Para mí Agnes fue y será siempre el recuerdo de una mujer valiente, luchadora y fuerte. Tenía bastantes secretos, y era muy pero muy divertida. Tenía siempre el comentario justo, la palabra ideal, la intuición afilada, pero carecía de filtro. Esa era mi Agnes.
Ahora saben, quienes leyeron ésto, que Agnes fue una mujer especial y maravillosa a la que por mi orgullo juvenil no pude agradecer todo lo que hizo por mí.
Agnes cambió mi vida para siempre, cambió todo lo que yo creía era vivir, y me dio una vuelta al volante cuando creí tener todo ya hecho. Sin ella, mi vida jamás hubiera tomado este rumbo. Sin ella, no hubiera sido capaz de entregar estas palabras al mundo.
De cierto modo creo que me alegra salir al mundo como escritora, tomada de su mano.
Yo solo quería comprar una casa, y terminé comprando la llave al castillo de mis sueños.
Quería comprar un lugar más cercano a mi trabajo, y ahora vivo entre Londres e Italia, con el corazón partido entre el lugar en el que nací y el lugar donde ella me enseñó a ser.
Agnes adoraba escribir, en letras grandes y cursivas, con muchas curvas y formas extrañas que hacían que mis ojos se confundieran al leerlas, pero la leí fuerte y claro cuando me pidió que jamás dejara de luchar por mis sueños y mis metas.
Así que les diré lo que Agnes intentó decirme a mí - pero con mucha menos elegancia, claro -.
VIVAN.
No dejen que su orgullo los aleje de las personas correctas, o de las enseñanzas que las personas incorrectas pudieron haber dejado antes de ser "incorrectas". No pongan su orgullo antes que su corazón, porque podrían arrepentirse. No dejen nada guardado, jamás. Agnes me dejó miles de enseñanzas, pero por sobre todas las cosas, me dejó con lo que yo más necesitaba: Yo misma. Con mis miles de defectos y mis dos o tres virtudes.
Cambió mi perspectiva, mis sueños, y el enfoque que tenía sobre mi persona. Me cambió a mi, cambió lo que creía real. Tomó mi realidad y la tiró a la basura para construir una nueva yo, una yo que ni yo misma sabía que existía. Y jamás pude agradecérselo.
Eso vivirá conmigo para siempre.
Pero si de casualidad, por alguna magia extraña que nosotros los mortales no conocemos, Agnes llega a leer estas palabras, como un diablillo/angelito en mi hombro, mientras las escribo: GRACIAS.
...
Gracias por mostrarme lugares increíbles, llenarme de patios de fantasía y sabores deliciosos. Gracias por cada apodo y cada llamada. Por las palabras dichas, las noches interminables de juegos, cada abrazo y cada risa.
Gracias por las anécdotas, las siestas en tu cama, la tele alta, la bailarina rota y los miles de regalos. Gracias por escuchar y responder cada una de mis preguntas que incluso a veces eran sin sentido debido a mi edad joven.
Gracias por siempre estar, por siempre preocuparte y celebrarme incluso a distancia.
Gracias por guardarme en un cajoncito cuando mi orgullo fue más grande que mi voluntad de verte, gracias por no enfurecer a pesar de que sé que te habrá costado. Gracias por entender que era una edad difícil, y por perdonarme, porque yo muchas veces no puedo.
Perdoname por no haber podido regalarme más tiempo contigo. Por no haber vuelto antes a la casita de las mil fantasias. Por haber permitido, igual que Ivy que un impulso me aleje de vos para desembocar en el mismo final.
Pero quiero que sepas que aunque ya no estás conmigo sigo aprendiendo de vos. Y que vas a estar para siempre en cada palabra que escriba.
Así que otra vez, gracias porque vas a estar presente para siempre, gracias por tu voz, por tu risa y porque cada vez que veo algo tuyo el elefante se va de mi pecho, y mi corazón vuelve a latir con normalidad.
Decírtelo es obvio. Pero ésto es para vos, todo es para vos.
Y se habrán dado cuenta que esta historia ya no le pertenece a Ivy, sino a mí misma. Que mi lugar de descubrimiento no fue en Positano, Italia, durante mi adolescencia, sino un patio igual de mágico en Ezeiza, Buenos Aires. En la casita de las mil fantasías y las duchas eternas, los laberintos de la casa de la abuela y los jazmines.
Habrán notado entonces que mi Agnes no conducía moto, pero sí fumaba, a pesar de que su piel tenía un olor tan especial que incluso después de tanto tiempo todavía sigue impregnado en mí. Que es en ese aroma especial en el que pienso cada vez que necesito fuerzas. Y que jamás volteó los ojos ante mis preguntas, sino que me sonreía y las respondía con amabilidad.
Porque así como Ivy no pudo imaginar otro nombre más que "Las Cartas de Agnes" para su libro - y el mío -, yo no pude pensar en otra persona mejor que mi abuela Susana para inspirar a esta mujer cuyas palabras me quedan cortas para definir.
Sabrán entonces que al igual que Ivy, uno deja pasar oportunidades, a veces queriendo, y otras veces sin querer. Así que está bien que digan que a los diecisiete no sabes demasiado, porque yo a ni a mis dieciocho, ni a mis veinte sé absolutamente nada.
Lo que sé es que sin mi Agnes, yo no estaría acá. Así que convertimos esto en agradecimientos, especialmente para ella, que es inspiración, es magia, y es vida. Es amor, esperanza, lluvia, sol y vaquitas de San Antonio que me persiguen por la vida.
También a mamá y a papá, que me vieron en el escritorio por más de un año esperando leer lo que yo "tanto escribía." A esas personas que siempre me pone la piel de gallina escribirles, los que me conmueven y apoyan en el camino de la vida. A los que espero poder llevar miles de historias, con los que espero recorrer el mundo.
A mi abuelito, que fue quien puso la escritura en mis venas, dedicándome hermosos poemas desde antes de nacer. Y a mi tía favorita del mundo mundial, la mejor que me pudo haber tocado. La que me ingresó en el taller de escritura que derivó a esta historia y mi clon.
A todos mis amigos. Los que estan, los que no, los que me quieren y los que me quisieron. Y a mis amigos en otro plano que me suben la música de vez en cuándo.
A cada persona que le haya dado una oportunidad a esta historia.
A Agnes, y a Ivy, que aparecieron en mi mente una tarde de verano.
yo más.
ESTÁS LEYENDO
Las Cartas de Agnes
Novela JuvenilComenzó buscando una casa, y en cambio, terminó encontrando algo mejor. La joven Ivy jamás hubiera esperado que aquella casa entre St. James y Charles II fuera a significar una completa aventura, ni que la fuera a transformar tanto. Ahora no s...