Capítulo 13: Cara a cara

2 0 0
                                    

—¿Por qué me haces esto? —preguntó mientras el sudor le caía por la sien al acumular tanta tensión.

—Tú no sabes por lo que he pasado... No entiendes nada... —dijo con rabia. Se había contenido durante demasiado tiempo y no podía más—. Si no haces lo que te digo sabrás las consecuencias.

—No, no lo entiendo. Pensé que éramos amigas... —le contestó.

—Al principio sí, pero luego cruzaste la línea —le dijo mientras le pasaba la pistola.

—No... Por favor —le rogó. No quería morir.

—No tienes elección.

Le temblaban las manos. No podía controlarlo. No quería morir, pero no tenía alternativa. Había demasiado en juego. Cogió entonces con las manos temblorosas el arma de encima la mesa, y se la colocó en la cabeza. En ese momento, a punto de apretar el gatillo, su respiración se descontroló. Sudores, tembores, falta de aire, mareos. Estaba teniendo un ataque de ansiedad.

—¡No puedo, no puedo! —dijo desesperada, aún con la pistola en la cabeza—. No quiero morir.

—¡Hazlo ahora, o te juro que la voy a matar! —le ordenó, apuntando con otra pistola a la rehén con la que la amenazaba.

—¡No! Lo haré, lo haré, no le hagas daño...

Durante unos segundos dudó, pero al ver como apuntaba con la pistola a la persona que más quería en el mundo se dió cuenta que nadie la salvaría y que no tenía más remedio que hacerlo.

—Lo siento Sara... Lo siento... Ojalá haber estado más tiempo a tu lado.

Y apretó el gatillo.

Un día antes...

Irina estaba en casa de su novio, con casi los nueve meses de embarazo, cuando de repente sintió unas fuertes contracciones.

—¡Marco! —le gritó con todas las fuerzas a pesar del dolor.

Había roto aguas.

Cogieron el coche de la madre de Marco y se fueron lo más rápido que pudieron al hospital.

—¡Dios mío! —chilló Irina del dolor—. ¡Si no aceleras voy a tenerlo aquí en el coche! —le dijo mientras le apretaba del brazo con mucha fuerza.

—Voy lo más rápido que puedo Irina. Ahora llegamos —dijo Marco con serenidad para que se calmara, aunque en realidad le estaba doliendo mucho el brazo.

Llegaron entonces al hospital.

—¡Infermera! —dijo Marco chillando al entrar—. ¡Ha roto aguas!

Cogieron rápidamente una silla de ruedas y la llevaron a una habitación para ver como estaba el bebé.

—¡La epidural, por favor! —le rogó Irina al médico.

—Lo siento, no podemos ponértela. Estás ya dilatando —le contestó el médico.

Irina no lo podía creer. Se estaba muriendo de dolor y ahora tendría que aguantar más horas así.

—¡Empuja! —le decía el médico.

—¡Estoy empujando, joder! —le contestó Irina, mientras apretaba la mano de Marco; el cual sufría mucho al verla así, pero también por su mano.

—¡Aaaah! —gritó como nunca antes había hecho.

Al cabo de unas horas, el bebé pudo salir sin problemas. Fuerom muchas horas con un dolor insoportable, pero no podía creer que por fin tuviera a su hija entre sus brazos. Tan pequeña y vulnerable, sintió en ese momento una gran responsabilidad para cuidarla.

IRINA (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora