C a p í t u l o 21

108 9 5
                                    

J O R G E

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

J O R G E

Sus labios eran tan suaves como la otra noche. Quizás incluso más suaves, más carnosos, más perfectos. Algo en ella siempre parecía mejor cada vez que la tenía.

Silvia dudó sólo un momento antes de gemir y sus labios empezaron a moverse contra los míos. Su lengua rozó el borde de mis labios y yo me abrí obedientemente, necesitando saborearla. Mantuve los ojos abiertos y me concentré en su rostro cuando sus manos se dirigieron a mi cuello y luego a mi cabello. Me quedé mirando cómo sus pestañas proyectaban sombras sobre sus suaves mejillas. Llevé mis manos a su cintura para recordar a la pequeña mujer que tenía entre mis brazos y no dejar que el recuerdo de las manos de otra persona me echara para atrás.

Observé cómo cambiaban sus rasgos con cada movimiento de su boca contra la mía. El dulce sabor del jarabe mezclado con su propio sabor me embriagó. Me perdí tanto en su beso que ni siquiera me di cuenta cuando mis ojos se cerraron y todas las sensaciones se ampliaron. Pero no la sensación de pánico que estuvo persistiendo en el borde desde que sus manos se enterraron en mi pelo. No, sentí el escozor de sus dientes mordiendo mis labios. Sentí la ráfaga de aire contra mi mejilla cuando respiró sin apartar su boca de la mía. Sentí como los finos huesos de su caja torácica se expandían y contraían bajo mis dedos.

Ella me consumía y, antes de darme cuenta, mis dedos estaban juntando su suéter para ponérselo por encima de la cabeza. Mis manos se amoldaron a sus suaves pechos mientras mis pulgares acariciaban sus pezones. Aparté el delgado encaje fuera del camino y arrastré mis labios por su cuello para agarrar y chupar el apretado botón. Estuve tan cautivado por la sensación de su boca, que ni siquiera tuve la oportunidad de pensar en que la forma en que me abrazaba me hacía sentir algo más que excitación.

La ausencia de pánico dejó un hueco que me desesperó por llenar con ella. Necesitaba sentir más. Más de ella contra mí.

Me aparté lo suficiente como para tirar de mi camisa por encima y luego volví a besarla. Su pecho desnudo presionado contra el mío me hizo sentir una oleada de lujuria. ¿Había estado alguna vez piel con piel con una mujer? ¿Había estado alguna vez tan perdido en el ahora que el pasado no podía tocarme?

Al menos creía que no podía. Pensé que estuve tan metido en Silvia, que nada podía atravesar.

Entonces sus manos estaban en mis hombros empujándome hacia atrás en el pequeño sofá, y caí. Volví a caer en mi pesadilla.

Sus manos apretaron con fuerza mis hombros y él empezó a subirse encima de mí. Perdido de la realidad, mis piernas estaban siendo presionadas hacia mi pecho y...

-No -grité, agarrando sus bíceps y empujando hacia atrás.

Mis ojos se abrieron de golpe cuando escuché mi voz en la silenciosa habitación, rebotando en el pequeño espacio, burlándose de mí. Silvia me miró con los ojos muy abiertos, con la boca abierta por la sorpresa.

ObservadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora