Fuertes y profundas eran las aspiraciones del susodicho, justo después de haber asesinado a otro pokémon de su misma naturaleza. Cerró los párpados al tiempo que apretujó el distintivo de medialuna ensangrentado sobre su pecho, marcando en su rostro la dicha de haber dado otro paso más en su objetivo.
Pero no tardaría en cambiar su semblante, pues entre la oscuridad que le rodeaba, pasos reverberantes se acercaron por su espalda con un pulcro y firme marchar, muy característico de un militar.
—Así que ahora te dedicas a asesinar Bisharp —La voz del que alguna vez fue su pupilo probablemente le habría erizado el pelo, de haberlo tenido en ese momento—. Puedo ver tu resentimiento.
—En lo más mínimo, Bismuto.
Dándose la vuelta, destapó con vanidad la capucha de su azarosa y malograda vestimenta, exponiendo el rostro de un imponente Lucario portando una deslumbrante corona, en cuyo centro yacía una lustrosa gema teñida de ocre con inclusiones rojiazules espiraladas. Seguidamente, planchó con sus almohadillas el fino terciopelo bermellón de su ahora manto real, arrojando una nube de polvo hacia el entrometido.
—¿Tanto extrañas el trono que nunca volverás a tener en tu miserable vida?
Una risa moderada y tranquila se escuchó desde el pecho de Wolframio, quien giró la cabeza con el chasquido de sus dientes.
—¿Sabías que el pacto todavía puede hacerse, aún sin la sangre de Aguamarina?
—¡¿Cómo?! —La confianza de Bismuto se esfumó.
—No estuviste del todo equivocado en un principio, sí pretendía utilizar a Cobalto, pero ¿quién habría pensado que atraerías a un heredero directo de mi linaje ancestral?
—¿Hablas de ese tal Magnum? —Titubeó y sus pupilas perdieron consistencia.
—Sangre pura de Seferia, mucho más poderosa que la de mi nieto. ¡Es solo cuestión de tiempo para que esta era llegue a su fin! ¡Mua-jajajajaja!
—¡MALDITOOOOOO! —Bismuto se abalanzó con todas sus fuerzas hacia Wolframio.
Entrelazaron sus manos en una pelea que poco duró, pues la fuerza de Wolframio era más que suficiente para doblegarlo, dejándolo de rodillas con los carpos fracturados.
—Nunca tuviste la oportunidad de derrotarme, ¡y nunca más podrás intentar derrotarme! ¡Porque yo...!
Puso un pie sobre el pecho de Bismuto y le arrancó con rencor ambos brazos.
—¡SOY IMPERECEDERO!
Habiendo terminado con su vida, quiso desechar los miembros recién cercenados, mas no pudo soltarlos. Por más que agitó las patas, el metal que conformaba las palmas de Bismuto se había fundido en su piel, formando una aleación que ningún maestro forjador podría deshacer.
Sumido en desesperación, desgarró sus finos ropajes ceremoniales con las esquirlas de metal que traía incrustadas en su pellejo. Debido al forcejeo cayó al suelo y manchó la bermeja vestidura, haciéndole perder su color, y con el mismo azote, su corona también rodó.
Conforme pasaba el tiempo, el metal del Bisharp carcomía sus extremidades, cambiando la forma de sus pinchos por un par de argentas navajas y convirtiendo sus dedos en guantes metálicos. Trató de arrancarse la dermis como último recurso, pero solo impulsó aquella desdichada metamorfosis.
En la penumbra, un Bisharp vestido con una malograda túnica azabache se lamentaba en silencio, sintiendo la frialdad de la imperfección en cada fibra de su ser. Abrió entonces los ojos, revelando el artefacto ensangrentado que cargaba en su mano derecha y que había estrujado con desamparo antes de su tragedia. Su corazón férrico se aceleró y concibió un impulso indetenible de rascarse la cuchilla que destacaba en su frente.
ESTÁS LEYENDO
Pokémon: La odisea del creyente
FanfictionUn Zangoose se embarca en una aventura para ponerle fin a la guerra de su nación, sin saber que su búsqueda lo llevaría a un camino repleto de oscuridad. PG-15: Violencia, lenguaje fuerte, uso de armas, alcohol y drogas. Arte de la portada hecho po...