xv | quidditch cup

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   Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo qué se dice relajantes

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   Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo qué se dice relajantes. Los de tercero nunca habían tenido tantos deberes y medio Hogwarts estaba a nada de un ataque de ansiedad, yo incluida.

—¿A esto lo llaman vacaciones? —gritó Millicent Bulstrode una tarde, en la sala común—. Los exámenes están a mil años de distancia, ¿qué es lo que pretenden?

Nadie sabía, las ojeras en mi ahora pálida piel habían aparecido y estaba rogando por una visita a Hogsmeade. Sirius había salido ya de la clínica de reposo metal y nos veríamos en Las Tres Escobas en la próxima salida.

Yo, mientras tanto, tenía que combinar sus deberes con el diario entrenamiento de quidditch, por no mencionar las interminables discusiones de tácticas con Flint. El partido entre Gryffindor y Slytherin tendría lugar el primer sábado después de las vacaciones de Semana Santa. Slytherin iba en cabeza y sacaba a Gryffindor doscientos puntos exactos, pero eso no significaba que Flint no estuviera desquiciado, era su último año en Hogwarts y quería irse a lo grande, no pensaba perder.

Nadie recordaba un partido precedido de una atmósfera tan cargada. Cuando las vacaciones terminaron, la tensión entre los equipos y entre sus respectivas casas estaba al rojo. En los corredores estallaban pequeñas peleas que culminaron en un
desagradable incidente en el que un alumno de cuarto de Gryffindor y otro de sexto de Slytherin terminaron en la enfermería con puerros brotándoles de las orejas.

Los del equipo de Slytherin se habían convertido en mis guardaespaldas personales, se negaban a que Gryffindor quisiera jugar sucio y empujarme por una escalera o algo. Lo intentaron, pero no funcionó.

Eso me ayudó a hacerme más cercana con Adrián Pucey, uno de los cazadores que era un año mayor que yo.

El día del partido llegó. Los terrenos del colegio estaban tranquilos y silenciosos. Ni un soplo de viento azotaba la copa de los árboles del bosque prohibido. El sauce boxeador estaba quieto y tenía un aspecto inocente. Las condiciones para el partido parecían perfectas.

Lo eran.

Sirius estaría en las gradas, emocionado por ver ganar a su ahijada. Seguía sin saber que yo era Slytherin y yo le había pedido al profesor Lupin que por favor no le dijera nada.

Flint recorrió el terreno de juego, mirando a su alrededor y con el equipo detrás. Vimos abrirse las puertas del castillo a lo lejos y al resto del colegio aproximándose al campo.

—¡A los vestuarios! —dijo Flint escuetamente. Nadie habló mientras se cambiaban y se ponían la túnica esmeralda. Me pregunté si se sentirían como yo: como si hubiera desayunado algo vivo. Antes de que se dieran cuenta, Flint nos dijo:

—¡Ha llegado el momento! ¡Adelante...!

Salieron al campo entre el rugido de la multitud. Tres cuartas partes de los espectadores llevaban escarapelas rojas, agitaban banderas rojas con el león de
Gryffindor o enarbolaban pancartas con consignas como «ÁNIMO, GRYFFINDOR» y
«LA COPA PARA LOS LEONES». Detrás de la meta de Slytherin, sin embargo, unas doscientas personas llevaban el verde; la serpiente plateada de Slytherin brillaba en sus banderas. El profesor Snape se sentaba en la primera fila, de verde como todos los
demás y con una sonrisa macabra. Incluso, en las gradas de los padres que a veces iban a ver a sus hijos, Sirius se encontraba con una bufanda de Gryffindor y un banderín, que me buscaba sin cesar en el equipo de Gryffindor, yo me escondía detrás de Flint.

¿Quién le dice?

—¡Y aquí llegan los de Slytherin! —comentó Lee Jordan mirando feo el equipo—¡Potter, Pucey, Malfoy, Bletchley, Warrington, Rosier y Flint! ¡Oigan! ¿¡Por qué Potter es la única mujer?!

—¡Jordan!

—¡Perdón, profesora!

Gracias a los dioses, y a Tyche que estaba particularmente de mi lado hoy, no ví la cara de Sirius por estar escondida disimuladamente detrás de Flint ante mi apellido, Potter.

—¡Capitanes, daos la mano! —ordenó la señora Hooch.

Flint y Wood se aproximaron y se estrecharon la mano con mucha fuerza, como si
intentaran quebrarle al otro los dedos.

—¡Montad en las escobas! —dijo la señora Hooch—. Tres... dos... uno...

El silbato quedó ahogado por el bramido de la multitud, al mismo tiempo que se levantaban en el aire catorce escobas. Sentí que el pelo se me disparaba hacia atrás. Con la emoción del vuelo se le pasaron los nervios. Miré su alrededor. Mclaggen, el buscador de Gryffindor, me pisaba los talones mientras yo me movía por todo el campo.

—¡Slytherin tiene la quaffle! Adrian Pucey, de Slytherin, sobrevuela el campo, ¡ZAZZ! ¡Ah, no! ¡Esa Bludger casi lo deja calvo! —Se burló Jordan, Pucey lo miró mal.

Me lancé en picada contra las torres dónde estaban los padres, con la esperanza de que Mclaggen me siguiera. Me lancé justo hacia un lado un milicentimetro antes de estrellarme, pero Mclaggen no fue tan rápido y se estrelló.

—¡ESA ES MI AHIJADA! —Sirius había lanzado los banderines y la bufanda de Gryffindor a sabrán los dioses dónde.

—¡Eh! —Gritó Lee — ¡Eso es trampa!

Yo buscaba la snitch desesperada. Gryffindor comenzaba a sacarle ventaja a Slytherin, que seguían a cero. Me estaba poniendo de los nervios.

Se estaba convirtiendo en el partido más sucio de Quidditch que había tenido la desgracia de presenciar, y no por parte de un sólo equipo, por parte de ambos equipo. Volaba todo el campo evitando las Bludger de los gemelos Weasley, que me caían bien, pero esto era un partido, aquí no había amigos.

Mclaggen me seguía, yo seguía a la snitch. Mclaggen me estaba sacando ventaja. El buscador de Gryffindor se estrelló contra mí, casi haciéndome caer de la escoba, pero me sujeté de una sola mano del palo de la escoba, con todo el cuerpo colgando en el aire.

Jadeos se escucharon por todo el campo, incluso a Angelina Johnson se le cayó la quaffle de la sorpresa, cosa que Adrián aprovechó para tomarla.

La Saeta de Fuego se movía sin cesar, logré subir con dificultad la otra mano para sujetarme de ambas manos. La snitch sobrevolaba por debajo de mí. Tenía una idea, pero si algo me salía me moría. Literalmente.

Solté con ambas manos la escoba, cayendo en el campo, con la mano extendida. Mi mano se cerró al sujetar la pequeña pelota dorada voladora.

Caía a varios metros del suelo, muchísimos para mí gusto. El impacto me mataría. Mi escoba me salvó, salió justo cómo yo quería. Me sujeté con la mano libre de la escoba, sujetando la snitch en la otra.

—¡Potter tiene la snitch! —Gritó Lee Jordan —¡Slytherin ha ganado la copa, por tercer año consecutivo!

¹ENEMY (PJO&HP)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora