Nuevo mundo - Eagle Warrior

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Llegamos a Monterrey, sentía que acababa de empezar una guerra que nunca iba a acabar. Ariana no me inspiraba confianza, a pesar de que ella fue la que me sacó de esos laboratorios, debía ser precavido. Dijo que su amiga nos esperaría en la terminal, pero en el lugar había demasiados guardias, y si Troy había avisado de mi escape a la a policía, esos guardias armarían un espectáculo, por lo que debía estar atento en todo momento.
—Tranquilo, mi hermano tendrá mucho poder, pero no sabe adónde fuimos, sólo sabe que la policía no es tan tonta. Jamás lo apoyarán en esto —dijo Ariana.
—Sólo estoy asegurándome. No quiero repetir lo de los laboratorios —respondí mirando a mi alrededor. Ella miró su celular e hizo un gesto de decepción.
—Ximena va a tardar más de lo que dijo —Ariana y yo nos sentamos en unas bancas de la terminal, pasamos unos segundos en silencio, yo estaba paranoico, y ella me miraba desconcertada—. Me estás poniendo nerviosa, ¿Podemos hablar de algo?
—Que haya confiado en ti no significa que seamos amigos.
—Es que este silencio es incómodo, ¿De verdad no quieres platicar de lo que sea?
—Eres su hermana, ¿Por qué me ayudas a mí y no a él? Es que no tiene sentido.
—Que seamos familia no significa que debamos apoyarnos todo el tiempo. Él nunca lo hizo, y aunque lo hubiera hecho, no podía soportar ver lo que hacía con sus sujetos de prueba. Tu amigo, el de la mordedura de araña, él está bien, ¿Verdad?
—¿Lo mordió una...? Espera, ¿Cómo saben...?

La amiga de Ariana llegó e interrumpió nuestra conversación involuntariamente, pero aun así la saludamos con amabilidad, fingiendo que no estábamos incómodos entre nosotros. La chica, tras un par de minutos, nos llevó a su casa.
—Mis padres compraron esta casa hace años —exclamó mientras abría la puerta—, pero nunca tuvieron mucho tiempo para darle forma. Cuando vine a estudiar aquí se convirtió en mi hogar. He hecho todo lo posible para que los invitados se sientan cómodos —dijo mientras me sonreía—. Hay cuartos arriba, tienen cama, baño y espacio para guardar ropa... —Ximena nos miró a Ariana y a mí, se percató de que llevábamos poco equipaje—. Aunque bueno, hay un centro comercial a unas calles de aquí.

Después del breve recorrido, subí a uno de los cuartos de invitados y me quedé ahí un rato, la casa era grande, con un diseño victoriano y acogedor. Nos encontrábamos en una de las colonias más seguras de la ciudad, pero aun así no podía sentirme más inseguro. La habitación tenía una cama individual, una cómoda, un espejo y una puerta que daba al baño. Me miré en el espejo, notando que mi cuerpo era más grande, más de lo que había notado en un inicio. Entonces Ariana entró al cuarto.
—¿Cómo te sientes? No quiero incomodarte más —dijo en un tono lento.
—Estoy bien, sólo debo acostumbrarme a mi nuevo mundo, supongo.
—No tendrás que hacerlo. Mañana temprano empezaremos con todo, pero sólo prométeme algo. Ximena no sabe por qué estamos aquí, le dije que veníamos de visita por unas semanas nada más, si se entera de la verdad, tal vez nos quiera sacar. Ya está en peligro, no la expongamos más.

Las palabras de Ariana no me convencían del todo, puso en riesgo a su amiga por una probabilidad que ni ella misma sabía si estaba a nuestro favor. No me sentía seguro sobre el tema de dormir ahí, todavía no. Así que, cuando anocheció, me escabullí de la casa y fui a caminar por las calles. Me sentía como una nueva persona, pero no podía describir bien quién era ahora, pues al mismo tiempo, sentía que carecía de identidad.

Después de unos minutos decidí sentarme en una banca, observando todo mi panorama y permitiéndome reflexionar más sobre mi nueva vida. Aunque no estuve ahí por mucho tiempo, llegué a considerar que sólo estaba siendo pretencioso y que lo que me hubiera ocurrido no era algo tan importante y que, como cualquier adolescente, estaba haciéndome pasar por alguien que no era mientras buscaba mi identidad. Entonces, una persona se sentó al lado de mí, y sin mirarme directamente comenzó a hablarme.
—Cuántas vueltas da el mundo, ¿Verdad? —exclamó una voz masculina—. Sé lo que sientes, Brandon —Lo observé al escuchar mi nombre, encontrándome con Troy Ashford ahí mismo, sentado a un lado de mí y completamente vulnerable—. Estás pensando en atacarme y terminar con esto antes de que siquiera empezara. Aunque lo quisiera, esto no es tan sencillo. Hay muchas repercusiones legales, y digamos que tu amigo arácnido y tú no están beneficiados por la ley de ninguna nación.
—Te recomiendo que vengas más protegido la próxima, sabes qué puedo hacer.
—Espero que no haya una próxima ocasión, por eso vine a ti en bandeja de plata. Verás, el mundo cree estar mejor sin metahumanos, creen que sin ellos no habría más guerras, pero ¿Cuántas guerras ha habido en las que ustedes no estuvieron involucrados? Conflictos con siglos de duración sin actividad metahumana, ¿Cuánto crees que habrían durado si alguno de ustedes hubiera estado ahí? Las guerras se ganan con armas, y te creé para ser una de las mejores, para ser como una estrella de la mañana que se interponga ante las naciones. Porque a diferencia de ellos, yo confío en ti, eres el futuro. Serías el ser humano más poderoso del mundo.
—Estás esperando una guerra que ni siquiera sabes si vendrá. Crees que las guerras se ganan con armas, pero no te importa lo que piense yo. Da igual cuál de nuestras posturas sea correcta, no podremos llegar a un acuerdo jamás.
—Bien —exclamó poniéndose de pie—. De cierto modo sabía que no ibas a aceptar, pero tuve fe en ti, Brandon. Tal vez aún seas joven para comprender las consecuencias de tus acciones, porque hoy acabas de declarar una guerra.

El Arácnido, el Soldado y el velocista: Tres historias de origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora