Capitulo III

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Mi hermano Carlos, no me lo podía creer, Pedro el panadero, el padre de la guapa de Carlota, empotrando contra la mesa a mi hermano metiéndole un pollón enorme por el culo, otra cuñada con cuernos, y esta no por otra mujer, por un tío grande con bigote, Carla la mujer de Carlos, celebraban el santo el mismo día, era todo lo contrario que Carmen la de Teo, una mujer muy agradable y natural que conmigo siempre fue muy atenta y cariñosa, me sabía mal por ella y entendía algún comentario que le había oído a mi hermano de que su matrimonio no funcionaba muy bien, lo que no decía el cabrón es que se lo tiraba un panadero alto con bigote.

Salí de allí traumatizado y me fui para casa a dormir, nunca más pude mirar a mi hermano de la misma forma, y que consté que no era porque le gustaran los hombres, era por la imagen que se me quedó grabada en la memoria.

Los siguientes días todos me encontraron "raro", yo disimulaba haciéndome el tonto, saludaba a Carlota educadamente y me seguía alejando de ella, con Sonia hablaba mucho pero de aquello no podía, era demasiado para mí, podíamos hablar de cualquier tema, ella me hablaba de cosas intimas de su familia y de su hija, yo intentaba comprenderla y apoyarla, la consideraba una buena amiga, le hacía bromas diciéndole a ver cuándo se venía con nosotros a tomar cervezas y pescaba algún hombre para darse una alegría, ella reía y me contestaba que no estaba para hombres, que tal como vivía en ese momento era la mejor manera para ella y que ya estaba bien así. Un tiempo más tarde me dijo que con el padre de su hija no lo pasó muy bien, no me quiso especificar en ese momento nada más.

Trabajar allí me estaba dando otra perspectiva de la vida, hasta entonces había vivido como me daba la gana, como un pijo que los papás se lo permitían todo, me compraron el coche cuando me saqué el permiso, siempre llevaba dinero en el bolsillo sin haberme ganado ni un euro por mi esfuerzo, allí conocí historias de la gente, historias reales de gente normal, gente comprometida con su familia, en sacarla adelante con esfuerzo, gente que luchaba cada día por mantener un nivel de vida decente, gente que no tenía tiempo de pensar en tonterías y tenían muy claras las prioridades de la vida, ellos estaba siendo un ejemplo para mí enseñándome como era la vida real.

Esas lecciones de vida me ayudaron a entender y respetar muchas cosas, entre ellas lo que hiciera mi hermano Carlos con la suya, aunque me seguía pareciendo una putada que mi cuñada no lo supiera.

Una tarde al salir con Lidia para llevarla a su casa, en el parking pasamos por el lado de un chico sentado encima de un coche deportivo muy chulo y muy caro, ella me hablaba de las cosas que le habían pasado en la caja aquel día, llegamos a nuestro coche y al abrir la puerta volví mirar aquel tipo, justo en ese momento salía Carlota con una sonrisa saludándolo con un beso en los labios pasándole los brazos alrededor de cuello, no sé por qué, pero sentí celos, entré en el coche y Lidia seguía hablando sin que yo la escuchara.

Lidia: ¡Nene!

- Como no le hacía caso volvió a repetírmelo levantando la voz.

Rafa: ¿Qué?, sí cariño.

Lidia: Estás muy despistado hoy, ¿se puede saber qué te pasa?

- Intenté disimular.

Rafa: Nada, creo que estoy cansado.

Lidia: Pues que pena, porque quería pedirte de parar en el descampado a hacer algunas cosillas, pero si estás cansado ya me haré una pajita en casa y no pasa nada.

Arranqué el coche y fuimos directos a follar, estiré su asiento para atrás mientras nos besábamos y le quité con prisas los pantalones y las bragas, me bajé los míos poniéndome un condón, pasándome la lengua por los dedos los llené de saliva para lubricarle el coño, se la metí de golpe haciéndole gritar, follé a golpes de cintura fuertes y secos, sacándole un grito de gusto en cada uno de ellos, pero mi cabeza no estaba allí, pensaba en Carlota, nos corrimos y me quedé encima de ella descansando con los ojos cerrados, Lidia me acariciaba el pelo, yo me arrepentía de haber follado con ella pensando en otra, no entendía que me pasaba, porque me afectaba tanto aquella chica.

Secreto familiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora