Capítulo 2

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Lena estaba de pie frente a la ventana de su apartamento, perdida en sus pensamientos mientras observaba el tráfico de la ciudad nocturna. La luna brillaba en el cielo, recordándole los siglos que había vivido y las innumerables pérdidas que había experimentado. En un momento de vulnerabilidad, Lena se permite recordar los momentos compartidos con James; las risas, las miradas cómplices, los momentos de intimidad. La pérdida aún está fresca en su corazón y esto le hace vagar entre sus otros recuerdos, transportándola a un momento en el pasado.

Siglo XV – 1426, Italia

Lena caminaba por las estrechas calles de la ciudad, perdida en la belleza de la arquitectura renacentista que la rodeaba. Su corazón latía con emoción mientras se dirigía al taller de un joven artista llamado Jack Spheer, su amante de ese momento.

Jack era un hombre apasionado y talentoso. Compartieron una pasión desenfrenada que parecía desafiar al tiempo mismo. Pero al igual que todos los demás su tiempo estaba medido.

Eres más que inspiración, Lena. Eres mi musa.

La tragedia siempre acechaba en las sombras. Una noche, mientras paseaban por las colinas toscanas, Jack cayó enfermo repentinamente. Lena lo cuidó con devoción de una tonta fiebre que luego le dio paso a la muerte. La pelinegra no podía hacer nada, más que permanecer a su lado hasta el último momento. Hasta que Jack cerró los ojos para siempre, dejándola sola como todos los demás antes que él.

A medida que ve partir a aquellos a quienes ama, su odio hacia su naturaleza y hacia el destino que le ha sido impuesto crece con cada nueva tragedia. Anhela desesperadamente ser amada y amar en igual medida, como cualquier otra persona normal, pero su condición la condena a un ciclo interminable de amor y dolor.

Hoy James dejaría de respirar para siempre y Lena optó por pasar la noche en un bar hasta que eso sucediera. Con tantos años de vida aprendió que las personas normales ahogaban sus penas en alcohol hasta perder la conciencia. Y había adoptado ese hábito para despedir a sus amados, pero eso no le hacía efecto en absoluto, podía estar bebiendo por años y nunca se emborracharía.

En el ruidoso ambiente del bar, el aire estaba cargado con el olor penetrante de alcohol y el sutil perfume de diferentes fragancias. Se mezclaba con el humo de cigarrillos que flota en el aire, creando una atmósfera embriagadora y llena de energía. El murmullo constante de las conversaciones, entremezclado con risas y risas, formaba una sinfonía de sonidos que llenaba el espacio.

La iluminación tenue del bar creaba sombras intrigantes en las paredes y arrojaba destellos de luz sobre las botellas de licor detrás de la barra. Las luces parpadeantes y neón resaltaban los contornos de los rostros de los clientes, agregando un toque de misterio.

—Disculpa...— la pelinegra se volteó en su silla sin interés de ver quién le había tocado el hombro.

—¡Vaya, si eres tú! ¡La chica de las espátulas! Por un momento creí que mi vista me había jugado una broma. Me alegra verte de nuevo— Lena la miró, al segundo reconoció su voz. Buscó dinero en los bolsillos de su abrigo y lo dejó sobre la barra para después salir de ahí casi corriendo.

¿Cómo es que siempre aparecían por arte de magia? Ella necesitaba un poco de espacio, no el reemplazo inmediato de James. De seguro el universo se estaba asegurando de que la arrestaran y le dieran la pena de muerte, aunque eso no lograría acabar con ella. Cruzó la calle y apresuró el paso, pero un vagabundo apareció bloqueando su camino apenas tocó la acera.

—Oiga señorita, ¿puede darme unas monedas? No he comido nada en todo el día. ¿Podría ayudarme con algo?

—Lo siento, no traigo dinero conmigo...— respondió. No mentía, había acabado su dinero en tragos dentro de ese bar y ya no tenía ni para pedir un taxi.

𝐅𝐄𝐌𝐌𝐄 𝐅𝐀𝐓𝐀𝐋𝐄 💋 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora