Capítulo 6: Para poder vivir

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Cuando ya era la hora de cerrar, aun había gente dentro la tienda. Últimamente el negocio iba funcionando sorprendentemente bien, ya no podía encargarse él solo de todo. Así que al llegar a casa, ya pasada la media noche, encendió el ordenador y hizo un cartel 'se busca hempleado', no entendía mucho el idioma.

Al día siguiente...

Irina estaba desbordada. Hace un par de días su madre se desmayó en el trabajo y después de hacerle unas pruebas, no había buenas noticias. Los médicos prohibieron cualquier actividad física y por no arriesgarse, tuvieron que ingresarla.

Todo era demasiado para ella, unas semanas atrás Irina ni pensaba en su madre, y ahora por primera vez en su vida rezaba por ella. Es cierto que la forma en que la madre se comportaba en algunas ocasiones provocó que Irina se distanciara, pero eso ya daba igual. Irina le perdonó todo y también pidió disculpas por su comportamiento, por no hacerle caso ni ayudarla a superar lo de su padre. La relación era más cercana que nunca.

Pero ahora que empeoró y no podía trabajar, significaba no tener dinero pues se gastaron todos los ahorros por el tratamiento tan caro. Si Irina quería continuar en el instituto, vivir en la misma casa, seguir pagando el tratamiento médico y llevarse comida a la boca, tenía que trabajar. Ni se lo pensó dos veces, hizo un currículum y después de clase, fue a repartirlo por todas las tiendas abiertas que encontraba por la ciudad. De pronto, encontró una que ponía 'se busca hempleado'. Aunque al principio le asustó esa falta ortográfica, dejo a un lado sus inquietudes y entró en la tienda.

-Perdona he visto el cartel de la entrada y estoy interesada en el puesto -dijo Irina observando la tienda. Se trataba de un puesto de sushi con un dueño japonés, ahora entendía la falta.

-¿Tiene currículum? -dijo el hombre asiático con una sonrisa en la cara, la cual resultaba incluso un poco más inquietante que la falta ortográfica.

-Sí, claro -le dijo Irina mientras se lo daba.

El hombre al ver que Irina parecía de fiar, más la necesidad que tenía por quitarse de encima la preocupación por encontrar a alguien que le ayudase en la tienda, no se lo pensó ni dos veces.

-¿Puedes empezar hoy? -dijo con un delantal en la mano, insinuando que se lo pusiese.

Irina lo cogió y allí empezó su primer día de trabajo. Al principio fue un desastre, rompía cosas y se equivocaba con los pedidos, pero Tatsuya, el jefe, aunque le diera más trabajo, fue paciente y paso por alto los fallos porque sabía que le sería de ayuda cuando aprendiese hacerlo todo bien. Y así fue. Después de unas pocas semanas, la tienda iba mejor que nunca y llegaba a casa antes de la media noche. Irina podía estar orgullosa, compaginaba muy bien las horas de instituto mas las de trabajo, y todo eso sin descuidar la casa ni su madre. Todo parecía ir en buen camino, pero eso solo fue al principio.

Irina empezó a notar lo complicado que era sobrellevar la situación. Porque aunque intentaba encargarse de casi todo, no tenía tiempo para sí misma, ni para sus amigas. Deambulaba como un zombi por los pasillos del instituto del cansancio, pues cada vez dormía menos. Suspendía los exámenes porque casi ni tenía tiempo de tocar su escritorio. Las facturas se le empezaron a amontonar en la mesa de la cocina y para pagarlas tuvo que pedir más horas en el trabajo, pero entonces no tenía tiempo para ir ni al instituto, ni a visitar a su madre, ni a veces incluso comer. Irina estaba castigando a su cuerpo. Se levantaba de milagro gracias a las aspirinas y empezó a descuidar su imagen.

Tatsuya, como buen jefe y sobre todo persona, se preocupó por el estado de Irina. Por eso, cuando terminó ese largo día de trabajo, desde la puerta de su despacho la llamó para que entrara dentro y hablasen. Él solo quería preguntarle cómo le iban las cosas en casa, si quería tomarse unos días libres. Pero lo primero que pensó Irina no fue eso, sino que quería despedirla. Mientras andaba hasta el despacho, se empezó a poner muy nerviosa y a preguntarse como encontraría otro trabajo, como pagaría las facturas si casi ni ahora podía pagarlas, como mantendría a su madre ingresada en el hospital, como seguiría yendo al instituto. No podía parar de repetírselo.

De repente se sintió muy mareada, sus pies no le respondían, era como si su cuerpo le obligara a tumbarse.

-Irina, creo que lo mejor para ti seria que...-decía Tatsuya cuando, de repente, se oyó un estruendo -. Pero, ¿qué fue eso?

Como Irina no respondía, salió corriendo del despacho y se la encontró en el suelo.

IRINA (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora