Tercer Acto: El camino fragmentado. Parte 3

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''Un gran sabio alguna vez se preguntó si existiría la verdadera divinidad. Si aquellos a los que alabábamos en los cielos, eran algo más que una creencia visceral. Si los acontecimientos de nuestro mundo estaban regidos por una balanza marcial, definiendo el destino de cualquier subsistencia carnal. ¿Cuál sería la gran necesidad de aquellos seres, de someter y subyugar nuestra libertad? Nadie se animó a comprender su pesar, y el gran sabio pereció en una tumba olvidada por toda la eternidad. ''

Diario de los perdidos: El prólogo; Año desconocido.


Después de caminar un par de cuadras, Zeraora avistó el punto de reunión acordado entre ella y el conocido de su padre. Un terreno baldío atiborrado de matorrales, guarecía un vehículo parecido a una camioneta, en la cual un Electivire acomodaba algunos artilugios mientras esperaba a sus invitados. Cargaba con algo de chatarra en la parte trasera, pues tenía espacio adicional al no ser un vehículo de vapor.

—¿Ese es? —Preguntó Incineroar a Zeraora, quien apenas y podía mantener la compostura mientras el pequeño castor brincoteaba de un lado a otro por la emoción de salir a pasear con sus amigos.

—Sí, ese ¡Quítame a este zopenco de encima!

Zeraora manoteó muy enfurecida, pues el Bidoof se había adherido a la espalda de la gata, en un intento de abrazarla para agradecerle su cordial invitación a jugar. Incineroar se acercó a su amada al ver dicha escena; tomando al castor por la cola, lo cargó de esta manera hasta llegar a la camioneta aparcada entre la maleza.

— ¡OYE! ¿ESTE ES OTRO TIPO DE JUEGO? ¡MI COLA! ¡AAAH!— El pequeño Bidoof pataleaba con fervor para zafarse, pero se encontraba a merced de las garras de su compañero.

Lucario se había atrasado un poco, pues había decidido terminar su bocadillo en el camino. Observó la escena de los dos gatos y liberó una carcajada, pero lo que sucedió a continuación lo sorprendió, haciéndolo parar en seco durante un momento.

Electivire tomó una de sus colas y la clavó en el cuerpo de Bidoof, emitiendo una descarga eléctrica que lo dejó paralizado y sacando espuma por la boca. Sin perder el tiempo, tanto Zeraora como Incineroar lo amordazaron fuertemente, atándole patas y boca con una soga para evitar que se moviera o dijera palabra alguna. Para que su viaje fuera más cómodo, metieron con rapidez al pequeño castor dentro de un cofre metálico y lo sellaron con candado.

— ¿¡Qué están haciendo!?— Preguntó Lucario mientras se acercaba a los tres pokémon.

—Esto era parte del plan, tiene que sufrir, ¡que se dé cuenta de lo débil que es para que no se vuelva a meter en nuestro camino! ¡Jajajaja! —comunicó la Zeraora seguido de una carcajada maliciosa y risas por parte de Incineroar y Electivire. 

—Claro, eso, jaja —Lucario respondió en voz baja esta vez mientras se reía de una manera forzada, pues en realidad le había impactado el secuestro de Bidoof, no hallaba qué decir mientras sus amigos le daban palmadas en la espalda y lo invitaban a subir al vehículo.

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Tanto Zangoose como Buneary se encontraban en la parada de la carreta pública para partir hacia sus hogares, cuando Glameow se les acercó caminando de una manera muy inusual. Con sus mejillas coloradas dejaba mostrar las ansias que le daba al hablar con Zander, mostrándose muy ruborizada con el simple hecho de dedicarle una palabra. Titubeando, la gatita decidió romper el hielo frente a su líder de equipo.

—Oye Zander, ¿q-qué harás hoy? Meow.

—Vaya, no sabía que también caminabas en dos patas Ariel —comentó el gordo sin responder la pregunta inicial de la minina.

Pokémon: La odisea del creyenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora