C a p í t u l o 7

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J O R G E

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J O R G E

-Me alegro mucho que hayas vuelto a llamar -dijo Shannon desde el otro lado de la mesa.

No supe qué decir, así que hice un gruñido y una sonrisa evasiva, con la esperanza que eso la tranquilizara y que yo también me alegrara de hacerlo. Aunque no estuviera seguro de por qué la volví a llamar.

Mentiroso.

La cara sonriente de Silvia, su olor, su aspecto cuando se corría y la forma en que se metía en mis sueños: por eso llamé a Shannon. Quería intentar olvidarme de Silvia.

-Las vacaciones hicieron difícil encontrar tiempo, ¿eh? -continuó-. A mí también me lo hicieron. Luego mi abuela necesitó ayuda en casa después de una operación de cadera, lo que me hizo llegar tarde a mi nuevo trabajo. Pero llegaré la semana que viene.

-Siento lo de tu abuela. Espero que esté mejor.

-Mucho.

Siguió hablando de su viaje a casa y de una pelea entre ella y su primo. Tomé un sorbo de mi bourbon y me desconecté. Ella habló lo suficiente por los dos. Shannon era hermosa, con una amplia sonrisa y una alegría de vivir que no podía fingir. En cuanto a mí, necesité unas cuantas copas en la oscuridad de mi sala de estar antes de convencerme de llamarla.

Necesitaba a alguien que me ayudara a distraerme de la semana pasada en la escuela con Silvia. Fue una tortura. Era amable con todo el mundo y tenía una risa brillante que le iluminaba la cara. La vi sonreír con tanta inocencia, y me costó conciliarla con la chica que follaba delante de la gente. La chica a la que no iba a ver este fin de semana.

Podía pasar un fin de semana lejos de Voyeur.

Todavía no llamé a Daniel para preguntarle por su agenda. Estaba demasiado asustado para explicarle mi situación a otra persona, y simplemente decidí no ir.

Pero pensaba en ello constantemente. Me preguntaba por el tipo con el que estaba. De vez en cuando, era capaz de identificar el retorcimiento de mi estómago como celos. Queriendo hacerle a ella lo que él le hizo a ella. Sabiendo que no podía.

Me preguntaba quién más la observó. ¿Habría sido alguien con quien ella estaba a diario? ¿Se lo estaban ocultando? ¿O era yo el único pervertido deseando a mi alumna de diecinueve años?

Pero al menos estaba intentando cambiar eso. Por eso estaba sentado frente a Shannon en lugar de en la barra del Voyeur.

-¿Quieren algún postre? -preguntó nuestro camarero, deteniendo el monólogo de Shannon y devolviéndome al presente.

-Oh, no -dijo Shannon con una sonrisa, con la mano en el estómago-. No debería. Dios, no puedo. Estoy tan llena.

-Esta vez no hay postre, gracias -le dije a nuestro camarero, pero mantuve la mirada en Shannon. Odiaba dejarla fuera de juego. No me gustaba hacer sentir a mis citas que no tenían toda mi atención.

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