Héroes - Quickshoot

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Mi armario estaba casi vacío, y cada día lo estaba más. Poco después de mi charla con Brandon comencé a salir a las calles usando mis poderes, no quería llamar demasiado la atención pública, pero la fama era algo inevitable, y con el paso de los días, los rumores empezaron a esparcirse. Necesitaba comprar más ropa cada día, el crimen no descansaba, por lo que enfrentar asaltantes era algo que debía de hacer mínimo una vez por hora, en cada ocasión con un conjunto diferente, ya que el anterior se habría convertido en un montón de trapos quemados; por esto necesitaba dinero, y lugares donde pudiera comprar ropa barata.

Me encontraba en la escuela, después de mucho tiempo, a los profesores no les interesaron las circunstancias y decidieron sobrecargarme de trabajos, proyectos y tareas que no pude entregar en esos tres meses. Mis compañeros me miraban extraño cuando en un día le entregaba más trabajos que lo que ellos harían en una semana, así que varios comenzaron a ofrecerme dinero por hacer sus tareas. Y aunque necesitaba dinero, también necesitaba descansar, mis ahorros eran sólo de no almorzar nada.
—¿Seguro que no vas a comer nada? —preguntó Gael durante el receso.
—No tengo hambre, simplemente es eso —exclamé eludiendo el tema.
—Tenemos clase de educación física en dos horas, y si todos los días te pones así, serás el estudiante que se desmaya en los honores a la bandera —respondió Gael.
—No te preocupes tanto, si fuera más rápido, o al menos se moviera, necesitaría energía. Pero es tan lento como un político mandando a pavimentar —dijo Luis.
—Está bien, chicos —interrumpió Paola—. ¿Nunca han hecho cardio en ayunas?
—Parece que no. Mírenlo así, les estoy dando la ventaja —En ese momento oí a lo lejos la sirena de un coche patrulla—. Chicos, debo ir al baño, esperen tantito, regreso en corto —dije mientras me levantaba de forma apurada dirigiéndome a los sanitarios.

Cuando llegué, tomé carrera para ir al origen de la sirena, rayos rojos envolvieron mi cuerpo como un aura, y entonces corrí. La patrulla se estacionó frente a una casa. Antes de que los androides bajaran, unos gritos de dolor se escucharon, entonces intentaron abrir la puerta a golpes, pero fue en vano, por lo que uno de ellos tomó un soplete y lo usó para derretir las bisagras e ingresar en la casa. Los androides tenían mejor capacidad de predicción que un humano, así que los miré desde una esquina para ayudarlos si lo llegaban a necesitar. En cuanto entraron, se escucharon algunos disparos, seguidos de gritos, y cuando el ruido cesó, los cuerpos de los androides fueron arrojados fuera de la casa. Si adentro se encontraba alguien capaz de derrotar a dos autómatas debía intervenir, pero tenía miedo de terminar igual, aunque tampoco quería que nadie muriera; pensarlo demasiado comenzó a ponerme nervioso, por lo que comencé a agitar la pierna, cada vez más rápido, hasta que sentí electricidad correr alrededor de mí. Entonces escuché un disparo dirigido hacía mí, la bala se acercaba con lentitud, y conforme más me movía, más lenta se hacía; era mi oportunidad. Corrí hacía el tirador, lo golpeé con fuerza, luego lo tomé y lo llevé arrastrando a toda velocidad hacia la estación de policía. Pero sentía que algo me faltaba; el origen de esos gritos de dolor, la víctima aún estaba ahí.

Regresé a la escena, acercándome con cuidado. Sacudí mi ropa para apagar las llamas provocadas por la fricción, pero podía oír el llanto de una mujer en el interior, así que apresuré el paso. Entré y ahí estaba, cabello rubio y baja estatura; era la chica de los laboratorios Hellking, con los ojos llorosos y escondida detrás de un mueble.
—¡No te me acerques! —gritó nerviosa, con una voz demasiado desgarrada.
—Tranquila, no te voy a hacer nada. Mira, soy yo, ¿Me recuerdas? —dije agachándome con cuidado, tratando de que mi tono al hablar no sonara amenazante.
—No... No te acerques —Me alejé—. ¿Qué le pasó a Samuel? Ese malnacido...
—Lo llevé a la policía, ya estás a salvo, ¿De acuerdo? —respondí mientras me acercaba lentamente, y poco a poco dejó que lo hiciera hasta que me senté a su lado.
—Todo pasó tan rápido, él era mi novio, pero lo terminé y se enfureció. Hoy llegó siendo muy amable, pero de pronto fue muy atrevido —suspiró—. Le recordé que ya no éramos novios, y se enojó, entonces comenzó a golpearme varias veces.
—Ya estás bien. ¿Necesitas que te traiga algo? No sé si quieras estar sola...
—No, no, por favor no te vayas —gritó aterrada—, no quiero que alguien más venga. Él tenía amigos y familia, algunos eran igual de repulsivos que él.
—Estarás bien —miré hacia todos lados—. Ten mi número, si llegas a necesitar algo, me mandas mensaje... —dije mientras sacaba mi celular de mi pantalón, notando que estaba un poco quemado—. ¡Verga! —susurré frustrado—. Tengo asuntos que atender, pero si necesitas algo, mándame mensaje. Sólo no se lo vayas a pasar a nadie.
—¿Tú eres el rayo humano del que hablan? —preguntó tímida y confundida.
—Necesitas descansar, no pienses mucho en lo que acaba de ocurrir, trata de mantenerte ocupada, ¿Vale? —Ella asintió con la cabeza—. Cuando nos vimos en el laboratorio dijiste que tenías un hermano, ¿Lo puedes llamar?

El Arácnido, el Soldado y el velocista: Tres historias de origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora