Mi nombre es Brandon. Nací siendo el mayor de mis dos hermanas, a las que dejé de frecuentar en cuanto pasé a la secundaria. Mis papás se dedicaban a la pedagogía, eran mi brújula moral. Desde que tengo memoria, ellos me han enseñado la importancia de respetar y ayudar a todos. Un día, durante un viaje familiar, encontramos a un cachorro en medio de la carretera, nervioso y asustado; mi padre detuvo el carro, me dijo que lo acompañara para salvarlo, pero me negué por miedo, así que él bajó solo para agarrar al canino, arriesgando su vida por él. Cuando subió al carro junto al perro, él se disculpó con todos, asegurando que no podía quedarse quieto dejándolo morir. Agregó que era su deber moral ayudarlo, y repitió que lamentaba habernos asustado. Después seguimos el camino junto al nuevo integrante de la familia, al cual llamamos Wilson.
Unos años después, mi madre fue acusada injustamente de fraude, durante el juicio, el difamador decía que ella había robado dinero de la escuela donde trabajaba, sin embargo, mi madre siempre se mantuvo firme, y nunca ofendió directa ni indirectamente al que la acusó, lo cual me sorprendió, ya que él la tachaba de impostora, ladrona y decenas de crímenes más. Al final mi mamá quedó libre, de manera justa, sin mancharse las manos.
Meses después, mis padres tuvieron una discusión con mis tíos, y los ofendieron gravemente, pero de todas formas, a los pocos días, tuvieron una charla, y mis papás les pidieron disculpas, cosa que para muchos era sinónimo de debilidad, y en ese momento creía lo mismo hasta que me encontré en una escena similar. Cuando tenía siete años, mi amigo Logan y yo discutimos por algo insignificante, pero que en esa edad fue importante para nosotros: una figura de acción. Ambos forcejeamos por ver quién se quedaría con el juguete, aunque al final ninguno de los dos lo hizo, pues éste terminó cayendo por el borde de las escaleras, en un sitio tan estrecho en el que ni él ni yo podíamos introducir la mano. A esa edad, eso fue motivo de enojo para los dos, y el resto del día permanecimos sin hablarnos. Sin embargo, durante la salida de la escuela, las maestras, enteradas de nuestra amistad, pero ignorantes del último conflicto, nos sentaron juntos para que esperáramos a nuestros padres. Aunque al comienzo no nos hablamos, su padre llegó por él al mismo tiempo que el mío por mí, así que salimos todos juntos, mientras ambos adultos conversaban un poco sobre sus trabajos, hasta que salimos del edificio, y en medio de la calle, los dos notaron que estábamos peleados, cuando ninguno de nosotros quiso despedirse del otro.
En lugar de llevarnos a nuestras casas, nos llevaron a un centro comercial, donde nos sentaron en completo silencio, dejando que únicamente observáramos a las personas pasar, discutir y disfrutar entre sí. Sentí un ligero arrepentimiento, pero no tenía el valor suficiente para decirle a mi amigo «lo siento». Habíamos discutido por un sinsentido, ¿Acaso eso valía la pena como para arruinar nuestra amistad? Ni siquiera era nuestro, lo habían comprado nuestros profesores. No había necesidad de discutir por eso, pues tampoco conseguiríamos nada al hacerlo, y al mismo tiempo nos dimos cuenta.
En mi cabeza repasé cada pelea que tuvimos, todas olvidadas y perdonadas, pues no había punto en continuar enojados todo el tiempo. Además, tras cada una de nuestras discusiones, era como si el universo quisiera que nuestra amistad prevaleciera, y en aquella mentalidad infantil no podía dejar de decir que nuestro corazón estaba tan unido que nunca se podría separar; cuando esas palabras no generaban vergüenza ajena.
Sin embargo, no quería verme débil al pedir disculpas, pero al mismo tiempo, me sentía más débil sin mi amigo. Y la única forma de sentirme fuerte nuevamente fue poniéndome de pie y haciendo lo que nunca creí que haría, pues le dije que lo sentía, y él también se disculpó. Al siguiente día, durante el recreo, ambos entramos a la bodega de los conserjes, tomando un par de escobas sin permiso y cuidando no alertar a los androides. Introduje los trapeadores en el espacio de las escaleras, deslizando el juguete hacia afuera, Logan agarró el muñeco y lo llevó a los lavabos para limpiar el polvo que tenía. Al final, nos turnamos para jugar con la figura de acción, y tras cada discusión posterior volvimos a unirnos, pues no queríamos separar nuestra amistad.
Con el tiempo los juguetes dejaron de interesarnos mucho, y comenzaron a gustarnos cada vez más los videojuegos, en donde podíamos vivir esos mundos que nos imaginábamos, y ahí, en el género de acción, noté las capacidades que el cuerpo humano podría llegar a alcanzar con el entrenamiento necesario, por lo que en la vida real también comencé a hacer calistenia. Aunque mis padres ya eran altos, rápidamente superé la estatura de mis compañeros y empecé a llamar la atención de muchos de ellos, aunque lamentablemente, muchos me envidiaron e incluso hicieron prejuicios, creyendo que yo era un ególatra que hacía todo por llamar la atención.
