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Para sorpresa de nadie

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Para sorpresa de nadie... no, el haberse dado cuenta de que su hyung era como eso que le representaba Busan, no lo redimió de sus pecados cometidos. No era tan sencillo como un abrir y cerrar de ojos. No, no fue como un chasquido de dedos para rehacer todo.  El camino hacia la realización aún era largo, no se podía borrar todo lo cometido de un día para otro —aunque, técnicamente habían pasado semanas ya —. 

Luego de que aquella epifanía de que su hyung de hecho representaba algo para su vida, luego de la regresión que presenció en su mente, se sintió como si lo hubieran arrojado a la habitación por primera vez. Sintió casi como si lo hubieran escupido y empujado con sarna, dejándolo allí solitario y con una venda retirada de los ojos. 

Ahora, lo único que le quedaba era admitir que había estado equivocado. Lidiar con la vergüenza esa que se carga dentro de alguien cuando estaba aferrado a cierta idea y la defendió a capa y espada y que, cuando se dio cuenta de que totalmente errado, no pudo hacer más que esconder la cara como las avestruces que se esconden las cabezas debajo de la tierra. 

Jimin era alguien. No solo alguien cualquiera. Jimin era compañero, amigo, hermano. Jimin era hogar. Para él, de diecisiete, Jimin era muchísimas cosas y lo había sido desde el primer momento en el que ese chico de sonrisa bonita con ojos escondidos y nariz de botón, le tendió su hombro para que llorara. Lo fue desde que Jimin, su hyung, le consoló noche tras noche, cuando se la pasaba llorando por extrañar su hogar en Busan. Lo fue desde que Jimin le animaba comprándole chucherías a escondidas de los demás. Lo fue desde el momento en el que Jimin estuvo para él en cualquier situación. 

Los matices se vuelven distintos cuando se ven desde otra perspectiva. Los colores se tornan diferentes, las tonalidades se vuelcan diversas, todo dependiendo desde el filtro a través del que se les observe. Y Jungkookie ahora veía las cosas de otra manera muy distinta. Le bastó con ver la combinación de caricias que conocía a la perfección, para comprender que Jimin era alguien importante. 

Volver del baño y encontrarse con esa escena que parecía sacada de cualquier drama promedio de los que pasaban en la televisión todos los días por la noche, le hizo sentirse como el primer día en que pisó ese departamento hacía ya bastante tiempo atrás.  Lo que distaba ahora, lo que le hacía diferente de aquella ocasión en la cual el chiquillo llegó, a esa en la que volvía del baño, era que sus ojitos, siempre brillosos y llenos de ilusiones, carecían de hostilidad alguna. 

En vez de observar con aversión, como siempre, ahora observaba a sus mayores con algo de afecto, como si de la nada hubiese florecido un sentimiento de curiosidad acerca de saber sobre lo que pasaba a puertas cerradas con esa pareja que se había acurrucado en el sofá de cuero. 

Esa madrugada, cuando el menor se encaminó hasta el sofá, Jimin hyung se enderezó en su asiento, escondiendo con el cabello lacio su rostro que extrañamente se encontraba más encendido que nunca. Por lo general, sus mejillas siempre lucían sonrosadas sin importar la situación, pero en aquella vez, como si lo hubieran atrapado haciendo alguna travesura, como si hubiese sido atrapado infraganti, se había sonrojado violentamente de una manera encantadora, a decir verdad. 

Jungkookie | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora