Soy Ranpo Edogawa, ¡el mejor detective del mundo!
Gracias a mis cualidades, hoy aprenderás conmigo a quitarle esa "timidez" a tu novio.
Spoiler: sale mal.
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☆La historia es de mi total propiedad. N...
Una semana había pasado desde el cumpleaños de Poe, y mi mente no podía dejar de pensar en lo que casi sucedió ese día. La frustración me consumía, anhelando más, pero sin saber cómo llegar a ello. Desesperado, recurrí a la única persona que consideré un experto en estas lides: Chuuya Nakahara, el enigmático mafioso.
Sí, lo sé, suena descabellado. Pero no soy un idiota. Sabía del romance secreto entre Chuuya y Dazai, y esa información era mi moneda de cambio.
Acudí a su encuentro, directo al grano.
—¿¡Qué yo qué!?— bramó Chuuya, una mezcla de furia y nerviosismo en su voz.
—Que tú tienes un romance con Dazai-kun— respondí con calma, como si no fuera gran cosa.
Chuuya negó con vehemencia, intentando convencerme de que no había nada entre él y la "momia". Pero yo no era tonto, los había visto, escuchado... y eso era suficiente.
—Solo quiero que me des una recomendación— le supliqué, sin saber cómo describir lo que realmente necesitaba. Chuuya, intrigado, me presionó para que aclarara mis deseos.
Confesé mi tormento: Poe, mi amado novio, se resistía a dar el siguiente paso. La impaciencia me corroía, y ansiaba consejos para lograr finalmente la intimidad que tanto anhelaba.
Chuuya, con una sonrisa pícara, me miró de arriba abajo.
—Necesito algo a cambio, ya sabes— dijo con la astucia propia de un mafioso. Sin dudarlo, le ofrecí un Petrus, un vino que sabía lo conquistaría.
Sus ojos brillaron al instante. Aceptó mi ofrenda y, con un tono de complicidad, comenzó a compartir sus secretos. Me habló de las ventajas de un baño compartido, de la importancia de la audacia y la seducción.
Sin embargo, sus palabras más sabias fueron:
—Dale su tiempo. Si no está listo, no puedes obligarlo. Habla con él, ten una charla honesta sobre sus sentimientos y deseos.
Confieso que esa última idea no se me había ocurrido. En mi afán por consumar la pasión, había olvidado la importancia de la comunicación.
Agradecí profundamente los consejos de Chuuya, no solo por su sabiduría práctica, sino por abrir mis ojos a la necesidad de una conexión más profunda con Poe.
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Llegué a casa con la mente aún revuelta por las palabras de Chuuya. Sus consejos resonaban en mi cabeza, instándome a hablar con Poe, a tener una conversación honesta sobre nuestros deseos y necesidades.
Me senté en el sofá, esperando su regreso. La tarea que me aguardaba no era fácil. ¿Cómo iniciar esa charla tan delicada? Las ideas me asaltaban, pero ninguna me parecía del todo adecuada.