Por esta razón decidí permanecer con pocas personas en mi círculo social, pues yo sólo quería que la gente me respetara igual que yo lo hacía con los demás, y solamente Logan y un par de personas más lograron ganarse mi confianza. Desafortunadamente, en quinto de primaria mis padres nos cambiaron de escuela a mis hermanas y a mí, pues preferían que estudiáramos en el mismo plantel donde ellos trabajaban para facilitar nuestro transporte; y aunque no impidió que siguiera viendo a mi mejor amigo en los fines de semana, sí disminuyó nuestro contacto. Cuando íbamos en sexto grado, supe que había hecho algo muy grave, y por más que les rogué a mis padres para que me regresaran a mi antigua primaria, nunca lo hicieron, por lo que Logan y yo sólo pudimos volvernos a ver cuando entramos a la secundaria, meses después de que él recibiera tratamiento.
Él tenía una conducta más agresiva y una perspectiva más negativa, sin embargo nunca se atrevía a hacer lo que pensaba hacer, ya que primero pensaba en las consecuencias de sus acciones. Pero aun así había momentos en que lo debía tranquilizar. Desafortunadamente, los bravucones de la escuela no ayudaban en esto, y temía que algún día fuera a hacerles daño a ellos y a sí mismo. De todos modos, nuestra vida no podía ir mejor, pues había comenzado un nuevo año y yo mantenía mis esperanzas en que todo estaría bien, pues el 2054 había sido muy errático, así que esperaba más tranquilidad y estabilidad, no sólo para mí, sino para todo el mundo...
Un día, durante las vacaciones de invierno, Logan fue a mi casa el último día de descanso. Después de comer, estuvimos jugando videojuegos y platicando un poco.
—¿Sabes quién más vaya a ir mañana? —le pregunté a mi amigo.
—Del grupo B, sólo irán diez, y del C, irán la mayoría. Tengo buenas y malas noticias sobre el D y de nuestro grupo —respondió cauteloso; sabía a quiénes se refería.
—No sé si ir mañana, sólo es una excursión más. Puedo ir otro día, a solas.
—Es para elevar el ánimo, Logan. Oye, ¿No deseabas visitar los laboratorios Ashcorp? Además —añadió con tono burlón—, ni siquiera sabes cuál es la buena noticia: Hannah estará en nuestro grupo. Ir a Ashcorp con ella... tu sueño en bandeja de plata.
—Pero la mala noticia son Charles y Jayden —dije decepcionado—. ¿Algún día me dejarán tranquilo? De verdad, a veces sólo quiero golpearlos con todas mis fuerzas...
—Tú mejor que nadie sabes lo que provoca la violencia. Hay consecuencias.
—Y tú sabes por qué se provoca la violencia. Conoces lo que la causa.Continuamos jugando hasta que se hizo de noche y él se fue a su casa, preparé mis cosas para el regreso a clases y luego me dormí. Al siguiente día me dirigí a la escuela, los autobuses estaban preparándose para salir, todo transcurrió tranquilamente, hasta que vi que Charles, el bravucón de la escuela, empezó a molestar a mi amigo. Fui a ayudarlo, pero entonces llegó Jayden, el amigo de Charles, y tuvimos una pelea los cuatro, dañando el laboratorio, hasta que llegaron los maestros y los androides de seguridad para detenernos. Nos castigaron ese día, aunque lo peor se lo llevaron quienes empezaron la pelea. Dos semanas después, Logan y yo nos pusimos de acuerdo para que visitara su casa en la tarde. Una compañera nuestra, Hannah, también quería ir a verlo ese día, así que acordé con ella que iría a su casa primero para ir con mi amigo después de eso, por lo que tomé un rumbo distinto al de siempre, pero al dar vuelta en la esquina pude notar una camioneta negra con ventanas polarizadas. Traté de no sugestionarme y seguí con mi camino, hasta que vi que el vehículo se acercó a mí rápidamente, sabía que iba a tener que pelear, pero los que bajaron llevaban macanas eléctricas, de las que fui incapaz de defenderme. Me taparon el rostro y me llevaron a un lugar que no reconocía, de vez en cuando algunos científicos llegaban para inyectarme algo o para asegurarse de que no intentara escapar, y me mantuvieron así por casi tres meses...
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El Arácnido, el Soldado y el velocista: Tres historias de origen
Science-FictionPortada hecha por Grecia Leal, @GlowSpeech En el año 2055, el mundo se enfrenta al inesperado resurgimiento de los metahumanos. Spider-Boy, Eagle Warrior y Quickshoot se verán abrumados por la carga de una identidad que nunca eligieron. A medida que...