5

35 11 2
                                    

La tenue luz de las velas ardió por unos segundos en sus pupilas cuando regresó a sus sentidos, la dueña del burdel y algunas de las chicas que allí trabajan rodeaban la cama esperando a que regresara en sí. Un llanto desconsolado se hizo presente al darse cuenta de que no había sido un sueño, odiaba que ahora toda su maldita vida se sintiera como un mal sueño.

–¿Quién... -las palabras se quedaron atoradas en su garganta, hiriéndola como una bola de espinas. Se incorporó sentándose erguida, aunque sin despegar la mirada del suelo–¿Quién me compró?-logró pronunciar en un tono bajo, casi apagado. Su vida estaba terminando de una forma completamente diferente a la planeada y lo único que puede sentir es vergüenza y culpa; la idea recurrente de que sus padres se hubieran quedado si lo pedía no la abandonaba.

<¡Nada de esto hubiera pasado si lo hubieras hecho!¡Tus padres estarían vivos!¡Tus hermanas tuvieran una cama cómoda en la que dormir y buena comida con la cual alimentarse!¡No estarías pagando con tu dignidad, pero es tu culpa!¡Por tu culpa se destruyó tu familia!>. Su mente la torturaba una y otra vez, cada frase más fuerte y destructiva que la anterior, y ella le creía; Rosé creía cada una de las atrocidades de las que se creía responsable.

–Pidió que no te dijéramos su nombre, ella misma vendrá por ti mañana-respondió con una felicidad tan real que el estómago de la castaña se revolvió por las náuseas–Tuviste suerte, muchas de estas chicas hubieran deseado tener su primera vez con ella y por una cantidad tan alta-comentó como si fuera algo bueno, la menor deseó cederle esa oportunidad a cualquiera de ellas. Roseanne prefería tener esa primera vez con alguien que quisiera y la quisiera de verdad, no solo a su cuerpo.

Se encogió de hombros poniéndose de pie mientras se tambaleaba, hizo una pequeña reverencia y salió del lugar topándose con una frialdad que calaba en sus huesos. Apenas y podía caminar entre la espesa y abrumadora neblina de la noche, la oscuridad se abría paso entre las calles del pequeño pueblo dándole un aspecto siniestro y desolado, mas la mayor de los Lancaster se mantenía imperturbable, sus propios demonios reales le aterraban más que los imaginarios que pudieran esconderse en la negrura de la noche.

Llegó a la casita completamente cansada y con las lágrimas agotadas, nunca imaginó que una persona pudiese llorar tanto ni tan seguido. Entró con cuidado de no hacer ruido a la habitación con las tres camas personales en él y ocupó la suya sin dejar de observar a sus contrarias. A veces desearía estar tan tranquila como ellas y no tener conocimiento de lo que pasa, sin embrago tampoco desea que alguien más tomé se lugar.

–¡Rosie, Rosie!-chilló Jennie con emoción llegando hasta su hermana dando pequeños saltos–¿Te fue bien en el trabajo anoche?-inquirió ocupando su lugar en la mesa. La mayor dejó salir un suspiro antes de fingir una sonrisa y asentir.

–Pero ahora es tiempo de desayunar-desvió el tema dejando los humildes alimentos en cada uno de sus lugares–¿Jisoo aún no se ha despertado?-le preguntó lista para reñirla por no cumplir con sus obligaciones, una dama no debe perder sus buenas costumbres así esté en la más precaria situación.

–Ya estoy aquí hermanita, no me extrañes tanto-rió la pelinegra abrazando la cintura de la mayor desde atrás. Cerró los ojos pegando la frente a su espalda y llenándose de tranquilidad, a pesar de decir millones de veces que su hermana era fastidiosa y mandona, siempre ha sido la única capaz de calmarla en los malos momentos–Estamos juntas y eso es lo único que importa-murmuró trayéndole paz al corazón de la joven.

–¡Yo también quiero un abrazo!-demandó Jen uniéndose a ellas, esos momentos, aunque simples, valen oro.

Su madre le había contado que su primera vez sería un momento mágico, que podía doler un poco al principio pero que eso no opacaría las maravillosas sensaciones que le proporcionaría. Y aquí estaba ahora, en un lugar espantoso, a punto de conocer a una mujer a la cual tendría que entregarle su cuerpo por dinero. Predijo que el encuentro de mágico no tendría nada, y que solo recordaría el dolor como una horrible pesadilla, otra para sumar a los últimos días. La puerta se abrió y de manera inconsciente empezó a temblar del miedo, quería desistir y olvidar esto ¿qué posibilidades había de que eso ocurriera?

–Puedes estar tranquila, no pasará nada de lo que te estás imaginando-comentó la compradora nada más entrar acariciando con delicadeza los bucles del cabello de la muchacha–Mi nombre es Lalisa O'Prian-su voz desprendía dulzura, imposible imaginar que esa misma voz fue la que hizo callar a todos la noche anterior–y supongo que Chaeyoung no es tu verdadero nombre-negó en respuesta sin apartar la mirada, algo le impedía sentir el miedo que debía dada la situación; no sabía si eran sus ojos color miel, su piel oliva o el dorado de sus cabellos, sin embrago estaba prendada de esa irreal mujer frente a ella–Me dirás cuál es o tendré que averiguarlo por mi cuenta-una suave risa se escapó de sus labios haciendo enrojecer las mejillas de la castaña. Por primera vez en días no sentía que las cosas fueran a empeorar, es como si no hubiera un antes o un después, solo el ahora tenía importancia.

–Roseanne.

–Es un nombre muy bonito, tus padres lo eligieron bien-el recuerdo de sus progenitores llegó a su mente junto con la vergüenza que le traía el imaginar que ellos supieran lo que iba a hacer–Imagino que tienes una historia, no eres como las otras chicas de aquí-los dedos de Lalisa volvieron a acariciar los mechones suelos de la cabellera contraria–tus ojos me dicen que no lo eres.

–Mis padres murieron en un accidente, su carruaje cayó por un barranco-comenzó como un discurso pre-ensayado, con las emociones apagadas y la mirada perdida–y mi tío me echó de mi hogar el mismo día que los enterraron-decidió no mencionar a las menores, no tenían por qué relacionarlas con ella y ese lugar–Unos fieles trabajadores de papá me trajeron hasta este pueblo, pero el dinero no dura para siempre y no encontré ningún empleo aparte de este-musitó con las lágrimas asomándose de nueva cuenta en el borde de sus ojos.

–Lo siento mucho, por tu pérdida, sé lo que se siente-habló con sinceridad aunque con un deje de amargura en su voz–¿Quieres venir a mi casa?-preguntó de pronto dejando a su acompañante anonadada–Por favor ven conmigo.

Maybe in another life (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora