Éxito - Spider-Boy

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Pasaron más de cuatro meses desde la desaparición de mi amigo. San Valentín, el día de la bandera, el inicio de la primavera, semana santa, el día de la tierra, incluso mismísimo día de las madres no me pudieron ser más indiferentes al igual que el resto de las celebraciones, pues también comencé a olvidar la desaparición de mi amigo, ya que nada me llevaba a otro lado que no fuera Ashcorp, lugar en el que era imposible investigar sobre Brandon. Un mes atrás terminé el entrenamiento intermedio de Kung-Fu y Jiu-Jitsu, en mayo terminé con el Ninjutsu, sólo faltaba por acabar con Karate, Judo y Krav Magá. Tenía la idea de comenzar a diseñar un traje para las peleas y para alguna que otra actividad que realizara con mis poderes, con una combinación de colores que me ayudaría a pasar inadvertido por las noches sin perder identidad en la ciudad, pero dedicaba más tiempo a practicar artes marciales, así como para estudiar ingeniería en software, y habiendo dominado el desarrollo de sistemas informáticos, me metí de lleno a la seguridad cibernética.

Con el tiempo fui ganando notoriedad en las calles, siendo el segundo mejor luchador del Estado de México, detrás de Roberth Brown, luchador al que no planeaba enfrentar dentro de poco. Analizaba mis poderes cada catorce días y me daba cuenta de varias cosas, pues definitivamente los poderes que tenía eran las mismas habilidades que la araña tenía, exceptuando algo: yo no creaba ninguna telaraña. Volví a viajar a los laboratorios Ashcorp en busca de más información sobre este arácnido.

Llegando al lugar, me dirigí a la sección de biotecnología, donde noté una nueva patente expuesta al público. Lo llamaban biocable, una cuerda tres veces más resistente que el acero pero con la suavidad de una seda, creada con una proteína sintética basada en la genética de los arácnidos en cautiverio. Me llamó la atención, pues sonaba a un invento interesante, ya que además de su inmensa resistencia, el biocable, como su nombre lo indicaba, podía ser utilizado para instalaciones eléctricas con un mayor nivel de ecología debido a su nivel de conductividad que dejaría obsoletos a los minerales conductores, pero antes de leer más, me percaté de que había gente con trajes de negocios saliendo de una puerta que llevaba la leyenda «Acceso solo a personal autorizado», llamando mi atención, pues era el mismo tipo de personas que observé durante la excursión, sin embargo, a menos que tuvieran una distribución carente de sentido en el edificio, no había sentido alguno en que sus inversionistas se reunieran en una sala al lado de un sitio abierto al público general.

Observé la entrada con detenimiento, especialmente su cerradura, que se activaba por voz. Realmente había poca seguridad vigilando el acceso, ni siquiera había cámaras observando aquel lugar, lo cual sólo podía significar que detrás de las puertas era donde se encontraría todo el arsenal preparado para detener a quien no estuviera autorizado. A pesar de eso, no necesité entrar para saber que ahí ocurría algo, pues igual que el día que me infiltré ahí con Hannah, un zumbido comenzó a resonar por el edificio, haciendo que las luces parpadearan nuevamente, pero sin cortar la electricidad. El movimiento de los trabajadores comenzó a aumentar, no era el momento de entrar, sino de salir.

Al hacerlo pensé en lo incómodo que era caminar con mi traje de peleas por la calle, y llevar una mochila con mi ropa sería molesto, por lo que empecé a plantear un nuevo invento para desplazarme como una araña lo haría: un lanzador de redes. Basándome en lo que leí del biocable, supe que podría usarlo y modificarlo un poco para adecuarse a mis necesidades. Lo más importante era que debía permitirme ir más rápido, pero eso significaba que necesitaría crear un dispositivo capaz de calibrar la presión con la que se dispararía la red. Además, pondría mis aprendizajes en programación a prueba.

Al dar la una de la madrugada, me puse el traje y la máscara, tracé rumbo a Ashcorp, donde tuve que esconderme en las sombras para esperar a que ningún androide de seguridad estuviera en mi camino para poder tomar una de las cápsulas del biocable. Sin embargo, cuando los autómatas dejaron de aparecer, llegaron varios hombres con batas de laboratorio, uno de ellos llevaba un maletín, abrieron la puerta restringida y desaparecieron ahí dentro. Sin moros en la costa, golpeé el cristal blindado donde se encontraba una de las cápsulas del biocable, y aunque las alarmas no sonaron, lo que sí volvió a sonar fue aquel zumbido, menos ensordecedor y más estable que la vez anterior, precediendo un estruendo de aplausos en lo que parecía estar detrás de aquella puerta, pero como si ésta dirigiera a quien entrara hacia un nivel inferior.

El Arácnido, el Soldado y el velocista: Tres historias de origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora