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Oribe al escuchar a Guillermo rió y lo tomo de sus rizos mientras le daba rodillazos en el estómago –¿Qué te pasa imbécil? Estás loco y aparte eres un maricon–

–¡Te vas arrepentir de todo Oribe Peralta Morones!– expresó Guillermo mientras veía como escupía sangre de su boca.

–¡Cállate! Ni quién te tenga miedo– respondió Oribe mientras le daba un golpe en el rostro a Guillermo. El pobre chico de rizos se quedó aturdido por el golpe, pero no quería demostrar debilidad. Peralta soltó a Guillermo haciendo que su cuerpo rebotará en el suelo sucio y frío, después Peralta miró a cada uno de sus acompañantes y notó que faltaba alguien –¿Y dónde carajo está Andrés?–

–Esta solo en un salón, parece que le picó la misma mosca a Andrés que a Guillermo... Simplemente están locos– contestó Javier Hernández.

–A ver, vamos– ordenó Oribe mientras jalaba a Javier para que lo dirigiera.

Por otro lado, Guillermo seguía en el suelo quejándose un poco sobre el dolor que sentía pero veía como poco a poco sus agresores se alejaban de él pero hubo algo raro: vió como Giovanni Dos Santos se separó de la bola poco a poco, corrió y se metió a un salón vacío y oscuro. Algo tramaba Dos Santos, y Guillermo no dejaría escapar la oportunidad de poner controlarlo. Guillermo se levantó del suelo y corrió, y por un pequeño hueco que había en las ventanas observó detenidamente.

–Entonces así es como eres el mejor en química...– susurró Guillermo con satisfacción pues había visto a Dos Santos y la profesora de química besandose y obviamente Guillermo le tomo fotos a eso.

–Que pena Giovanni... tú si me caías bien– mencionó Guillermo en voz baja mientras se alejaba del salón y miraba las fotos.

En cuanto a Andrés, sólo miraba a un rincón del salón en que estaba y no paraba de taladrar su mente con la llamada tan misteriosa y perturbadora, que mencionó el lugar de su sueño. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por sus “amigos”.

–¡Andrés! ¿Qué haces aquí? Tenías que hacer tu trabajo con Guillermo– gritó Oribe mientras recargaba sus manos en la parte de la mesa de la banca.

–¡Yo ya no me quiero involucrar en eso!– declaró Andrés mientras fruncía el ceño.

–¿Puedo saber por qué?– preguntó Oribe lleno de furia.

–Oribe...Guillermo prepara algo para nosotros...yo lo sé y nos va a hacer mucho daño, aunque paremos ahora mismo él va a seguir y se asegurará de que seamos los más infelices hasta el último día de nuestras miserables vidas– contestó Andrés con miedo mientras su cuerpo volvía a temblar, volvía a retumbar su mente y lo aterraba aquella llamada y lo llenaba de desesperación.

–Si que están locos los dos– siguió Oribe mientras se sentaba en una banca pues la clase no tardaba en iniciar.

–Y escuchen todos... Tiene prohibido hablarle a Andrés– declaró Oribe con una gran sonrisa.

Rafa vió de arriba a abajo a Andrés, después susurró –Idiota–

Andrés observó despectivo a Rafa, para después dirigir su mirada a ver como todos se alejaban de él. Pero es que a él realmente le aterraba la idea de que Guillermo pudiera ser el que le llamó la noche anterior... temía al futuro, pues sabía que Guillermo no estaba bien mentalmente porque una vez pudo ver todo lo que tenía escrito y dibujado en su libreta que siempre escondía de todos; vió los rostros de todos plasmados en ese cuaderno pero esos rostros estaban dibujados con una expresión de dolor, tristeza y agonía, y por otro lado, tenía escrito miles de pensamientos y párrafos que te erizaban la piel, pero hubo que marco completamente a Andrés:

“Tú me gritas, me golpeas y me torturas pero te aseguro que un día cortaré tu garganta con mucha satisfacción, luego tomaré una aguja y te voy coser tu maldita boca y finalmente te cortaré los brazos y así ya no podrás volver a hacerlo. Y así viviría feliz.”

Sin embargo, a Andrés lo tomaban de loco siempre, así que esa vez no iba a ser la excepción.

Pasaron unos minutos, y Guillermo llegó arrastrando los pies al salón y se sentó hasta atrás de una fila, pero nadie pudo evitar ignorarlo, su rostro aún tenía sangre y en su ropa también había manchas de ese líquido rojo. Guillermo sintió todas las miradas sobre él pero sólo se sentó y empezo a dibujar en su cuaderno.

Acabó la jornada de clases y, Guillermo con un paso lento y quejándose en voz baja sobre el dolor que sentía que cada vez que hacía un mínimo movimiento, sin embargo, recordó que esa noche le tocaba jugar con Giovanni y una sonrisa se dibujo de nuevo en su rostro. Sin embargo, alguien atrasó su siguiente movimiento en el tablero y ese fue... Andrés Guardado. Este llegó por detrás de Guillermo y lo tomo del hombro –¡Guillermo!–

Guillermo al sentir ese toque en su cuerpo se enfureció y volteó hacia atrás
–Suéltame estúpido–

–Guillermo..¿Tú fuiste el que me llamó?– preguntó Andrés mientras su cuerpo no dejaba de temblar.

Guillermo miró cada ojo de Andrés –¡¿De qué hablas?! Ni siquiera tengo tu número de teléfono...animal inútil– su sangre hervía y quería golpear a Andrés pero se tranquilizó, dió la media vuelta y volvió a caminar.

–¡Se que tienes en tu cuaderno!– recordó Andrés para así conseguir negociar con Guillermo. El chico de rizos volteó a ver a Andrés con una mirada espeluznante, simplemente generaba pánico aquel mirar.

Guillermo caminó hacia Andrés y lo tomó de su camisa. Andrés sintió como su cuerpo sudaba , su corazón tenía un palpitar acelerado, respiraba de forma descontrolada, y sentir la mano fría y delgada de Guillermo sobre él, hizo que se quedará atónito ante la penetrante mirada de Guillermo.

–¿Cómo sé que eso es verdad?¿Qué viste?– cuestionó Guillermo con una voz ronca y seca –¿Y por qué piensas que yo soy el que te llamó?–

–Sé todo sobre lo que dibujas y tus pensamientos psicópatas...porque eso eres, un maldito enfermo mental– contestó Andrés tratando de demostrar un poco más de superioridad.

–Ya sé para donde va esto..¿Quieres unirte a mi, verdad?–

–Sí...te puedo ayudar a lo que quieras con la condición de que a mí no me hagas nada– condicionó Andrés.

–Shhh...es un trato de palabra– contestó Guillermo soltando a Andrés. Después se miraron a los ojos y Guillermo sólo se marchó en silencio y dejando un ambiente frío y sombrío.

𝐑𝐮𝐞𝐠𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥𝐥𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora