CAPÍTULO DIECINUEVE

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Eric abrió la puerta trasera del local y se paralizó al ver a Ian hablar por teléfono, de una forma que nunca antes había visto.

Estaba alterado, preocupado, casi enojado y parecía temblar.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó, con la voz temblorosa y vibrante, Eric no estaba seguro de si preocupación o enojo—. No. No —respondió a lo que sea que le hubieran dicho del otro lado—. Sí importa. Iré en cuanto salga de aquí.

Eric dio un paso atrás, indeciso de si regresar dentro y salir por la puerta principal o pasar por ahí y que Ian supiera que había escuchado parte de su conversación.

—No me importa —dijo, con voz tajante, cosa que sacó a Eric de sus pensamientos, sorprendiéndolo—. No. Escúchame tú a mí, Bastian. No me importa en qué esté metida. No me interesa. Amo que seas así, pero no creas ni por un segundo que te dejaré fuera de mi campo de visión —se estremeció y Eric supo que estaba aterrado—. No me importa que no tengas nada que ver. Si esa maldita psicópata es la que hizo esto, ¡Quién sabe qué podría hacerte por involucrarte! No. No. Iré a casa. Y donde esa bruja se atreva a aparecer y hacerte algo por... —se detuvo por un segundo al ser interrumpido por, quien ahora Eric sabía, era Bastian—. ¿No escuchaste lo que te dije? No me importa. No me importa si tengo que morir. No te van a apartar de mí otra vez. Y si esa maldita bruja se atreve a tocarte un solo pelo, se las verá conmigo.

Aquel tono de voz tan grave y aquella mirada decidida causó que Eric se asustara. Se alejó de la puerta, queriendo pasar desapercibido, pero estaba tan nervioso que se tropezó con una de las cajas de botellas que había en el callejón, causando un estruendo.

Maldijo en voz baja y volteó a ver a Ian, quien había volteado a verlo.

Se quedaron mirando por un par de segundos, hasta que Ian dijo al teléfono:

—Tengo que irme. No te atrevas a pisar un pie fuera de casa, ¿Me escuchaste? Me enteraré si lo haces. Phil me lo dirá. Pide algo de comida y prepara de esos tés que mi mamá trajo la otra vez. Eso le hará sentir mejor. Simplemente espera por mí, ¿Quieres?

Bastian dijo algo al otro lado del teléfono que hizo que Ian se colorase de pies a cabeza. Todas sus emociones anteriores fueron reemplazadas por la vergüenza.

—Calla, tonto —bufó, pero sonrió, con algo de tristeza—. Yo también te amo, Bas —y colgó.

Eric se enderezó, incómodo.

—Lo siento mucho, Ian. No quería escuchar tu conversación, de verdad. Yo solo quería...

—Escuchaste todo, ¿No?

—Yo... Yo no... —Eric suspiró y confesó—: Sí, lo hice. Discúlpame.

—Está bien —sacudió su mano, cansado—. No pasa nada.

—... ¿Seguro? ¿Estás bien? No te veías muy bien.

La expresión de Ian decayó.

—Yo... —suspiró—. No, no estoy bien.

Se sentó en una banca que solían usar en sus descansos y se llevó una mano al rostro, derrotado.

Eric se mordió el labio y miró hacia atrás, como si pudiera ver el auto de Matthias desde su posición.

No le sentaba bien dejar a Ian en ese estado tan depresivo, así que le escribió con rapidez a Matthias que lo esperase unos minutos y se sentó con Ian.

—¿Ha pasado algo con Bastian? —preguntó Eric, con cuidado.

Ian suspiró, frotando su pulgar contra un anillo que su novio le había regalado en forma de promesa hacía tiempo atrás.

Entre Mentiras y VerdadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora