CAPÍTULO VEINTITRÉS

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Eric estaba escondido bajo sus cobijas.

Ya había tomado una decisión, pero no se sentía especialmente satisfecho por eso. No sabía si era una decisión correcta o errada. Solo esperaba que no terminara por arrepentirse.

Escuchó el pitido de la puerta de su apartamento desbloquearse, así como también a Delino maullar, pero no salió de la cama.

No fue hasta que la puerta de su habitación se abrió, que Eric se removió.

No sintió a Matthias sentarse a su lado, pero sí pudo sentir su proximidad.

—¿Eric?

El tono roto con el que Matthias lo llamó, lo hizo descubrirse y sentarse. Necesitaba ver el rostro de su novio, pero le rompió el corazón verlo tan destrozado.

Matthias estaba arrodillado a un lado de su cama, con una expresión tanto preocupada como herida. Sus ojos estaban rojos de lágrimas que amenazaban con salir y sus manos temblaban cuando se posaron en las mejillas de Eric.

—Lo siento tanto —dijo, con la voz grave—. He hecho todo lo posible para desaparecer esa noticia. Lamento tanto que hayas tenido que ver algo como eso. Te puedo asegurar...

—Lo sé —Eric interrumpió, en voz baja y le dio un pequeño jalón a su mano—. Ven aquí —invitó, sin fuerzas.

Matthias supo a lo que se refería, porque inmediatamente lo envolvió en sus brazos en un firme abrazo. Eric se permitió romperse, sintiéndose más seguro contra el pecho de su novio. El miedo que se había estado acumulando en la boca de su estómago se esparció en lágrimas, apretando sus brazos alrededor de Matthias.

—Lo siento —dijo Eric, dando todo de sí para que Matthias pudiera entender sus palabras a través de las lágrimas—. Es que todo se volvió muy complicado de repente —siguió, sintiendo que se ahogaba con sus lágrimas—. Necesitaba procesar todo. Tu abuela...

Matthias se puso rígido de repente.

—¿Mi abuela? —preguntó, con una voz irreconocible—. ¿Hablaste con ella ayer?

Eric se separó de Matthias, hipando. Se limpió las lágrimas con la manga de su camisa, asintiendo.

—Me dijo que quería hablar conmigo, así que fui a su casa.

Matthias quedó boquiabierto.

—Eric, ¿por qué no me lo dijiste?

—Sabía que no tenías tu celular y estaba preocupado. Mi nombre podía revelarse en cualquier momento y si pasaba, no sabría qué hacer —dijo, tratando de sonar un poco más tranquilo—. Garrett me llevó.

Ahora Matthias entendía las palabras de su amigo, pero le enfureció que no le dijera algo tan importante como eso.

—Eric, ¿qué te dijo? ¿Qué hizo? ¿Te hizo daño? —preguntó Matthias, hundiendo lo enfadado que estaba con Garrett y en su lugar, preocupándose por Eric, cuyos ojos se llenaron de lágrimas nuevamente y volvió a abrazarlo con tanta fuerza que parecía querer partir a Matthias a la mitad.

—Ella siempre lo supo —le dijo Eric, con voz temblorosa—. Que tengas un novio de repente era demasiado bueno para ser cierto, al parecer —se separó de Matthias y se limpió las lágrimas otra vez.

—Pero si siempre lo supo, ¿por qué...?

—En sus palabras: Fue gracioso y la creatividad en tu familia debe ser explotada o algo así.

—¿Y qué pasó? ¿Dejó de serle gracioso? —preguntó, con el ceño fruncido.

—Cuando vio que estaba siendo una constante en sus vidas, sí. Tuvo que hacer algo.

Entre Mentiras y VerdadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora