VIII

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Advertencias: Threesome, Creampie.

Secrets

Era un día normal como cualquier otro, volvía a casa desde la de mi novio, Raian. Habíamos ido a dar una vuelta por la ciudad y al final terminamos en su casa, haciendo cosas indecentes. Sonreí al pensar en eso, llevábamos casi cinco años juntos y seguía tan enamorada como el primer día de aquel moreno de ojos verdes y porte atlético.

Crucé la calle y doblé la esquina, era tarde así que apresuré el paso. Iba tan concentrada en llegar rápido a casa que choqué contra un hombre mucho más alto que yo. Alcé la mirada y me disculpé.

—Humana... Deliciosa —gruñó, su voz no sonaba como la de una persona normal.

Caí presa del pánico al ver que el hombre tenía dos largas cuchillas en su brazo derecho y los ojos de color amarillo, pero fue aún peor cuando cambió su apariencia a la de un gigantesco demonio rojo parecido a un lagarto.

Quería gritar, pero no me salía la voz, estaba completamente paralizada por el miedo. Pensé en Raian mientras comenzaba a temblar.

El demonio hizo crecer aún más aquellas grandes cuchillas y acto seguido se desvaneció en la oscuridad de la noche. Contuve la respiración cuando eso sucedió, no sabiendo si lo que estaba pasando era producto de mi imaginación o si verdaderamente estaba en peligro.

Jugó conmigo como un gato juega con un ratón antes de matarlo. Aparecía ante mí por un instante y luego se desvanecía de nuevo, sin llegar a hacerme daño ni tocarme. Aprovechaba el pequeño instante en que desaparecía para correr, pero no avanzaba mucho, aquel engendro era infinitamente más rápido que yo.

Finalmente tropecé por culpa de los nervios y el miedo y caí al suelo, y pude jurar que aquel ser se rio de mí desde la oscuridad, justo antes de abalanzarse sobre mí para matarme de una vez por todas.

Pero sus cuchillas no llegaron a tocarme, ya que una espada se interpuso entre ellas y yo, creando chispas al chocar entre sí. Alcé la mirada y descubrí a un hombre de blancos cabellos y gabardina roja ante mí, de no más de cuarenta años.

—Levántate, ¿a qué esperas? —Me dijo al tiempo en que un segundo hombre entraba en acción: este también tenía el cabello blanco, y se me hacía muy similar al de la gabardina roja, de hecho, solo podía diferenciar al uno del otro gracias a que el segundo portaba una gabardina negra con detalles azules.

Me levanté como pude y aquellos misteriosos albinos acabaron con aquel demonio.

No sabía por qué, pero me mantuve allí hasta que acabaron con la vida de aquel engendro del inframundo. Podría haber corrido de vuelta a casa mientras ellos mataban a la bestia, pero no lo hice.

—¿Estás bien? ¿Te ha llegado a tocar? —El de rojo se había acercado a mí, y gracias a la luz de la farola pude verle mejor, tenía los ojos de un precioso azul hielo, pero su mirada era cálida, a diferencia de la mirada del otro albino, que era más seria y fría.

—No que yo me haya dado cuenta —respondí.

El hombre se echó la espada a la espalda y me miró de arriba abajo con detenimiento, lo que me hizo sentir algo cohibida.

—Soy Dante, él es Vergil, mi gemelo —se presentó, extendiendo su mano hacia mí, yo la tomé temblorosa, aún estaba aterrorizada por lo que acababa de pasar.

—Katherine, pero todo el mundo me llama Kat.

—Miau —bromeó.

—Vámonos, Dante —espetó el de la gabardina negra, acababa de darme cuenta de que llevaba una katana en la mano.

One Shots con Vergil SpardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora