Había tomado tantas fotos que sentía que el carrete le explotaría justo delante de sus ojos. Quería tomar todas las fotos posibles porque también quería recordarlo todo. Tenía miles de mensajes con Henry en los que le contaba las maravillas que la mujer le enseñaba día a día, y otros miles quejándose por el secretismo y el misterio de la misma. Por otro lado, su amigo parecía contento de finalmente ver a Ivy un poco más "viva", o eso le había dicho.
Sin embargo, para Agnes, Ivy seguía sin entender lo que ella quería de la joven. Ésto la estresaba muchísimo, porque aunque sabía que estaba dando lo mejor de sí, todavía no se convertía en esa persona que ella buscaba que fuera. Sabía exactamente lo que quería, y sabía con total certeza que Ivy podía lograrlo, podía abrir los ojos, podía ser la protagonista de su propia vida. Pero la joven insistía con preguntar, y preguntar, y preguntar, en lugar de preguntarse a sí misma aquellas cosas que solo le preguntaba a la mujer.
─¿Pizza? ¿Y luego qué? ─preguntó Francesca.
─Creo que la respuesta no fue lo que quiso, entonces...
─¿Nuevamente silencio? ─completó.
─Si. Creo que ya es algo nuestro encontrarnos aquí ─mencionó ella.
─¿Y... que has aprendido? ─le dijo Giovanno
─¿Aprender? Que Italia es increíble, y que nunca más volveré a comer pizza congelada.
─Solo dime que no es eso lo que le dices cuando ella te pregunta algo ─dijo Francesca, prácticamente con miedo.
─¡Claro que no! ─dijo Ivy.
─¡Ya me estabas asustando! ─sonrió─. ¿No tienes idea de qué es lo que ella intenta demostrarte? ─le pregunta la mujer. Ivy la observó por un segundo mientras escuchaba la campanita de la puerta. Agnes acababa de llegar.
─¿Tú si? ─es lo que alcanza a decirle antes de que Agnes suelte su clásico saludo en voz alta y termine la conversación.
─Bueno, ¿qué lugar del que saldremos sin esperanzas me llevarás hoy? ─preguntó Ivy, sin más. Luego de más de una semana de aventuras las cosas comienzan a ponerse un poco monótonas. Siente las ansias de subirse a la moto de la mujer. Sin embargo, al escuchar la pregunta la mujer soltó una sonrisita y volteó a ver a Ivy.
─En realidad, ya no iremos a ningún otro sitio ─suelta. Ivy levanta las cejas mientras intenta analizar lo que la mujer acaba de decirle, mientras ignora la sensación que le abraza el pecho.
─¿Por qué? ─pregunta, y le sorprende el tono de su propia voz.
─Mira... Olivia ─le dice, usando su nombre completo─. Cuando decidí hacer todas estas cosas, y llevarte a todos estos lugares, fue por algo, por un objetivo ─le decía─. Pero aparentemente no eras la persona indicada para hacerlo, así que he decidido que no te haré perder más tiempo, ni me haré perder más tiempo a mí misma. Fue toda una experiencia, pero...─suspiró─...más allá de si decides extender su estadía o no, ésta es la última vez que nos veremos ─soltó, mientras terminaba de comer su dona.
La joven le había dicho el día anterior que tenía planeado marcharse a Londres en un par de días más. Sin embargo, había evaluado la idea de quedarse un par de días más de la cuenta. Ahora sentía que todos sus planes se caían al suelo.
─¿Cuál era ese proyecto? ─preguntó─. Tal vez si lo supiera podría ayudarte
─No importa ─dijo la mujer negando con la cabeza.
─¡Sí importa! ─protestó─. ¡He pasado días contigo por ese proyecto secreto! ¡Necesito saber qué fue lo que me hizo perder días de mi vida! ─soltó impulsivamente.
─¿En serio crees que los perdiste? ─le dijo, entrecerrando los ojos. Intentando una vez más que la chica se encuentre con esa imagen que ella sabía, podía llegar a conocer.
Sin embargo, Ivy miró por la ventana, como si ni siquiera terminara de replantearse lo que la mujer le dijo, y tras un momento de silencio, mirando a un punto fijo, buscando sus palabras, comenzó a hablar.
─¿Sabe usted que he venido aquí seguida por un impulso? ─mencionó, y... tal vez no fue tan bueno el impulso de dejar las palabras salir de su boca esta vez─. ¿Sabe usted que he utilizado para este viaje los ahorros que había guardado para comprar su casa? ¿Sabe lo que significó para mí este viaje?
─¿Por qué viniste en primer lugar? ─le pregunta la mujer, ignorando e interrumpiendo lo que ella le estaba diciendo. Ivy la mira, sin tener realmente una respuesta─. Porque viniste a buscar algo, ¿cierto? ─le soltó, inclinándose levemente sobre la mesa, apoyándose en sus antebrazos─. Viniste porque algo en mis cartas hizo que en el momento de tener las coordenadas no lo pensaras dos veces antes de meterte a ese avión ─le habla─. No es mi responsabilidad lo que hayas decidido hacer con las cartas que dejé. No es mi responsabilidad que hayas buscado hacia dónde apuntaban esas coordenadas, ni es mi responsabilidad que hayas decidido invertir tus ahorros en esto. No te debo nada.
─Tiene razón ─le dijo, mientras se paraba de su silla─. No me debe nada ─mencionó y luego se marchó.
Era la primera vez en toda la semana que no salía del café para subirse en la moto de Agnes. La vio cuando salió, casi con nostalgia. Una de las cosas que más le había gustado del viaje era poder recorrer la calle de Italia con el viento de la carretera en la cara, pero esa no era ella, sino simplemente una historia de sí misma que se había inventado.
Ella era lo que era; una profesora de Londres, con un bajo sueldo que le alcanzaba para vivir y sacar un porcentaje para los ahorros para su casa.
Por primera vez desde que se había embarcado en todo ese viaje, pensó con claridad lo que acababa de perder.
Todo el miedo que no había sentido le llegó de golpe. ¡Por eso no era lanzada en la vida! ¡Había decidido tener una aventura! ¡Y así le había ido!
Se metió en su hotel rápidamente. Tenía un vuelo de regreso a Londres en un par de días y no se molestaría en perderlo.
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Las Cartas de Agnes
Novela JuvenilComenzó buscando una casa, y en cambio, terminó encontrando algo mejor. La joven Ivy jamás hubiera esperado que aquella casa entre St. James y Charles II fuera a significar una completa aventura, ni que la fuera a transformar tanto. Ahora no s...