once - parte dos

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La terquedad era un rasgo característico de Jeon Jungkook

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La terquedad era un rasgo característico de Jeon Jungkook. No importaba si era un Jungkook de diecisiete o uno de veinticuatro, ser testarudo estaba en el torrente del maknae de la banda desde nacimiento. Probablemente, aún siendo un señor en sus cincuentas, Jeon seguiría siendo ese ser tozudo que siempre había sido. 

Por ello, a eso de las seis de la mañana, ya se podía encontrar a dos Jungkooks allá abajo en la cocina, preparando un desayuno. No habían dormido en toda la madrugada debido a que habían discutido todo el tiempo sobre la relación de Jimin y Jungkook, pues Jungkookie, siendo el cabezón que era, no dejó de hacer las mismas preguntas una y otra y otra vez. 

El maknae mayor sacaba pequeñas tortas de huevo con verduras de una sartén y las apilaba en un platito. El arroz estaba a punto de estar listo en la arrocera y las guarniciones se estaban sirviendo por Jungkookie. Era un desayuno sencillo, pero era lo suficientemente pesado para que Jiminnie tuviera energías para el día. Porque sí, el cocinar tan temprano se debía enteramente a un detalle que el maknae quería tener para con su bonito hyung.

—Sigo sin entender qué es lo que te gusta de Jimin... ¡Explícamelo! —inquirió el menor, azotando los cuenquitos que estaba llenando con las guarniciones como el kimchi, el ggakdugi, y el kongnamul. Su cabeza seguía sin comprender el porqué de todo... ¡le parecía imposible! 

—¿Te tengo que hacer una lista porque tu pequeño tonto maní no funciona? —Jeon rodó los ojos, luego vertió otro poco de mezcla de huevo y verduras en la sartén caliente. Pensó en todas y cada una de las cosas que le gustaban de su novio, tantas que no podía contarlas ni con los dedos de cada uno de los integrantes de Bangtan.

—¡Es que es... Jimin! No puede ser posible que te guste, que nos guste— el chiquillo tembló exageradamente, como si una corriente le hubiera recorrido la espina.

El mayor rodó los ojos, cansado de volver a escuchar la misma cantaleta que escuchó toda la noche. No importaba cuántas veces le hubiera dicho la razón por la cual estaba enamorado de Jimin; el chico seguía yendo al mismo punto. 

—El duelo tiene cinco etapas, Jungkookie. La primera es la negación, luego viene la ira y me parece que vas en la segunda... Va a llegar un punto en el que lo vas a aceptar eventualmente, así que... —el mayor sacó la última tortita de huevo, apagando la hornilla de la estufa y comenzó a acomodar las cosas en una bandeja para subir las cosas hacia su habitación. Acomodó dos tazones de arroz, dos pares de palillos, las guarniciones y lo demás que había sacado—. Jimin tiene muchas de cualidades, cientos. Ni siquiera podría contarlas, pero... la cualidad que más me gusta de él es...  que es él. 

—¿Cómo? 

—Jimin es él mismo, es auténtico. Jimin me ha enseñado muchísimas cosas, demasiadas, pero de entre todas esas, la más importante es que me ha enseñado a ser yo mismo sin tomar en cuenta lo que los demás piensan. Aunque a veces él no toma su consejo... eso se ha quedado conmigo, Jungkookie. Prefiero estar muerto que seguir lo que los demás dictan. 

Jungkookie | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora