Capítulo 4: Te quiero

62 3 2
                                    

Al llegar a casa del instituto, se sentó en su silla de escritorio acolchada, encendió su ordenador de segunda mano, lo único que se pudieron permitir sus padres, se conectó en facebook y empezó otra vez, a observar fotos de ella. Irina, la chica de la cual se enamoró. No podía explicárselo, no era la chica más hermosa del universo, ni tampoco es que se tratase de alguien muy sociable, pero desde que la vio en la fiesta de hace un mes no podía sacársela de la cabeza. Se estaba obsesionando con ella. A veces incluso se masturbaba pensando en ella.

De golpe, sintió que era incapaz de mirar más sus fotos, apagó el ordenador bruscamente, se sentó encima la cama y se preguntó cuánto tiempo más se habría de guardar este secreto. Si las circunstancias fueran 'normales' ya le hubiese contado lo que sentía.

-¡Laura a cenar! -chilló el padre desde el comedor

Se levantó de la cama y, al salir de su habitación, se convirtió otra vez en la hija heterosexual que querían sus padres cristianos.

Al día siguiente...

Irina se moría de la vergüenza, aun no podía acordarse de lo que había pasado, pero era evidente. Desde que se fue corriendo de la casa medio desnuda, no le ha dirigido la palabra a Marco, le era demasiado complicado y lo esquivaba cada vez que lo veía en el instituto. No sabe cómo pero consiguió su número de teléfono, y no hacía más que enviarle mensajes o llamarla, dicendo que tenían que hablar. Pero ella no quería hablar, solo olvidar lo que había pasado. Y se le olvidó tanto, que también se olvidó que aun seguía sin bajarle la regla.

Él estaba desesperado, necesitaba hablar con Irina y contarle tantas cosas. Quería hablarle de su infancia, que de verdad se conocieron hace tiempo y que él no pudo olvidarla. Se moría de ganas de contarle que no era una coincidencia que se hubieran encontrado en ese instituto, él la buscó durante años y cuando por fin la encontró, le sucedieron tantas cosas que de golpe se convirtió en el chico popular y fue casi imposible acercarse a ella. Pero todo cambió desde el día de la azotea. Eso si fue casualidad, ese día no quería hablar con nadie más sobre sus logros, estaba harto, así que pensó que la azotea sería un buen sitio para esconderse, ya que estaba prohibido para los estudiantes. La sorpresa de él cuando de golpe entró Irina por la puerta, por lo que no pudo evitar acercase a hablarle, llevaba demasiado tiempo sin oír su voz y tenía tanta curiosidad por saber si ella aun se acordaba de él, que al darse cuenta que no era así, no pudo evitar comportarse de esa forma, como un capullo. Se lamentaba tanto por ese día que quiso disculparse durante la fiesta, pero al ir los dos cómo iban, terminó de esa forma. Marco no se arrepentía de lo que había hecho, para nada. Pero lo que más le preocupaba en ese momento, no era saber que pensaba Irina de él, sino que lo habían hecho sin condón.

Irina con el miedo de encontrárselo, subió corriendo las escaleras. Pero sin querer chocó con alguien, otra vez. Le tiró todos los libros que tenía en las manos, así que lo menos que podía hacer por ella era ayudarla a recogerlos, aunque un poco rápido ya que seguía sin querer encontrárselo, cuando acabaron de recogerlos todos, Irina le pidió perdón

-Lo siento mucho, estaba despistada y no te había visto. ¿Estás bien?

-Si, no pasa nada... - respondió Laura con un tono muy bajo, estaba muy nerviosa.

-¿Eres Laura verdad? Nos conocimos en la fiesta. ¿Te acuerdas? - dijo Irina un poco mirando hacia los lados para ver si Marco aparecía.

-¡SI! - gritó sin querer Laura, no podía aguantar mas, quería salir corriendo.

-Lo sabía -dijo riendo- nos vemos otro día.

Y se fue corriendo, otra vez. Laura hizo un suspiro y de golpe, no pudo contenerse la risa. Empezó a entender porque la quería tanto.

Cuando Rouse por fin encontró a Irina, le contó sobre la posible fiesta que montaba uno del instituto esa misma noche. Llevaban un mes sin salir, no podían perderse esa fiesta. Irina que aun no fue capaz de contarle lo que había pasado, no se le ocurrió en el momento ninguna excusa y al verla con esa cara de cachorrito, con esos grandes ojos negros, medio suplicando que aceptara, le dijo que sí.

Cinco horas más tarde...

Irina al beber demasiado sintió la necesidad de sentarse en ese sofá viejo que parecía tan cómodo, y al estar tan agotada, poco a poco, se le iban cerrando los ojos. Cuando estuvo a punto de cerrarlos por completo, se percató que alguien estaba delante suyo, le puso una manta encima con mucho cuidado y perfectamente pudo oír de su boca decir: 'te quiero'.

IRINA (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora