Capítulo 16: El Regreso

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En la soledad, lo único que podía sentir era el frío que cruzaba el aire. Despojado de sus ropas, el frío se clavaba en su piel y carne como lo más cercano que podría sentir al dolor. Ciertamente se sentía bien, una forma de recordarse que estaba vivo. En su concentración, conservaba un libro sobre los dioses egipcios, pero por supuesto que lo que buscaba era informarse sobre Osiris. Pensó durante varios segundos... Lo más fácil de recordar de Osiris es que volvió de la muerte, por lo que tiene sentido que se haya vuelto prácticamente inmortal.

Pero, ¿sólo regeneración? Dejó el libro a un lado y cerró sus ojos. Controló su respiración, el aire salió de su nariz con lentitud y repitió el proceso. Quería meditar, pero sobre todo quería ver qué tanto ha mejorado en su meditación. Los minutos pasaron y con su mente en blanco de no ser porque siempre estaba al tanto de sus latidos, tan relajantes. En los primeros segundos estos solo eran un susurro, que lentamente se volvieron una extraña melodía que podía escuchar con perfecta claridad. Siguió pensando.

Estaba concentrado, demasiado. Escuchaba sus latidos, y luego empezó a oír su sangre circular y al final, en ese estado de concentración prácticamente sentía cada parte de su cuerpo, desde los músculos tensarse con cada movimiento o el aire entrar y salir de sus pulmones. Era consciente de todo, pero su mente estaba rozando el sueño. Pero aún estaba determinado, sobre todo: quería acceder a "la zona", ese estado en el que su actividad cerebral trabajaba a su límite. Nunca puede sacarle todo el provecho a su mente a menos que llegue ahí.

Sintió que su corazón se detuvo con un chispazo o vuelco contundente e instintivamente abrió sus ojos. Confundido, suspiró manteniendo la cabeza fría. Cuando entró en la zona contra los Demonios Tiradores, se sentía asombroso, pero no recordaba demasiado realmente. Ahora, era más consciente que nunca de la zona.

Miró a los alrededores y sonrió. El estante donde están colgadas las armas, las puertas o literalmente todo parecía vibrar. No temblaba como un terremoto, solo vibraba. Le costaba ver, pero no se sentía desorientado o algo mínimamente parecido.

Sus ojos, veloces como un rayo, se enfocaron en el reloj digital. Los segundos, minutos y horas estaban ahí... Pero tuvo que esperar más de lo que creyó para que siquiera avanzara otro segundo. Dio unos pasos, luego algunos saltos. Se sentía como en cámara lenta, con movimientos que podrían describirse como la sensación de estar bajo agua. Aprovechando que ya había entrado en la zona, saltó con esa sensación de agua y apoyó la planta de su pie en el costado de su rodilla, disfrutó de la sensación y luego se dejó caer otra vez.

Es relajante, es la forma más simple de decirlo: se siente como si estuviese flotando. Su cerebro trabajaba como si tuviese el más poderoso motor. Tranquilo, sintiendo cada parte de su cuerpo como una extremidad aparte, dio un último y suave salto, se colocó en la postura de loto y entonces decidió sacarle todo el provecho del mundo antes de caer.

En un segundo pudo pensar mucho más de lo normal. ¿Cuánto podría pensar mientras conservase la zona? Cada decisión, cada instante podía ser pensado con claridad. Sin embargo, pronto una sensación de pesadez surgió en su cabeza, como una suerte de mareo. Perdió la concentración y cayó de cara contra el suelo... Aún necesitaba perfeccionar esos detalles.

—¿Pudiste hacerlo? —susurró Klinn, quien estaba presenciando la meditación.

—Sólo por un instante —respondió simplemente.

—Estoy aburrida —soltó la reisg para luego soltar un bostezo—. Y terminé mis entrenamientos pero nada.

—¿Y si hablas con los demás?

—Y así conocerlos mejor, es una gran idea —dijo Klinn entusiasmada.

—Pueden parecer serios y Castel un idiota, pero son... amigables —Krieg pensó por un momento antes de decir eso último. Realmente una sola palabra no era suficiente para describirlos.

Iniciativa Caídos 2: Tierra De Dioses™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora