Capítulo 2

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Aprovechó el pago a inicios de mes para dejar la seña, y luego de un par de semanas, finalmente se había mudado. Hubiera deseado ver el rostro del arrogante hombre al momento en que ella firmaba el contrato de alquiler, pero éste ni siquiera se había presentado. Finalmente firmó el contrato, prometiéndose a sí misma que acabaría por comprarla, cuando tuviera el dinero suficiente.

Para ella era un gran paso mudarse de un momento a otro prácticamente sin planearlo. Eso, sumado a que la aprición de esa casa en su vida había sido completamente repentina. Aunque formara parte de la misma ciudad, no solía hacer movimientos de ese estilo sin consultarlo con nadie, ni solía tomar esa calle con regularidad. 

Definitivamente no era una persona que hiciera cosas impredecibles. Toda su vida había estado en la misma ciudad. Había estudiado en los mismos lugares, sin interrumpir su escolaridad por nada del mundo, había sido buena alumna, y se había encargado de ser querida, o al menos intentar ser querida. Era un prototipo de lo que las personas querían que fuera. Así que no, jamás se había arriesgado. Y este movimiento, era lo más interesante que había hecho. 

Aún después de dos semanas, todavía no terminaba de creer que había abandonado la que había sido su casa por dos años, un monoambiente lleno de humedad y de quebraduras, para mudarse a lo que era esa belleza de casa.

Se había apropiado completamente del lugar, colocando sus pocos muebles donde sentía que iban, y poco a poco, estaba cumpliendo los sueños que tenía aquel primer día. Solamente le faltaba decorar una habitación. La habitación que ya tenía una personalidad.

La única habitación amueblada.

Un poco sentía que había decorado su casa para que combine con la habitación, y no al reves. Por un modo u otro no se atrevía a tocar absolutamente nada de ese espacio. Tenía un toque especial, una huella ya marcada. No quería cambiar eso. Estaba ordenada, prolija, con tan solo un poco de tierra. Pero sentía que era un lugar especial que no debía tocar para que no pierda su magia.

Un par de semanas atrás, cuando el camión de mudanza dejaba sus cosas, uno de los hombres había bromeado con que "se estaba mudando a la casa de una artista."

─¿En serio? ─le preguntó la chica.

─Pues claro, ésta es una casa muy importante. Ha estado en alquiler por mucho tiempo, creímos que estaba embrujada o algo así. Pero entonces vienes tú, y resulta que solo se trataba de que es una especie de templo o algo así, ¿no? ─le dijo, con una sonrisa relajada. Ella alzó las cejas y le devolvió la sonrisa, mientras ingresaban ambos a la casa, con dos de sus cajas.

─Bueno, espero que no sea verdad lo del embrujo ─dijo ella, mientras soltaba una sonrisa. Si, también lo había evaluado. Pero esa casa tenía demasiada energía positiva como para llevar en ella un embrujo. 

Había escuchado que las personas murmuraban al pasar por la casa, cosas como "mira, finalmente la han alquilado" o cosas similares. Pero le había encontrado una explicación a los murmullos gracias al trabajador de la mudanza. Sin embargo, esas palabras hacían que su curiosidad aumente y aumente, y que deje de ver esa habitación como un museo. 

Había poca información al respecto en internet. Al buscar, lo único que encontró era que había pertenecido a una persona famosa, que la había comprado por un corto lapso de tiempo y que la había vendido enseguida. En ningún sitio mencionaba de quién era, todo había sido desde el anonimato. Y desde ese momento, Ivy no dejó de pensar sobre quién era la persona que anteriormente vivía en la misma casa que ella ahora.

Sí sabía que era un lugar energéticamente increíble. El calor de hogar no era todo lo que se apreciaba al llegar, sino también una vitalidad increíble que no se encontraba en cualquier lugar. Le encantaba.

Las Cartas de AgnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora