Quinto Acto: La tierra de la verdad. Parte 3

414 31 70
                                    

Hacienda Magnum, Ciudad Zekrom; martes 27 de agosto del 5154 d.D.; 7:30 am.

—Señorito, su madre pregunta por usted, ¿ya vio la hora? Se le hará tarde para ir al colegio —Un Gallade mayordomo irrumpió el entrenamiento del Lucario con unos pequeños golpecitos, asomándose por la puerta abierta del salón de entrenamiento.

—¿¡S-Steve!? —El joven Chase, quien se encontraba haciendo una esfera aural, terminó lanzándola hacia la pared, fallando el ataque contra el objetivo de práctica y haciendo un gran agujero por el cual se filtró la luz matinal—, ¡Me asustaste!

—Señorito Chase, será mejor que vaya a ver a su madre, pues está preguntando por usted. Déjeme encargarme de este inconveniente... —comentó levantando una tabla rota—, ya van tres esta semana, le vendría de maravilla entrenar también su percepción aural... como recomendación.

—Oh... —Tomó uno de sus receptores de aura con la mano derecha y lo acarició un poco—, ¡lo tomaré en cuenta! ¡Gracias Steve! —Se despidió inclinando la parte superior del cuerpo.

Chase relajó el paso a través del extenso jardín que dividía a la mansión principal del Dojo y las casas de los empleados, deleitándose con el aroma del pasto recién cortado. Un Floatzel que regaba el césped con su chorro de agua, se vio obligado a detenerse y a saludar.

—¡Buen día, Señorito! ¿Entrenando tan temprano? —La nutria acomodó su chaleco inflable, al observar cómo Chase asentía con la cabeza, y siguió regando con su hidrochorro.

El camino de las pétreas baldosas que sobresalían de la tierra lo llevó a pasar por un lado del estanque de peces, el cual rodeó con cautela. Mantuvo fija la mirada en el agua cristalina, por si veía a uno de los peces nadando por ahí. Un Finneon se asomó por fuera de la superficie y escupió un chorro de agua, dejando bien empapado al perro.

—¡Aaah! ¡Malditos peces! ¡Grrrrr! —Les ladró unas veces para desquitarse.

Se vio obligado a sacarse la playera para exprimirla, y después de sacudirse el líquido absorbido por su pelaje, se vistió. Un segundo chorro de agua fue disparado del hocico de otro pez, pero a pesar de haberlo esquivarlo, terminó mojado de nuevo por un tercer chorro proveniente desde su punto ciego. Al ver que no se encontraba seguro en ese camino, decidió huir de las ráfagas acuosas por el fino césped recién cortado.

Después de cruzar las áreas verdes, llegó a uno de los portales laterales de la gran mansión. Se detuvo en el barandal de acero reluciente que llevaba a la enorme puerta de ébano, garigoleada y recién barnizada, examinando los arbustos floridos que separaban al césped de los cimientos de la edificación. Un par de Roserade jardineaban entre las flores, y al percatarse de la mirada del Lucario, detuvieron sus actividades para saludarlo al unísono.

—¡Buen día, Señorito Magnum! —Las chicas rieron alegremente y siguieron recortando las flores.

—¡Hola! ¡Les están quedando muy bien esas petunias!

—El hijo del Teniente es muy guapo —Una de ellas le comentó con una voz moderada a la otra.

—Y que lo digas, ¿viste cómo se le pega la playera? ¡Se le marca todo! ¡Jijiji!

El Lucario se percató de lo que decían las jardineras y la pena hizo que se sonrojara, abandonando el lugar y azotando la puerta al querer deslindarse de la situación. Ellas se rieron después de esta escena y celebraron con un choque de puños aquella misión cumplida.

El perro azul olvidó por completo limpiarse las patas en el tapete de la entrada, dejando un camino de lodo por todo el mármol recién encerado. Esto, aunado a la escurridera de agua, provocó que él mismo se resbalara y cayera de sentón. Al escuchar el golpe en el suelo, una de las mucamas Gothitelle corrió para ayudarle a levantarse.

Pokémon: La odisea del creyenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora