Bruno sonríe, ¿voy a casarme con él? 'claro que sí tonta'. ¡Oh Dios, voy a casarme con él! Si no fuera porque no sé dónde está y no quiero que vuelva a ver a Bruno, se lo restregaría en la cara a Lilly.
Entre toda mi alegría interior, Bruno me toma de las manos y me mira a los ojos. Sonríe y se acerca a mi oído.
— ¿Y tú mi amor? ¿Te casarías conmigo? –sonrío ante el cosquilleo que su aliento me provoca.
— Claro que sí.
Me abraza y sé que lo hace porque es muy pronto para mostrarnos tan afectivos frente a mis padres. Le doy una ligera mordida a su oreja y esas mugres ganas de vomitar regresan a mí. Pequeño, no te haría ningún daño evitarme estos vómitos.
Salgo corriendo al baño y Bruno está detrás de mí. Intento cerrar la puerta para que no entre pero me es imposible. Lo ignoro por un momento y expulso mi desayuno. Me lavo los dientes y mastico una de las mentas que tengo en el bolsillo trasero del pantalón.
— Um, me... estoy acostumbrando –sonrío.
— No es normal que vomites tanto y tienes poco tiempo.
— Oye –agarro su mano –es casi normal. El doctor Flynn dio que sería diferente porque mi embarazo es diferente, pero... estoy bien.
— Si tú lo dices, tenemos cita este fin de semana.
— ¿Tan pronto?
— Es la última que tendrás en Barcelona –me sonríe. '¿qué?'.
— ¿última? –sonrío fingidamente.
— Supongo que con todo esto te dejaran volver conmigo.
— Pero yo no quiero volver contigo –miento y me río. Me da un ligero golpe en la frente y me besa.
— No mientas, niña mala.
— Te encanta que sea mala –le miro lascivamente.
— Me encanta.
Cierra la puerta del baño y me besa. Me empuja poco a poco hasta que me hace sentarme en la taza del baño. De alguna manera cambiamos de lugar y ahora soy yo la que está sentada en sus piernas.
Me apresuro a quitarle la camiseta y el hecho de saber que mis padres están afuera lo hace todo mucho más excitante. Vuelvo a sentir esa sensación de estar excitada cuando aprieta un poco mi trasero. Me abraza, apegándome mucho más a su magnífico cuerpo y sus labios pasan a mi cuello.
— No hagas mucho ruido o me detengo –amenaza. 'cállate tn______'.
Deja un rastro de besos mojados desde mi mandíbula hasta mi clavícula. Baja con increíble lentitud el tirante de mí brasear y mi blusa, sigue con sus besos hasta mi hombro y muerde cuando se empieza a terminar el camino bloqueado por mi blusa.
Me sujeto con firmeza de su cabello y pego su rostro a mi pecho a lo que él sonríe y me hace un buche. Río ante las burbujas de aire que hacen sonoros ruidos contra mi piel.
— No tienes límites Mars –beso sus labios.
— No, no los tengo cuando estoy contigo.
— O sea siempre.
— Exacto señorita.
— Futura señora Mars–sonrío ante la idea. Él y yo sentados en el jardín de alguna casa, encanecidos y viendo a nuestros nietos correr.
— Futura señora Mars –repite, se le escucha orgulloso de decir.
Me levanto de sus piernas y doy un salto cuando me da una nalgada. Lo miro y el parece divertido con mi reacción.
— Quédate donde estás.
Me quedo quieta, esperando a que me diga que tengo un insecto o algo por el estilo, pero solo me observa, suspira y sonríe.
— Es que desde aquí puedo admirarte completa. Eres tan bonita.
— Bruno, me ves todos los días.
— Pero en todos te ves diferente, cada día más hermosa, no tengo tiempo para admirarte bien todos los días. Hoy estas más que preciosa. Divina.
— No se hable de usted Sr. Mars, es increíblemente guapo, atractivo, sexy y hermoso.
— ¿De verdad? –dice confundido y... sonrojado. Dios, ¡está sonrojado por algo que le dije! Sonrío ampliamente en mi interior.
— Claro que sí –pellizco sus mejillas.
— El bebé será hermoso entonces.
— Más que eso, tendremos que contratarle seguridad para que los demás no se lo coman –sonrío.
Me acaricia las mejillas con sus dedos y simplemente me observa. No sé qué hice para merecer que este hombre tan hermoso sea mío pero... agradezco que lo sea.
Salimos del baño y mis padres no están. Los llamo y nada, así que estamos solos. Me volteo a ver a Bruno e imito la acción de mi madre de hace una hora, jalándolo por la corbata, subo las escaleras con él detrás de mí y la urgencia de volver a quitar su camisa.