Capítulo 34- Sombras de Frío y Oscuridad

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—El hombre es su propio creador de su cielo y de su infierno. Y no existen más demonios que los susurros de su propio ego.

Es importante mencionar que todos los derechos de autor de Harry Potter pertenecen a su autora, J.K. Rowling. Este fanfic es simplemente una adaptación de su historia y no pretende ser otra cosa.

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En una noche estrellada, bajo un cielo teñido de un profundo azul oscuro, dos sombras comenzaron a caminar lentamente sobre la nieve blanca. La luz de la luna llena iluminaba el paisaje, creando destellos plateados sobre la superficie helada. El frío era insoportable, penetrando cada capa de ropa y calando hasta los huesos, pero las dos figuras avanzaban sin titubear.

El viento soplaba con fuerza, haciendo que los copos de nieve volaran en espirales y cubrieran las huellas tras su paso. Cada bocanada de aire gélido se colaba en sus pulmones, pero no había lugar para el calor físico ni mental en ese desolado escenario.

Las figuras eran apenas distinguibles en la penumbra, pero su determinación y propósito eran evidentes en cada paso que daban. Caminaban en silencio, sus alientos salían como nubes de vapor, y el crujido de la nieve bajo sus pies era la única compañía en aquel árido paisaje.

El lugar parecía desolado y olvidado, sin rastro de vida ni calidez. Era un escenario despiadado que reflejaba el estado anímico de las dos figuras. No existía consuelo para el frío que les congelaba el alma, pero ambos se aferraban a su objetivo, a pesar de todo.

El paisaje mostraba su belleza cruda y desafiante; árboles retorcidos se alzaban como guardianes solitarios, y montañas cubiertas de nieve se erguían majestuosas a lo lejos. Las estrellas brillaban con intensidad, como si quisieran brindar un poco de luz y esperanza en aquel mundo helado.

—Anastasia Volkov —habló una voz fría y desprovista de emoción, pero con un atisbo de felicidad.

A medida que avanzaban hacia el bosque cercano, el ambiente parecía cargado de magia. La nieve crujía bajo sus pies y el silencio era absoluto, solo interrumpido por el leve crujir de las ramas de los árboles al moverse con el viento. Finalmente, llegaron a un claro en el bosque, donde una luz tenue y misteriosa parecía filtrarse a través de los árboles.

Allí, justo en el centro del claro, había un velo mágico de Fidelius. La figura más alta sacó su varita y trazó un símbolo en el aire, revelando la entrada al velo. La figura más pequeña miró con asombro mientras ambos atravesaban el umbral.

Del otro lado del velo, se encontraron con una sorprendente escena: una enorme llanura cubierta de nieve se extendía ante ellos, y en el centro había una acogedora cabaña de madera. Las luces cálidas brillaban en las ventanas, y el humo salía suavemente de la chimenea, creando un ambiente acogedor y reconfortante.

Frente a la cabaña, se encontraba una mujer de cabello oscuro y ojos azules profundos. Su mirada era sabia y su presencia imponente, pero a la vez cálida y amable. Era Anastasia Volkov, la Inefable rusa.

Tenía estatura promedio y complexión delgada pero atlética, a pesar de la capa grisácea que ocultaba gran parte de su figura. Su melena larga y ondulada de color castaño oscuro caía sobre sus hombros, y sus profundos ojos azules reflejaban nada más que el ambiente frío del lugar y sabiduría plasmada. Su piel era pálida, con algunas pecas visibles en sus mejillas, que delataban los años que había pasado al aire libre.

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