Prólogo - Quickshoot

0 0 0
                                    

Era febrero, apenas llevábamos un mes de regresar a clases tras las vacaciones navideñas. Seguía emocionado por ver a mis amigos todos los días y convivir con los demás alumnos, aunque lamentablemente cada día era más difícil socializar, ya que mis profesores se hacían más estrictos, pasaban de aparentar ser amables a ser aborrecibles; un clásico. Pero aun así había tiempo para convivir, poco, pero había, y siempre lo aprovechaba al máximo. Mis mejores amigos seguían conmigo, con casi diez años de amistad, y a muchos les sorprendía saber que Paola, Gael, Luis y yo éramos inseparables.

Estábamos en clases de educación física, el profesor nos ordenó que corriéramos todo el tiempo que pudiésemos para probar nuestra resistencia, pero yo no aguanté mucho, y a los pocos minutos de comenzar el entrenamiento me rendí.
—¡Vamos! Puedes hacerlo mejor, no te rajes todavía —dijo Luis.
—No, lo siento —respondí con la respiración acelerada—. Odio correr.
—Ándale —exclamó Gael—. Si quieres que una chica se fije en ti, y no por pena de verte así, debes de ser más activo, nadie va a querer a alguien cansado y lento.
—Gracias por hacerme el favor, estoy buscando novia ahora mismo —respondí sarcástico mientras abría mi botella con dificultad. En ese momento se acercó Paola.
—Vamos, chicos. Continúen o no nos aceptarán en el club de deportes.
—¿Todavía estás ilusionada con eso? —pregunté mientras mi respiración se normalizaba—. Es hasta el siguiente año. Mientras tanto... Con calma, por favor.
—Sí, pero nunca viene de más prepararse para el futuro, ¿No quieres seguir conmigo? —dijo Paola. Gael y Luis soltaron unas risas burlonas a espaldas suyas.
—Siempre lo haría. Sólo déjame tomar agua —dije mientras me levantaba del suelo y ella se alejaba corriendo vigorosamente. Los demás fingían ignorarnos.
—¿Sabes algo, Axel? —exclamó Luis mientras se acercaba a mí—. La forma en que te mira, y en la que no te mira... Creo que le gustas. Bueno, somos mellizos, es cierto lo que dicen, tenemos una conexión psíquica. O más bien, leemos el diario del otro.
—¿Tienen un diario? —interrumpió Gael—. Son raros. Además, los hermanos casi no quieren que se liguen a sus hermanas, y no quiero ofenderte, Axel, pero no eres...
—Yo digo que es buena opción, al menos para ella —exclamó Luis cortante.
—No, gracias —respondí poniéndome de pie—. Vámonos, el maestro ya nos vio.

Después de unas horas terminaron las clases, me despedí de mis amigos y me dirigí a mi hogar, no era un largo camino, aun así pude ver cuando el cielo pasó de tener un brillante color azul, a tener decenas de nubes cubriendo las calles con un gris oscuro, y en sólo unos momentos, comenzó a llover, así que empecé a correr para llegar a mi casa rápido. Escuché relámpagos cerca de mí, tan agresivos que me obligaron a acelerar el paso hasta que noté que los vellos de mis brazos se erizaron al igual que mi cabello, y fue cuando vi una luz tan brillante que me obligó a cerrar los ojos, a la par de una explosión ensordecedora. Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo, acompañada de una ansiedad intensa, misma que me obligaba a moverme lo más rápido que pudiera, como si me estuvieran persiguiendo, así que comencé a correr lo más rápido que pude.

Me encontraba en un vacío interminable, sin luz ni límites físicos, un escenario lleno de paz, pero que me hacía sentir inseguro. Seguía corriendo, intentando escapar de ese lugar oscuro, avanzando lo más que podía hasta ser capaz de ver algo, y entonces una luz roja brilló alrededor de mí como un aura, pero seguía sintiendo ansias, hasta que sentí un fuerte golpe en la cara. Abrí los ojos y me encontraba en otra ciudad, a pesar de que tenía vista borrosa, sabía que no estaba en mi hogar. Un joven de mi edad con un traje rojo, blanco y verde me estaba cubriendo el rostro con lo que sentí como una venda, no pasó mucho hasta que me desmayé.

Abrí los ojos y me encontraba en casa, me sentía más tranquilo, pero no tenía idea de cómo había llegado ahí. A pesar de todo, no dejé de sentirme inseguro en ningún momento, y cuando volteé la mirada vi la imagen más aterradora de toda mi vida. Frente a mí observé, rodeados de un charco de sangre, los cadáveres de mis padres y de mis dos hermanos, sus cuerpos se encontraban destrozados, como si hubieran sido desmembrados sin éxito por quien estaba detrás de ellos: un borrón azul, o una especie de humo, con la silueta de un hombre dentro. Sentí furia, terror y tristeza al mismo tiempo, no tenía idea de qué hacer ni cómo reaccionar, así que caí sobre mis rodillas y agaché la cabeza mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, con una gran impotencia que se apoderaba de mí.

El Arácnido, el Soldado y el velocista: Tres historias de origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora