CAPÍTULO DIECIOCHO

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—Levántate ahora mismo —la voz autoritaria de Leo lo despertó de un salto.

—¿Puedo preguntar qué mierda te pasa? —preguntó, molesto.

A Leo le dio un tic en el ojo, claramente molesto.

—Me pasa que hay una casa entera que limpiar y no tengo a mi compañero para que me ayude. Me pasa que alguien se hizo mierda anoche y piensa que se va a escaquear de esta. Me pasa que si no te levantas ahora mismo, voy a sacarte yo de esa cama. Te dejé dormir tres horas enteritas para que estés más sobrio cuando escuches lo que tengo que decir.

—Dios —Matthias se arrastró fuera de la cama, fastidiado—. No quiero escucharlo, Leo.

—Pregúntame si me importa. Te quiero en la sala en tres minutos.

Matthias le lanzó un colorido insulto que Leonel respondió con un gesto obsceno y se metió al baño para lavarse el rostro.

Una vez salió de su habitación, Leo le dio una caja, así que comenzó a recoger las botellas, esperando el momento en que Leo comenzara a gritarle.

—No sé tú, pero estoy esperando a que me expliques qué mierda fue el show de anoche —dijo Leo, con aparente calma.

—No tengo idea de qué hablas —respondió, haciéndose el loco.

—Matthias Bright Allen.

—No hiciste ninguna pregunta. No creo tener respuestas para algo que no sé.

Leonel le lanzó algo que golpeó su espalda con suavidad.

—Revisa muy bien en ese disco duro tuyo. ¿Sabes todas las marcas que le vi a Eric en el cuello esta mañana? ¿Le succionaste el alma o qué?

La botella que recogía se deslizó de la mano de Matthias, pero afortunadamente no se quebró.

—¿Qué? —volteó a ver a Leo, pálido.

—¿No te diste cuenta? —Leonel frunció el ceño, con una mirada que le decía que era un estúpido y mugre ciego—. Sí recuerdas que te lo besuqueaste frente a todos, ¿cierto?

—Eh, sí...

—Bueno, cuando jugamos Yo Nunca, andabas todo meloso. Casi parecía que estabas dispuesto a comértelo ahí mismo. Se encerraron en tu cuarto y sabes lo que todos pensaron, así que no necesito decirlo. Piper casi me degolla anoche porque no entendía qué estaba pasando y el mensaje de Eric la hizo pensar un mil de cosas, dados los antecedentes.

—Pero no pasó nada. Eric me lo hubiera dicho y créeme cuando te digo que se lo pregunté.

—Gracias por aclararlo, pero ese no es el problema, Matthias.

—Bueno, ¿y cuál es? ¿Quieres reprochar mis acciones estando borracho? Porque no sé si conozcas el concepto de estar ebrio.

—No trates de hacerte el imbécil conmigo. No nací ayer. Tuve que aguantar tu drama toda la semana porque Eric huyó de ti, ¿y tienes la cara para decirme todo eso? Hay que ser cínico, hijueputa —dijo, sacudiendo su cabeza con incredulidad.

—Honestamente no sé qué quieres de mí. Hay cosas que no puedo recordar de anoche y hay otras cosas que no pude controlar.

—Qué curioso que preguntes qué quiero de ti, porque siento que lo hemos conversado tantas veces... ¿Cómo es que comienzo siempre? Ah, sí —chasqueó los dedos—. Tal vez puedas comenzar con que te dejes de mierda y comiences a ver qué sientes exactamente por Eric, porque parece que se les ha olvidado que ustedes no son nada... —se detuvo un segundo y lo miró con ojos agigantados—. A menos que ya lo sepas y no me lo hayas dicho.

Entre Mentiras y VerdadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora