En cada estrofa, sus lágrimas se entrelazan con las letras, desvelando la inestabilidad que brota de su quebrantado corazón, las penumbras de su existencia se tornan versos etéreos, y en cada poema, su voz fluye como un río de suspiros.
En el lienzo...
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En el sin ruido de un espacio amplio y vasto, un agorafóbico se oculta temeroso, entre paredes que cercan y asfixian, Se siente atrapado, ansioso y tembloroso.
El afuera es un mundo desconocido, un mar de rostros y miradas que lo inquietan, como monarcas sus alas palpitando, quieren escapar, mas no se atreven.
El pecho late con fuerza y desatino, en el pecho, un grito que no se tranquiliza, y aunque quisiera romper esos grilletes, el miedo y la angustia la llevan a la ruina.
Los espacios abiertos son un desafío, como si el aire se volviera denso y mutilante, se cierran las puertas que llevan a la vida, y el mundo se estrecha, convirtiéndose en un instante.
Pero en su interior, una rosaleda alborotada, un rincón seguro, un refugio escondido, donde la agorafobia no tiene poder, y él se reconforta en su abrigo querido.
Con paciencia y esmero, día a día avanza, ganando batallas, conquistando sus terrenos desconocidos, descubriendo que la fuerza está en sí mismo, y que la libertad aguarda entre las rosas.
Así, poco a poco, se abre a las calles, como un polluelo que rompe su huevo, volando hacia uno y otro lado, antes prohibidos, encariñándose de la vida, sintiéndose en pleno vuelo.
La agorafobia, un desafío difícilmente superado, una historia homodiegética que se torna victoria, y en cada paso dado hacia la carrera, se forja un espíritu valiente, lleno de fortaleza.