Capítulo 13

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Hace algún tiempo, en un pequeño pueblo ubicado en las montañas, vivía una familia. Estos eran custodiados por una maldición que marcó su historia y definió sus vidas para siempre. Pero antes de que esa maldición apareciera en sus vidas, vivían una vida normal, aunque triste y dolorosa.

Los antepasados de Lena eran portadores de una rara enfermedad que acababa con sus vidas. La familia se desmoronaba con cada pérdida, así que rogaron a los cielos para que fueran salvados de un destino tan cruel como la muerte. Así que fueron bendecidos con la inmortalidad, pero con un precio alto. Todos tendrían una larga vida, pero acabarían con la vida de otros.

Con el paso de los años se dieron cuenta de su error, estarían marcados por la eternidad, compartiendo el secreto e incontables tragedias. Creyeron que podrían soportarlo, pero no se imaginaban que fuera a ser tan difícil. Cada uno fue encontrando la manera de partir de este mundo y no quedar estancados en un ciclo sin fin. Con el tiempo, se dieron cuenta de que la muerte era más que una bendición.

Encontraron la forma, la cual ninguno compartió ya que después de muertos no había forma de comunicarse. Así que cada miembro de la familia, con el paso de los años descubrió la manera de pasar a mejor vida sin dañar a nadie, llevándose así el secreto de morir a la tumba.

La única que quedaba de ellos era Lena. Quería acabar con eso, pero no tenía idea de cómo. Viajó por todo el mundo buscando alguna pista que la llevara a una respuesta para darle fin a su propia vida. Pero no había nada.

Los siglos pasaban y la desesperación crecía dentro de ella. Lena se convirtió en una figura solitaria, observando cómo el mundo cambiaba a su alrededor mientras ella permanecía igual. Atrapada en un cuerpo que no cambiaba igual de rápido que los años. Con cada generación, con cada nuevo avance, con cada nuevo rostro que conocía y perdía, su carga se hacía más pesada.

Así que, en vez de conseguir una forma de acabar con ello, se propuso a conseguir un propósito. El porqué de su condición. Se ha dedicado a amar a todos por igual, lo más que su corazón se lo permitiera.

Pero a pesar de su amor y dedicación, Lena seguía sintiéndose incompleta. Sentía que algo faltaba, una pieza clave para darle sentido a su existencia. Su búsqueda de propósito la llevó a explorar diversas culturas, aprender innumerables idiomas y absorber conocimientos de todas partes del mundo. Se convirtió en una erudita, una protectora, una consejera, pero en el fondo, el vacío persistía.

Un día, mientras vagaba por un antiguo mercado de una ciudad olvidada, Lena se encontró con una anciana. La mujer, con ojos que parecían ver más allá del tiempo, la miró fijamente y le dijo: "Tu búsqueda no es externa, sino interna. El verdadero propósito de tu existencia está en comprender tu propio corazón."

Hasta el día de hoy esas palabras siguen siendo un enigma para Lena. Aun no les encontraba sentido a las palabras de esa anciana. Sin embargo, no se dio por vencida. Decidió que debía mirar hacia adentro y explorar los rincones más oscuros y olvidados de su alma. Inició un viaje de introspección, meditación y autoconocimiento, esperando desentrañar el misterio que la atormentaba.

En una de sus meditaciones más profundas, Lena comenzó a recordar momentos de su vida que había olvidado, rostros y voces que habían marcado su existencia. Se dio cuenta de que había pasado tanto tiempo buscando respuestas externas que había perdido de vista las lecciones que la vida misma le había enseñado.

Recordó a su familia, a los seres queridos que había perdido y a las personas que había amado. Empezó a pensar que quizás su maldición no era solo una carga. Había experimentado el dolor y la pérdida de maneras que pocos podían comprender, y eso le daba una perspectiva única.

Pero aun así seguía sufriendo. Lloraba por cada uno de ellos, como si los hubiese perdido ayer. Cada uno fue diferente y la hicieron sentir de manera distinta para acabar con el mismo final. Ella misma se había impuesto reglas para que fuera más llevadero, pero no dejaba de ser doloroso. Aun no se aceptaba tal y como era, sabiendo que tendría todo la eternidad para aceptar lo que era en realidad.

Lena, con cada lágrima que derramaba, se daba cuenta de que la aceptación no llegaba simplemente con el paso del tiempo, sino por la profundidad con la que se permitía sentir y comprender sus emociones. A pesar de sus esfuerzos, la inmortalidad seguía siendo una carga solitaria y dolorosa, una lucha constante entre el deseo de encontrar paz y el incesante dolor de las pérdidas acumuladas.

Había perdido a alguien más, pero otro amor había llegado al instante. Una hermosa joven de ojos azules que había caído rendida ante ella apenas verla. Lena tenía sus dudas, siempre las había tenido. Pero ahora se preguntaba si debía seguir con su amor. A pesar de haber visto tantas muertes, no estaba preparada para perderla a ella también.

Kara irradiaba una energía extraordinaria que contrastaban con la melancolía de ella. Desde el primer momento en que se conocieron, Lena sintió una conexión especial, algo que no había experimentado en siglos. Kara era diferente a todos los demás, su presencia traía un rayo de luz a la oscuridad en la que había estado sumida durante tanto tiempo. Haciéndola olvidarse de todo lo malo por lo que había vivido, y tal vez era eso a lo que se aferraba.

Con ella se olvidaba de todo a su alrededor. Aun sin que su corazón hubiera decidido, la amaría otra vez. Si no tuviera su condición la elegiría a ella entre todos los demás. Porque con el pasar de los días se sentía bien mientras estaba con ella. La realidad no dejaba de recordarle lo que era y sufría en silencio.

La rubia era como su medicina, una droga de la que temía depender para luego perder. Lena temía que su naturaleza se llevara a Kara. El peso de su pasado, la carga de las vidas que había tomado para sobrevivir, eran secretos que aún no había revelado del todo. Sabía que tendría que enfrentar su realidad, y eso la atormentaba.

Había amado a miles, pero ahora varias preguntas se formulaban en su cabeza. ¿Y si se rehusaba a amar? ¿Qué podría suceder? ¿Algo cambiaría? ¿Kara viviría?

Estas preguntas revoloteaban en la mente de Lena mientras intentaba conciliar el sueño, acompañada por el ritmo suave de la respiración de Kara a su lado. La posibilidad de perder a Kara la aterrorizaba, pero el pensamiento de vivir sin amor la consumía aún más. No quería volver a ser la figura solitaria y melancólica que había sido durante siglos.

¿Cómo podría convencer a su mente y corazón de dejar de amar?

𝑭𝒆𝒎𝒎𝒆 𝑭𝒂𝒕𝒂𝒍𝒆 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora