C a p í t u l o 23

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J O R G E

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J O R G E

-Oh, joder, sí, Silvia. -Gemí suavemente, acariciando su pelo-. Chúpame más fuerte.

Ella gimió lo suficiente como para dejarme sentir las vibraciones que bajaban por mi polla y se disparaban hasta mis pelotas, actualmente acunadas en la palma de su mano.

No podía creer que me estuviera haciendo otra mamada. Una verdadera mamada.

Dios. La primera fue todo. Mirarla a los ojos, sentir sus suaves pechos, su largo pelo en mi pecho, mientras arrastraba su lengua por mi pene fue eufórico. Fue abiertamente femenina e hizo todo lo posible para mantenerme en el momento. Ni una sola vez apartó la mirada hasta que perdí la capacidad de mantener los ojos abiertos. Ella logró darme algo que nunca pensé que tendría. Algo a lo que renuncié.

Diablos, ella investigó. Por mí.

Mirando ahora hacia abajo, me quedé mirando cómo sus labios rojos rodeaban mi polla. Cómo se estiraban para acomodar mi circunferencia mientras empujaba su cabeza hacia abajo y empujaba hacia arriba, golpeando la parte posterior de su garganta. Se apretó alrededor de mi cabeza, y cuando me miró con los ojos llorosos, supe que había terminado.

-Me voy a correr, Silvia. ¿Puedo correrme en tu garganta? ¿Te lo tragarás todo?

Tiró de mi polla con un chasquido y arrastró su lengua a lo largo de la parte posterior, sin romper el contacto visual.

-Hasta la última gota, Dr. Salinas -dijo tortuosamente antes de volver a sumergirse y chuparme con más fuerza que antes.

Me apretó los huevos y tuve que apretar la mandíbula para contener los gemidos que quería gritar en esta pequeña oficina, mientras mi polla palpitaba, llenando su boca con mi semen. A pesar de la rapidez con la que intentaba tragar, una parte se le escapó de los labios y tuvo que ser la cosa más erótica que jamás vi.

Ella fue fiel a su palabra y lamió hasta la última gota, incluso se pasó la polla por los labios y lo chupó con los dedos.

La levanté de un tirón y me incliné hacia delante, encontrándome con ella a medio camino para aplastar mis labios contra los suyos, saboreándome en su lengua. Cada vez que se arrodillaba para mí, mi corazón estaba a punto de estallar ante su regalo. No la mamada en sí, sino la intimidad, el futuro, la libertad, el espacio para respirar sin que mi pasado ocupara constantemente un lugar en mi interior. Me preguntaba si ella lo vio. Vio la gratitud y... No necesariamente amor, pero era algo que nunca sentí antes. No pude evitar sentir que salía de mi expresión, y me pregunté si ella lo notó.

Me pregunté si, tal vez, ella también lo sentía.

-Te dije que me llamaras George cuando estuviera dentro de ti -murmuré contra su boca.

Ella pellizcó juguetonamente la mía.

-Hoy me siento muy traviesa. Quería ser una alumna a los pies de su profesor chupándole la polla.

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