Prólogo

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Estoy sin fuerzas, mi cuerpo no puede más. Tengo mil heridas abiertas por todo el cuerpo.

El coche se mueve lentamente y siento como frena en seco. Después la puerta del conductor se habré y se cierra de un portazo.

Mi captor camina lentamente hasta el maletero del vehículo, donde me encuentro atada.

Me saca arrastras y me deja en el suelo, me desata y después pega su cara a la mía. Aunque no lo veo, la tengo tapada con un saco.

- No te lo quites hasta que oigas el sonido del coche irse, entiendes. - dice con voz calmada pero firme.

No sé qué tiene su voz pero me causa mucho miedo. Es como si se clavara en el fondo de mi mente.

- Si... - digo llorosa, después de unos minutos.

- Espero que te guste la sorpresa. - dice antes de empujarme hacia delante.

Caigo de rodillas y poco después oigo el coche alejarse. Me levanto poco a poco, pero mis piernas tiemblan.

Apenas me sostengo en pie cuando consigo quitarme el saco de la cabeza. Veo lo que se alza delante de mi, la iglesia de mi pueblo.

Aquí mismo me casé hace 4 años, los mimos que llevo secuestrada a saber dónde. Camino lentamente hasta la puerta y cuando estoy delante de ella me asomo.

Mis ojos se aguan ante lo que veo delante, mi marido sonriéndole a una mujer en el altar. Se va a volver a casar...

Intento no pensar mucho en ello y avanzo. Cuando ya estoy prácticamente dentro, mi voz resuena dejando a todos congelados en su sitio.

- Ayuda. - digo en un susurro que hace eco.

Él se gira como si hubiera oído a un fantasma, sus ojos se clavan en mí y luego me recorre con la mirada.

Su cara se va poniendo más pálida a medida que ve  todo mi cuerpo lleno de moretones y sangre.

Siento como la energía y la fuerza me abandonan. Entonces me desmayo, escuchando la voz de todos.

Exhalan de sorpresa y después de preocupación, pues mi cuerpo parece que ha sido molido de mil formas distintas.

El regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora