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    —¡Carajo, Percy, sal de encima d-! —Me volvió a hacer cómo periodista que sabe de más.

Las puertas traseras chirriaron al abrirse. La luz del sol y el calor se colaron dentro

Iugh.

—¡Qué asco! —rezongó uno de los camioneros mientras sacudía la mano por delante de su fea nariz—. Ojalá transportáramos electrodomésticos. — Subió y echó agua de una jarra en los platos de los animales—. ¿Tienes calor, chaval? —le preguntó al león, y le vació el resto del cubo directamente en la
cara.

El león rugió, indignado.

LO MATO.

—Vale, vale, tranquilo —dijo el hombre.

A mi lado, bajo los sacos de nabos, Grover se puso tenso. Para ser un herbívoro amante de la paz, parecía bastante mortífero, la verdad.
El camionero le lanzó al antílope una bolsa de Happy Meal aplastada. Le dedicó una sonrisita malévola a la cebra.

—¿Qué tal te va, Rayas? Al menos de ti nos deshacemos en esta parada. ¿Te gustan los espectáculos de magia? Éste te va a encantar. ¡Van a serrarte por la mitad!

¿Y SI MEJOR TE SIERRO YO A TÍ EL PENE, IMBÉCIL?

Se oyeron unos fuertes golpes a un lado del camión.

El camionero gritó:

—¿Qué quieres, Eddie?

Una voz desde fuera —sería la de Eddie—, gritó:

—¿Maurice? ¿Qué dices?

—¿Para qué das golpes?

Toe, toe, toe.

Desde fuera, Eddie gritó:

—¿Qué golpes?

Nuestro tipo, Maurice, puso los ojos en blanco y volvió fuera, maldiciendo
a Eddie por ser tan imbécil.

Un segundo más tarde, Annabeth apareció a mi lado. Debía de haber dado los golpes para sacar a Maurice del camión.

—Este negocio de transporte no puede ser legal —dijo.

—No me digas —contestó Grover. Se detuvo, como si estuviera escuchando—. ¡El león dice que estos tíos son contrabandistas de animales!

«Es verdad», me dijo la voz de la cebra en mi mente.

—¡Tenemos que liberarlos! —sugirió Grover, y Annabeth, Grover y yo clavamos nuestros ojos en él.

Ya estaba lo suficiente jodida en Hogwarts cómo para que más encima tener que ocuparme de lo que pasaba aquí, así que era muchísimo mejor confiar acá en Percy.

Fuera, Eddie y Maurice aún seguían gritándose, pero sabía que volverían en cualquier momento para atormentar otra vez a los animales.

Grover levantó las manos y le dijo algo a la cebra en idioma cabra, una especie de bendición.

Justo cuando Maurice volvía a meter la cabeza dentro para ver qué era aquel ruido, la cebra saltó por encima de él y salió a la calle. Se oyeron gritos y bocinas. Nos abalanzamos sobre las puertas del camión a tiempo de ver a la cebra galopar por un ancho bulevar lleno de hoteles, casinos y letreros de neón a cada lado. Acabábamos de soltar una cebra en Las Vegas.

Maurice y Eddie corrieron detrás de ella, y a su vez unos cuantos policías detrás de ellos, que gritaban:

—¡Eh, para eso necesitan un permiso!

—Este sería un buen momento para marcharnos —dijo Annabeth.

—Los otros animales primero —intervino Grover.

¹ENEMY (PJO&HP)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora