4. MINHYUK

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Minhyuk se sentía como si tuviera la ropa infestada de pulgas. Siempre que el grupo se iba de la Isla del Velo Negro para merodear por el Barril, llevaban los disfraces de la Komedie Brute: las capas, los velos, las máscaras, y en ocasiones los cuernos que usaban tanto turistas como lugareños para ocultar sus identidades mientras disfrutaban de los placeres del Barril.

Pero allí, en las respetables avenidas y canales del distrito de la universidad, el Señor Carmesí y el Diablillo Gris habrían atraído muchas miradas, así que él y Jooheon se habían deshecho de sus disfraces en cuanto dejaron atrás el canal.

Y si Minhyuk era honesto consigo mismo, no quería encontrarse con su padre por primera vez en años vestido con una máscara de ojos saltones o una capa de seda naranja, ni siquiera con su llamativo atuendo del Barril.

Se había vestido de forma tan respetable como podía. Jooheon le había prestado unos pocos kruge para una chaqueta de lana áspera de segunda mano y un sombrío chaleco gris. Minhyuk no parecía especialmente respetable, pero de todos modos los estudiantes no tenían que parecer prósperos.

Otra vez se encontró llevando la mano al lugar de sus revólveres, ansiando la fría y familiar sensación de las empuñaduras de nácar bajo sus pulgares. Ese rufián del abogado había ordenado al encargado guardarlos en una caja fuerte del Cúmulo. Changkyun había dicho que los recuperarían en su debido momento, pero Minhyuk dudaba que él estuviera tan calmado y tranquilo si alguien se hubiera quedado con su bastón. Eres tú quien los puso en la mesa como un idiota, se recordó el pistolero.

Lo había hecho por Kihyun. Y, si era honesto, también lo había hecho por Changkyun, para demostrar que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para arreglar las cosas. Aunque no es que pareciera importar demasiado.

Bueno, se consoló, de todos modos tampoco habría podido traer los revólveres a esta misión. Los estudiantes y los profesores no iban de clase en clase llenos de pólvora, aunque la jornada lectiva habría sido mucho más interesante si así fuera. Aun así, Minhyuk había escondido una triste pistola abultada bajo su chaleco. Después de todo, estaban en Ketterdam, y era posible que él y Jooheon estuvieran entrando en una trampa.

Por eso era por lo que Changkyun y Hyungwon estaban siguiendo sus pasos. Minhyuk no había visto señales de ninguno de los dos y, aunque suponía que era algo bueno, seguía estando agradecido de que Jooheon se hubiera ofrecido a acompañarlo. Changkyun solo lo había permitido porque el muchacho había dicho que necesitaba suministros para su trabajo con los gorgojos.

Pasaron junto a cafeterías de estudiantes y librerías, escaparates llenos de libros de texto, tinta y papel. Se encontraban solo a unos tres kilómetros del ruido y el estrépito del Barril, pero parecía que hubieran cruzado un túnel a otro país.

En lugar de grupos de marineros recién bajados de los barcos en busca de problemas, o de turistas chocándose contigo desde todos los ángulos, la gente se apartaba a un lado para dejarte pasar, y mantenían sus conversaciones en voz baja. No había empleados gritando desde los escaparates esperando conseguir negocio. Los pequeños callejones torcidos estaban llenos de encuadernadores y boticarios, y en las esquinas no había chicas y chicos sin asociación con alguna de las casas del Stave Occidental que se habían visto obligados a ejercer su oficio en las calles.

Minhyuk se detuvo bajo un toldo y respiró hondo por la nariz.

—¿Qué? —preguntó Jooheon.

—Huele mucho mejor aquí.

Tabaco caro, lluvia matinal todavía húmeda sobre los adoquines, nubes azules de jacintos en los parterres de las ventanas. Nada de orina, de vómito, de perfume barato o basura podrida. Incluso el fuerte olor del humo de carbón parecía más débil.

REINO DE LADRONES - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora