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El corazón de Samantha latía con fuerza mientras caminaba junto a Félix en el tranquilo parque. A pesar de la serenidad del entorno, su mente estaba llena de conflicto. Aún no había encontrado el valor para contarle a Félix la verdad sobre Sophie, su pequeña hija.

La complicidad entre ellos se había vuelto cada vez más profunda, y el lazo que compartían parecía estrecharse con cada encuentro. Pero el secreto que guardaba en su corazón le pesaba, y temía que pudiera cambiarlo todo.

Félix la miró con cariño, y su sonrisa cálida iluminó su rostro. —Es un día precioso, ¿verdad, Sammy? Me siento afortunado de pasar estos momentos contigo—expresó con sinceridad.

Ella asintió, devolviéndole la sonrisa, pero su corazón se llenó de angustia. Sabía que no podía posponer la verdad por mucho más tiempo, pero también tenía miedo de cómo reaccionaría Félix al descubrir que Sophie era su hija.

A medida que paseaban por el parque, cada detalle de su historia de amor volvía a su mente: el reencuentro en París, las risas compartidas, las miradas cómplices. Pero el recuerdo más profundo y significativo seguía siendo el secreto que guardaba celosamente.

Samantha sabía que debía encontrar el momento adecuado para contarle la verdad, pero también quería proteger a Sophie y asegurarse de que Félix estuviera preparado para enfrentar la noticia.

El dilema en su corazón se intensificaba cada día que pasaba, y la necesidad de decir la verdad se volvía abrumadora. Pero el temor a perder lo que estaba construyendo con Félix la frenaba.

Un aroma de flores en el aire la hizo detenerse. Aquel perfume la transportó instantáneamente a un recuerdo que había mantenido oculto en lo más profundo de su corazón.

En medio del parque, los colores y los sonidos se desvanecieron, y Samantha se encontró de nuevo en aquel día tan especial, hace siete años atrás. Estaba sola, sola pero no realmente, pues estaba acompañada de sus mejores amigas, Ama y Ari.

El sol brillaba en lo alto mientras Samantha sostenía en sus brazos a la pequeña Sophie, apenas unas horas después de haber llegado al mundo. Ama y Ari estaban a su lado, llenándola de apoyo y amor incondicional.

—Es hermosa, Sam. Tienes una hija increíble—dijo Ama con lágrimas de felicidad en los ojos.

Ari asintió emocionada. —Sí, Sophie es un regalo maravilloso. Estamos aquí para ti, siempre—agregó

Samantha sonrió, sintiendo una mezcla de emociones: felicidad, amor, pero también temor y responsabilidad. Nunca había imaginado que enfrentaría la maternidad sola, pero sabía que con el apoyo de sus amigas, podía enfrentar cualquier desafío que la vida le presentara.

Los días que siguieron estuvieron llenos de aventuras y aprendizajes. Ama y Ari no solo eran las mejores amigas, sino también las tías cariñosas de Sophie. Juntas, se turnaban para cuidar de la pequeña mientras Samantha trabajaba o se tomaba un momento para descansar.

Era una tarde soleada en el pequeño departamento que Samantha compartía con Sophie. La risa alegre de la niña llenaba el ambiente mientras corría por el salón, sus pequeños pies dando saltitos de alegría. Samantha la miraba con amor y admiración, maravillada por la energía y curiosidad que emanaba su pequeña hija.

Las noches eran mágicas cuando Sophie se aferraba a Samantha, buscando el consuelo de su mamá en los brazos maternos. Juntas, compartían cuentos antes de dormir y se sumergían en un mundo de fantasía y sueños compartidos.

Durante el día, Samantha se esforzaba por ser madre y padre para Sophie, tratando de estar presente en cada etapa importante de su vida. Aunque en ocasiones era agotador y desafiante, el amor que sentía por su hija superaba cualquier obstáculo.

Las amigas de Samantha, Ama y Ari, eran un pilar fundamental en la vida de Sophie y en su crianza. Ama solía llevarla de paseo al parque y le enseñaba sobre la naturaleza y los animales, mientras que Ari compartía su creatividad y pasión por las artes con la pequeña.

En medio de aquel flashback, Samantha revivió momentos de duda y preocupación, cuestionándose si estaba haciendo lo correcto al mantener oculta la verdad sobre el padre de Sophie. Temía que su ausencia pudiera afectar a la niña de alguna manera, pero también quería protegerla de posibles desilusiones.

Las lágrimas asomaron en los ojos de Samantha al recordar las noches en las que lloraba en silencio, sintiendo la soledad y la incertidumbre de criar a Sophie sin la presencia de su papá.

Pero también había alegría y orgullo en esos recuerdos. Recordó cómo, junto con Ama y Ari, celebraron cada logro y paso importante en el crecimiento de Sophie. Cómo cada sonrisa, cada palabra y cada gesto de cariño de su hija llenaban su corazón de amor y gratitud.

El flashback terminó cuando Samantha abrió los ojos, encontrándose nuevamente en el presente, junto a Félix.

-ˏˋ⋆ Trazos en la ciudad de las luces ⋆ˊˎ- Riverduccion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora