Dean despertó.
La música suave pasaba a través de él como si fuera incorpóreo. El sonido amable se fundía con el sol y se derretía sobre las pecas y los labios colorados de el hombre sedado por la sosegada armonía de su corazón sereno.
Entonces, el camino era apacible. Habría de estar en su auto, con las manos al volante y los residuos de una pena que no recordaba.
Y él vio que era bueno.
Dean manejó.
Él estaba borracho de euforia y drogado en las caricias que consumían su cuerpo como si este fuera otra cosa, algo más.
No le habría importado consumirse con un dejo de sol en los labios, y era tan bello que al sol le habría conmovidoY era tan bello que el sol se habria consumido a sí mismo.
Le habría besado la frente y caído de rodillas.
Solo iba hacia delante, no recordaba muy bien a donde iba o de donde venía, y le tomó un eterno segundo que ello volara hacia él, una memoria que se sentía como algodón dentro de su cabeza.
Claro, ya se acordaba.
El auto había estado haciendo un sonido gracioso los últimos días y, para su sorpresa, no se trataba solo de los legos que llevaban tantos años escondidos en alguna parte.
Estaba yendo a buscar una refacción.
Entonces miró a Castiel.
Él estaba su lado. Le miró ser besado en la piel ardiente por una mezcla de luz y dulzura, como un amante celoso, y a la aureola intangible que reverenciaba su belleza la imagino de nuevo, como hacía a menudo, adorándole, fiel en su fe.
Tembló a su avistamiento: un ángel ferviente con el Edén en la mirada y paciencia entre esta.
—No entiendo como ver un dibujo animado sobre una sociedad de gente anatómicamente mal representada me ayudará a tener un mejor entendimiento del mundo humano, Dean.
—Primero que nada, nunca debes señalar a nadie por su color de piel, Cas, ni siquiera si es amarillo; y si, lo del crayón es completamente posible, a Sam le pasó cuando era bebé. En... segunda, los Simpsons guardan registro de los acontecimientos más importantes de la humanidad, algunos incluso antes de que pasaran.
Era la charla que sostenían, como si hubieran estado hablando por horas o por milenios.
Y Dean fue feliz.
Feliz como Ícaro.
Con viento en el cabello y cera abrasando su alma, sonriendo desde la felicidad que es tan brillante e intensa que no puede ver origen en otra cosa que no sea tristeza.
Fue feliz y de repente, fue desdichado, porque era el amor el que le hacía daño, ese que siempre había anhelado y por el que siempre temería.
Pero él no sabía que ya lo sabía.Empezó a doler dulcemente, en el pecho. Se extendió por sus hombros, le aplastó la cabeza y justo cuando creyó que iba a matarlo, su pena le besó en alguna parte secreta de su alma.
Conmovido, Dean pudo haber roto en llanto.
¿Alguna vez había estado más feliz?
De pronto, Castiel lo miró. Y ya no era el ángel gentil que miraba al hombre agonizar en su propia alegría. Era Castiel, el doliente, el mártir.
Y lo miró con una tristeza inefable y un dolor como que él mismo ya no era nada.
—Dean —Lo llamó por su nombre, como quien exhala su último aliento.
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Celo [Destiel]
FanfictionTras una cacería, Dean es infectado por una misteriosa criatura que hace a sus víctimas adoptar hábitos animales hasta convertirse en seres totalmente primitivos. Los primeros síntomas se manifiestan rápidamente. Entre ellos, el celo, este periodo d...