Uno

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—Hija de perra— Gruñó Dean batallando con la criatura sobre el, una linda chica rubia, con sangre manchando su delicado rostro. Sam estaba tirado a unos cuantos metros, inconsciente tras haber sido azotado fuertemente contra la pared.

Dean logró darle un golpe a la chica que la desubico, aprovechando esto para soltarse de su agarre y tratar de agarrar el cuchillo de plata que se le había caído en la pelea. Antes de poder alcanzarlo, la criatura, sorpresivamente le tiro la cabeza hacia atrás del cabello y encajo sus dientes en el espacio entre su cuello y su hombro. Dean gruñó junto con un fuerte espasmo que lo azoto entero, cerró los ojos fuertemente aún con la cabeza hacia atrás.
Gruñó en voz baja nuevamente cuando sintió que los afilados dientes eran arrancados de su piel, desgarrándola.

Se quedo unos segundos con los ojos cerrados y la frente apoyada en el piso, sin importarle la pelea que se estuviera dando detrás de el. El ardor en el cuello era terrible, pero también lo eran las continuas olas de escalofríos, una tras otra, sin dejarlo ni por un segundo.
Cuando estás se detuvieron, al levantar la cabeza lo primero que vió fue un Ángel de pie frente a él, con la gabardina manchada de sangre y mirándolo con la cabeza ladeada.

—Dean, ¿estás bien?— Habló con su voz grave y pausada.

—Si, ¿Sam está bien?— Se levantó trabajosamente Dean, palpando su cuello.

—El está bien—

—Bien— Se estremeció al sentir un nuevo escalofrío —¿no pudiste llegar antes?— le reprochó con la mano aún en el cuello.

—Me disculpo— Dejó de prestarle atención al ángel para contemplar la escena detrás de él, sangre, mesas tiradas, una que otra botella rota, una chica sangrando con un cuchillo sobresaliéndole de la espalda y Sam sentado en el piso, recargado en la pared con los ojos cerrados, inconsciente aún.
Caminó hacia él y se agachó a su lado.

—Sam— Dijo mientras lo sacudía suavemente del hombro. Este abrió los ojos lentamente, como si se estuviera despertando de un sueño un día cualquiera por la mañana. Sin embargo, su expresión cambio a una preocupada al ver la sangre en el rostro, cuello, y chaqueta de Dean.

—Dean, ¿estás bien?— Se incorporó rápidamente para poder observar la herida que estaba tapada por la mano de Dean.

—Estoy bien— instintivamente se apartó unos centímetros.

—¿Qué pasó?— Sacudió la cabeza confundido.

—¿Qué pasó? Vinimos a este restaurante a matar a esa perra, te golpeó contra la pared, te desmayaste, la golpee, me golpeó, me mordió y Cass la mató— Sam miró a Castiel que estaba parado exactamente en el mismo lugar y este le devolvió la mirada.

—Déjame ver— Le dijó refiriéndose a la mordida.

Dean le dio una mirada resignada y luego apartó su mano lentamente.

—Eso se ve mal— Sam arrugo la cara.

—Como sea— Dean se levantó llevándose la mano nuevamente a la herida
—vámonos de aquí, me duele la cabeza— Sam y Castiel se limitaron a seguirlo fuera del restaurante.

—Esperen, tenemos que limpia...— Sam se interrumpió al darse vuelta y encontrarse con el lugar totalmente limpio, el y Dean miraron a Cass quien los miró y levanto levemente los hombros.

—Genial— Dijó Dean, y siguieron el camino hacia el impala, gracias a Dios no había gente caminando por las calles, hubiera sido malo que alguien los hubiera visto.

Una vez dentro del auto, Sam habló:

—Cass, ¿encontraste algo sobre la criatura?—

—Si— le dirigió una mirada lastimera a Dean a lo cual este frunció el ceño —Es una especie de Dios, realmente no hay mucho sobre el... O ella. Solo que... Con una mordida... Transmite un virus que convierten a los hombres en bestias—

—Cu-cuando dices bestias te refieres a... Bestias... ¿Bestias?— Dean sacudía una mano, un poco alarmado.

—Bestias- Reafirmó Castiel -Los que sobreviven, claro— Dean y Sam se miraron con los ojos muy abiertos.

—Pero, podemos hacer algo ¿no? ¿Tú puedes hacer algo?— Sam también se estaba poniendo nervioso.

—No sabría qué hacer— Bajó la cabeza y luego miró a Dean con lastima —Lo siento—

—Bueno y, ¿ya hablaste con Bobby sobre lo que investigaste?— Preguntó Dean claramente alterado.

—Aún no—

—Perfecto, vamos para allá— y con esto arrancó el auto.

Celo [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora