En cada estrofa, sus lágrimas se entrelazan con las letras, desvelando la inestabilidad que brota de su quebrantado corazón, las penumbras de su existencia se tornan versos etéreos, y en cada poema, su voz fluye como un río de suspiros.
En el lienzo...
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Ángel querido en el cielo, sus alas no son eternas, mas su hermosura es eternidad. Estoy en agonía, sufro en sosegado llanto, ¡Despierta, te imploro!, en mi suplicio te encuentro.
¿Aún reconoces mi voz, mi ser querido, o el velo de la muerte ha cubierto tus sentidos? Tus ojos cerrados, como flores en reposo, pero en mi corazón, vives, eres precioso.
¿Juegas a ser el durmiente, en sueños profundos, mientras aquí, en la tierra, mis ojos se derriten en segundos? Erguido y alto, vuela una vez más, tu espíritu brillará, así como lo hiciste en la tierra.
¡Levántate, te ruego!, no te vayas así, tú y yo estamos unidos, no digas adiós. Tu voz es suspiro en el viento y la brisa, en las vías del tiempo, tu amor persiste.
Abuelo, abrazo tu ausencia con el corazón en mano, en cada latido, en cada rincón de lo incierto. Aunque no estés aquí, tu compañía vive en mí, en cada paso que doy, eres mi guía sutil.
El cielo me lanza recuerdos, y tú brillas sin fin, mi ángel, mi padre, eres algo en mí que no tiene fin.
