tenían una relación propia de unos hermanos gemelos, al menos, hasta que los conocí.

Recordaba el incidente del Qliphoth vívidamente: había sido hacia cosa de año y medio, pero fue demasiado aterrador como para olvidarlo en menos de dos años.

No sabía ni cómo conseguí sobrevivir a aquella catástrofe, pero simplemente lo hice. Todavía me daban escalofríos al recordar aquel encuentro que tuve con una de esas horribles cosas, era como una hormiga gigante, de hecho era incluso más alta que yo.

—Joder... —gruñí, sintiendo un escalofrío recorriendo mi columna —. ¿Quién me manda a mi pensar en eso?

—¿Estás bien Selene? —Vergil levantó la vista un segundo de su lectura, con una ceja enarcada.

—Sí, sí. Es solo que recordé algo —respondí.

—Ya no van a volver, Dante y yo nos encargamos de que así fuera —me tranquilizó con voz serena.

A veces me sorprendía lo perspicaz y la facilidad que tenía Vergil para leerme, aunque lo agradecía en la mayoría de las veces, ya que yo era una persona a la que no se le hacía fácil decir cómo se sentía pese a mi personalidad extrovertida.

—Eso espero —suspiré.

Vergil entrelazó su mano con la mía y le dio un suave apretón antes de llevarla hasta sus labios para besar con ternura el dorso.

Reí sintiéndome afortunada de tenerle, recargando mi cabeza en su hombro.

—Te amo, ¿lo sabes?

—Y yo a ti —le di un rápido vistazo al escucharle decir eso y, en efecto, Vergil estaba sonrojado, siempre le pasaba cuando me decía eso.

Me quedé con ellos por el resto de la tarde, Dante llegó a la noche ya que se había ido de cacería. Pedimos pizza y, si era sincera, se me pasó demasiado rápido el tiempo, ya que para cuando quise darme cuenta ya era la una de la mañana.

—Puedo acompañarte a casa si quieres —se ofreció Vergil.

—¿Por qué no te quedas a dormir aquí, Selene? —Preguntó Dante.

Vergil se puso tenso, llevábamos tres meses saliendo y nunca habíamos dormido juntos. En ese sentido Vergil era un poco tradicional, ya que la primera vez que habíamos hecho el amor había sido hacía una semana, y porque él tenía esa especie de celo demoníaco extraño causado por la luna, que si no ni eso.

One Shots con Vergil SpardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora