Capítulo 8: Vuelve a casa

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Cuando por fin pudo coger su maleta vieja y gris de la cinta mecánica, salió solo y, aunque nadie le estaba esperando al otro lado de la puerta, tenía la esperanza que alguien lo recibiese, como hace unos diez años con su familia. Pero no había nadie. Salió del aeropuerto y pidió un taxi para volver a casa. Pero, ¿le abrirían la puerta?

Dos días antes...

Irina le contó a Marco lo de su embarazo y las complicaciones que le dijo el médico. Él no podía creérselo.

-¿Qué hacemos? -preguntó Irina asustada.

Marco se quedó pensando unos minutos.

-Tengámoslo -dijo sin pensarlo, causando el silencio.

-¿Estás loco? Apenas tenemos dieciocho años. ¿Cómo lo criaremos? Estropearemos nuestras vidas y ni siquiera estamos saliendo, no lo podremos criar juntos -dijo Irina confusa-. Marco tengo miedo...

-Te quiero -dijo él de repente. Irina se quedó en blanco.

-¿Fuiste tú? En la fiesta de Raúl...

-¿Qué quieres decir? Yo no fui a esa fiesta -respondió Marco extrañado por la pregunta.

-Nada -dijo Irina, apartando la vista.

-Irina, escúchame, te quiero, de verdad -confesó.

Continuó hablando, le contó sobre su infancia, sobre cómo no pudo olvidarla y que no fue una coincidencia que fueran al mismo instituto.

Y antes que Irina le diera una respuesta, la llamaron. Su hermano había tenido un accidente. De golpe, dejó de dolerle la cabeza, se levantó rápidamente de la cama sin decir nada, se cambió de ropa y se fue corriendo. Marco iba detrás de ella.

-Irina, ¿qué haces? Tienes que reposar -le dijo Marco.

Me cogió del brazo para pararla pero, al ver su cara, la dejó ir.

Resulta que su hermano había cogido esa misma mañana el coche a toda prisa, cuando una enfermera del hospital le llamó para contarle sobre la situación de su madre y de Irina. Iba mucho por encima de la velocidad permitida, lo que hizo que no pudiera esquivar un camión que de pronto se puso en su carril. Sorprendentemente, cuando llegó la ambulancia aún seguís vivo, pero estaba muy malherido.

Irina salió del taxi y entró corriendo en el hospital hasta llegar a recepción.

-Mi hermano... acaba de tener un accidente... y me han dicho... que estaba es este hospital.... Se llama Iñigo Pérez... -dijo apenas sin aliento.

-Usted es Irina, ¿verdad? -preguntó educadamente la enfermera.

-Sí, soy yo -respondió asustada.

-La he llamado yo, ahora están operándolo. No sé cuándo más tardarán. Siéntese en la sala de espera de la segunda planta, está al lado del quirófano y así podrá saber algo cuando salgan los médicos.

-Muchas gracias.

Pasaron horas y aun nadie había salido del quirófano. Se le estaba haciendo eterno. Se mordía las uñas hasta sangrar, movía los pies como si quisiera taladrar el suelo, cada veinte segundos miraba la hora en el móvil, a veces se levantaba y empezaba a andar de una esquina a otra del pasillo, otras se quedaba de pie pensando con las manos en los bolsillos. Tic, tac, tic, tac. El reloj parecía ir a cámara lenta.

Irina solo hacía que pensar en lo mucho que quería en su hermano y que lo echaba de menos. Se puso nostálgica, recordó momentos tiernos como el día que le enseñó a montar en bicicleta, el día que le cogió de la mano cuando le cosían los puntos que se hizo al caer por las escaleras, el día que la defendió delante de unos niños abusones, el día que se escondieron en su habitación para no tener que escuchar los gritos de sus padres, el día que la dejó dormir en su cuarto porque tenía miedo a la oscuridad, entre otros que le hacían pensar el héroe que era su hermano para ella. Tenían que hablar y arreglar las cosas, no se podía ir ahora. Cruzó los dedos.

Justo pasó la media noche, los médicos salieron.

-Lo sentimos mucho.

Mi mundo se estaba derrumbando en pedazos.

Dos días después...

No le dijeron nada a la madre, por lo que su tía se encargódel funeral. Los médicos opinaron que era lo mejor para ella, para que no empeorara más de lo que estaba de salud. Vino toda la familia, amigos y conocidos del trabajo de su hermano, incluso compañeros del instituto. Irina contó con el apoyo de Marco, Rouse e incluso otros compañeros de clase, como Laura. Ella se hizo la fuerte y, aun tener gente importante para ella a su lado, solo pensaba que quería irse de ese sitio.

Sus tíos la llevaron a casa, no se oyó ni una mosca en el trayecto.

-¿Seguro que no quieres quedarte hoy con nosotros? -le preguntó su tía mientras Irina bajaba del coche.

-No hace falta, gracias -respondió fríamente, no quería ver a nadie. Nunca tuvo tantas ganas de volver a casa.

Irina anduvo hasta la puerta de casa con la cabeza mirando al suelo pero, cuando llegó, se percató que estaba abierta.

-¿Hay alguien allí? -preguntó asustada.

De pronto, salió alguien.

-Hola cariño.

-¿Papá?

IRINA (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora