Capítulo 2

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~Alex Lombardi, días después del secuestro.~

Camino despacio, pensando si de verdad esto está bien. Sé que puedo perder la candidatura con esto, pero ya no me importa nada. Lo único que me importaba era la mujer que desde hace días no sé dónde está.

Mi teléfono no para de sonar y mi bolsillo no hace más que vibrar. La mayor parte de esas llamadas son: o bien de mi familia preguntándome como estoy o de la familia de Cala, quieren saber si sé algo de ella.

No sé por qué siguen insistiendo. ¿Cómo se piensan que estoy, feliz? Por supuesto que no joder, mi esposa está desaparecida y no sé nada de ella. ¿Creen que tengo ánimos para hablar sobre cómo me siento? No

.Entiendo que estén preocupados, pero quiero estar solo y no quiero hablar con nadie. También comprendo que la familia de Cala esté mal, ella era la luz que iluminaba la vida de todos, pero si supiera algo de mi esposa, yo no estaría así.

Entro dentro de pequeño despacho que hay delante de mí y una vez dentro llamo su atención con dos simples palabras:

- He vuelto. – digo completamente en serio y con la mirada dura.Me mira entre sorprendido, alegre y furioso. Aunque parece darse cuenta de un pequeño detalle, ya que su mirada pasa a una llena de pena.

- Alex, no vas a volver a pelear por esto. Cala, no querría que lo hicieras, así que no lo voy a permitir. Sé que te duele esta situación, pero no por eso vas a desquitarte de esta forma. No sabes controlar tus sentimientos, nunca has sabido hacerlo, y en este estado serás incluso más irracional que antes. – dice mi ex entrenador, levantándose de la silla y queriendo hacerme entrar en razón.

Sé que lo que dice es verdad, pero lo necesito. Necesito volver a sentir esa adrenalina dentro de mi cuerpo, o de lo contrario me volveré loco.

No puedo pegar ojo por las noches, no puedo entrar en nuestra habitación porque su perfume está clavado en esas cuatro paredes, no puedo entrar en casa y ver las fotos de nuestra boda en el recibidor. Simplemente no puedo.

Llevo durmiendo en un hotel desde ese maldito día. No he vuelto a ir a la oficina ni a la sede del partido porque apenas y tengo ganas de levantarme. Simplemente, me dedico a ver su foto, la foto que tengo en mi cartera.

Me paso horas y horas queriendo desaparecer, queriendo que atraviese la puerta de la habitación y me abrace cómo solo ella sabe hacerlo. Intento pensar en un porqué, un porqué que me aclare por qué se la llevaron a ella y no a mí.

- Voy a pelear, te guste o no. Contigo o sin ti, pero los dos sabemos muy bien que si decido buscar a otro, a ese no le importará nada más que ganar. – digo cabreado conmigo mismo. No quería volver a esto, pero no encuentro otra salida.

- Está bien, Alex. Pelearás mañana por la noche, aquí. Escúchame bien, lo harás como yo te diga, sin peros ni reproches o enfados. – acepta, simplemente asiento como respuesta y me voy.

Me subo al coche, una ve fuera y me voy a casa. Ahí tengo todo lo que usaba par pelear. Conduzco por las calles de Milán y en cada una de ellas me viene un recuerdo sobre nosotros.

Ese mismo sentimiento que llevo sintiendo desde hace días se instala en mi cuerpo, el dolor. Nunca había sufrido por nadie, nunca había temido por otra persona que no fuera yo, pero con ella lo hago.

Sufro porque no sé qué le estarán haciendo ahora. Tal vez la estén maltratando, abusando de ella. Puede que ella esté llorando desconsolada en estos momentos, puede que esté llamándome a gritos y yo no estoy escuchando nada.

Se me oprime el corazón solo de pensar en que estará pasándole ahora mismo, y todo por mi culpa. Tenía que haber ido con ella, tenía que haber esperado fuera de ese maldito lugar y traerla yo mismo a casa.

El regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora