En cada estrofa, sus lágrimas se entrelazan con las letras, desvelando la inestabilidad que brota de su quebrantado corazón, las penumbras de su existencia se tornan versos etéreos, y en cada poema, su voz fluye como un río de suspiros.
En el lienzo...
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Cuando el mundo se volvió inhóspito y vacío, cuando las voces se apagaron en lo arenoso, solo había un refugio para mi espíritu herido, y ese refugio era un libro, mi consuelo.
En las páginas impresas encontré consagración, se alzaron como notas musicales, el ritmo en mis ojos con la gracia de la creación, y en cada palabra descubrí cosmos celestiales.
No puedo concebir la vida sin ti, oh amado libro, mi leal compañero, tus folios son la tonada que ansío oír, me atrapas en tus lazos.
Cada capítulo es un eco de mi propia existencia, me hablas en dulzura de sueños e irrealidad, me llevas de la mano hacia la fantasmagoría, y en sus versos descubro mi propia bandera.
Tu presencia es constante, nunca me abandonas, cuando la ansiedad se cierne sobre mi ser, me envuelves con tus letras, y me guías a través de la vida a renacer.
No puedo vivir sin las narraciones de Onetti, sin los escritos de Benedetti y su encanto, sus palabras son bálsamo para el alma adolorida, podría perderme en ellas, sin remordimiento ni llanto.
Los personajes cobran vida y yo me sumerjo en su aflicción y su pasión, sufro con ellos, respiro sus logros y nostalgias.
En cada trazo de tinta, en cada palabra escrita, se esconde un multiverso lleno de magia y realidad, la vida y sus misterios se vuelven infinitos, y en sus hojas encuentro mi propia identidad.
Los libros son más que escribir sobre papel, son átomos que laten, historias que se unen, son atalayas que aclaran el camino hacia el cielo, y en su lectura, el mundo y sus maravillas se acarician.
Así que seguiré en este romance prepetuo, con la literatura como mi esposa eterna, porque en los párrafos encuentro mi renacimiento, y en cada texto hallaré mi verdadera poesía.
