C a p í t u l o 5

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J O R G E

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J O R G E

-Tu sabor es jodidamente bueno -dije en su muslo. Ella se arqueó, buscando mis labios de nuevo en su coño.

La besé por encima de una cadera, por el montículo y por el otro lado antes de deslizar mi lengua por su húmeda raja. Su gemido me animó. Con mis pulgares, la separé como una flor, abriéndola a mi boca, y metí mi lengua dentro de ella, disfrutando de la forma en que su coño me apretaba.

Sus jadeos se hicieron más intensos cuando concentré mi lengua en su clítoris, moviéndola más rápido y con más fuerza, deteniéndome de vez en cuando para rodear el apretado capullo y torturarla. Me encantaban sus gemidos, la forma en que se levantaba para follarme la cara. Su dulce y picante semen me cubrió la barbilla y lo saboreé, me encantó tenerla encima mientras sus gemidos de placer me acariciaban la piel. Vi cómo sus pechos se levantaban mientras ella se arqueaba, tensando todo su cuerpo a través de su orgasmo, y yo chupaba cada gota.

-Por favor -gimió-. Por favor, Jorge.

-¿Quieres que te folle? -Me levanté entre sus delgados muslos y agarré mi dolorida polla, frotándola arriba y abajo de su raja, cubriéndome de su semen-. ¿Estás lista para que llene este húmedo coño con mi polla?

-Dios, sí. Por favor.

Me deslicé dentro, sus labios envolvieron mi longitud mientras su calor envolvía mi dolorosa polla. Me incliné para chupar su pezón, mordiéndole la punta mientras me enterraba profundamente dentro de ella. Rechiné contra ella, amando la forma en que mis pelotas se sentían presionadas contra su suave trasero.

Luego me retiré, besando su cuello, y volví a penetrarla. Mordisqueé sus labios separados, follándola lentamente con más fuerza con cada empuje. Sus gemidos me hicieron sonreír.

Le aparté el pelo castaño claro de la cara y la miré a los ojos verdes.

-¿Estás preparada para que te folle de verdad ahora?

Mi cuerpo se agitó en la cama, el sudor helado en mi piel, la sábana bajada hasta las rodillas. Mi mano envolvía mi polla dolorida, apretándola con fuerza, la cabeza enfadada y morada y desesperada por liberarse.

No podía creer que hubiera soñado con ella. No podía creer que me hubiera despertado todavía duro y con ella en mi mente. No podía creer que no se convirtiera en una pesadilla.

Volví a caer sobre las almohadas, pero no solté la polla. La luz gris se filtraba a través de las cortinas. Tenía que levantarme pronto, pero quería disfrutar de este raro momento. Quería deleitarme con la fantasía que mi mente me concedió. Cerrando los ojos, lo bloqueé todo y volví a la habitación. Recordé la forma en que mi mano se clavaba en la pared mientras la otra trabajaba mi polla, siguiendo el ritmo de cada gemido que escapaba de sus labios separados. Siguiendo el ritmo de la forma en que sus tetas rebotaban con cada empuje.

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