No sabía lo que buscaba, esa era la realidad.
Agnes tenía razón. Lo único que sabía era que su viae significaba mucho para ella, y que las cartas le habían dado una gran curiosidad con la que no pensaba quedarse.
En poco tiempo había comprendido que Agnes era una persona muy directa, muy graciosa a pesar de su exterior gélido, y que no importaba lo que fuera a decir, lo diría con convicción. Por eso, cuando la invitó a salir del lugar, Ivy aceptó.
─Ven, súbete ─le dijo, mientras le daba un casco que guardaba debajo del asiento. Ivy la miró mientras alzaba sus cejas. Nunca antes se había subido a una moto. Al menos no que recordara─. Vamos, ¿viniste a por una aventura?
─Pues creo que ya lo sabes. No sé por qué vine ─planteó en voz alta─. Además nunca he subido a una de éstas ─dice mientras observa la moto.
─Cariño, nadie viene a Italia por accidente ─dice la mujer, como si fuese obvio─. Y respecto a ésto... ─dice, y se sube─..no es nada peligroso. Solo tienes que subirte y sujetarte. Soy buena conductora ─le tendió el casco, y esta vez Ivy no temió en colocarlo. Los pensamientos de "estás arriba de la moto de una completa desconocida" llegaron más tarde.
Había tanto para ver, que sentía que no le darían los ojos. Teniendo paisajes hermosos a ambos lados, le costaba escoger a qué lado ver. Mientras viajaba agarrada a la mujer, empezó a deslumbrarse con las maravillas del lugar. Ya no llovía, por el contrario, unos rayos cómodos de sol hacían que su viaje en moto le provocara menor frío en su cuerpo. Entonces comenzó a ver el mar.
Su ciudad quedaba lejos de una costa. Lo más cerca que había estado de una había sido en algunas vacaciones de su niñez o su adolescencia, al menos hasta que sus padres fallecieran. Entonces, la playa dejó de ser tan hermosa como le había parecido antes.
Ahora, se permitía volver a apreciar los colores, y el sonido de las olas rompiendo contra la orilla. Encontró también las montañas, que rodeaban el lugar. Sentía que estaba en un reino, no se sorprendería de encontrar un castillo en medio de todo eso. Adoraba como los colores se mezclaban frente a ella, cómo todo parecía infinito, y lo pequeña que era su existencia en realidad. La dejaba mucho más tranquila, como si le quitara presión saberse tan pequeña.
Era todo lo contrario a la ciudad de Londres, y a la vez era hermoso a su manera. Adoraba su ciudad, la maravilla de su arquitectura y su gente anónima. Pero en este lugar se había encontrado con paisajes que jamás se hubiera imaginado ver.
Agnes era buena conductora, tal y como había dicho. Había dejado de sentir esa preocupación por viajar en moto, y había comenzado a disfrutar mucho del viento que le pegaba en el rostro y las piernas al momento de viajar.
Lo que sí supo, era que antes de que pudieran notar, se encontraban en uno de los muelles, con el mar frente a sus ojos.
─Bien.. primera parada ─dijo la mujer. Ivy se bajó de la moto, algo dubitativa en el momento.
─Wow ─soltó en admiración. Tenía muchas ideas de cómo podía ser el lugar al que iba. Había visto fotos en su viaje, pero jamás se había imaginado que se encontraría con algo así. Como cuando te prometen que la habitación del hotel será increíble y luego al ingresar en él te encuentras con que han tomado la imagen hace diez años y ahora te toca dormir en los restos de lo que fué ese lugar. Positano no la había decepcionado hasta ahora.
─Si... Es un lugar increíble ─menciona Agnes. Entonces, observa el lugar como si jamás lo hubiera visto antes─. Nada que ver con la pequeña ciudad cerrada en la que vives, ¿cierto? ─preguntó la mujer mientras sacaba un cigarrillo. La realidad era que tenía razón, una vez más. Su ciudad estaba rodeada de edificios, recibía la luz del sol, pero no se encontraría jamás en un lugar así.
ESTÁS LEYENDO
Las Cartas de Agnes
Teen FictionComenzó buscando una casa, y en cambio, terminó encontrando algo mejor. La joven Ivy jamás hubiera esperado que aquella casa entre St. James y Charles II fuera a significar una completa aventura, ni que la fuera a transformar tanto. Ahora no s...